La electricidad ha sido una de las invenciones más revolucionarias del siglo XIX, que ha reconfigurado la vida en sus más diversas áreas, favoreciendo avances fundamentales de la era moderna como el teléfono, la radio, la internet y la robótica. A Cuba llegó en 1888, con la renovación de la Compañía Española de Alumbrado de Gas (1844) y la Havana Gas Light Co. (1872), empresa neoyorquina; y con la inauguración en Cárdenas de la primera planta eléctrica en 1889.
Inicialmente, la electricidad se empleó en la modernización de la producción de azúcar y en el mejoramiento del alumbrado público. Por lo cual las primeras plantas generadoras pertenecían tanto a las grandes compañías que suministraban electricidad a ciudades y regiones del país, como a un número importante de centrales azucareros que autoabastecían la fábrica y sus dependencias productivas y residenciales. Para que se tenga una idea, hacia 1925, el 91,9% de las industrias cubanas utilizaban energía eléctrica, hidráulica o de vapor. De ellas, 76 centrales estaban electrificados total o parcialmente, y producían el 60% de la energía del país.
El transporte urbano fue la tercera función que impulsó la electrificación de la Isla, en especial con el fomento del tranvía eléctrico. Introducido en el siglo XX, estuvo presente en ciudades como La Habana, Matanzas, Cárdenas, Cienfuegos, Camagüey y Santiago de Cuba. La estratégica explotación de este servicio hizo que varias compañías eléctricas y de transporte se fusionaran concentrando ambas ramas en un solo negocio.
La Habana, segunda ciudad latinoamericana en introducir el tranvía como medio de transporte colectivo, después de México; lo electrificó en 1901. Este fue un alarde de modernidad que alimentaba la línea del aristocrático Vedado, pero que rápidamente movió los carritos del resto de la capital.
En esta época, la electricidad y el tranvía se convirtieron en dos elementos modeladores de la ciudad moderna, de la nueva forma de percibir sus espacios, iluminados y comunicados más eficientemente, y con ello mejor valorados urbanísticamente. Al igual que los ferrocarriles, el tranvía ofreció una nueva variedad de empleos y especialidades, y requirió de varios inmuebles y terrenos en distintos puntos de la ciudad para talleres, paraderos, plantas eléctricas, etc., que con el tiempo constituyeron hitos o referentes urbanos. Fue además un importante estímulo en la creación de nuevos repartos o en su completamiento, y la electricidad pasó a ser a partir de entonces un servicio básico.
Para alimentar los troles del tranvía se construyeron varias subestaciones eléctricas. La primera de ellas se situó en Colón y Blanco, Centro Habana, entre 1900 y 1901. Llamado "Edificio de Reparaciones y Planta eléctrica", pertenecía a la Havana Electric Railway Company, y cumplía la doble función de generar electricidad y ser taller para la reparación de los carros del tranvía, para lo cual tenía una grúa viajera que levantaba hasta 45 toneladas y era operada con motores eléctricos. Aunque se le identifica siempre por sus muros de ladrillo, realmente estos cubren su estructura de acero y hormigón.
En 1905, se inauguró la Planta Eléctrica de El Vedado, en calle 11 esquina a 26. Esta era propiedad de la Compañía de Electricidad de Cuba. Tiene la única chimenea de El Vedado y ha sido más conocida como "El Cocinero", por la fábrica de aceite de soja que allí radicó entre 1930 y 1959.
La tercera y más importante fue la Planta Consolidada de Fuerza Motriz de la Havana Electric Railway, Light and Power Company (1913-1914), junto al puerto, conocida como termoeléctrica Tallapiedra. Este nombre lo heredó de los antiguos muelles y almacenes de tabaco construidos por José Antonio Tallapiedra, en 1738. El inmueble ocupó la manzana de las calles Águila, Diaria y Alambique junto al litoral, donde reemplazó a la planta decimonónica que hasta entonces había proporcionado la mayor parte del suministro eléctrico de la ciudad.
La distingue su imponente estructura con ornamentación neoclásica, una de las más vistosas del puerto, y sus cuatro chimeneas de casi 82 metros de alto, de las cuales solo conserva una completa. También tuvo un muelle de hormigón armado para la descarga de carbón, desde el cual una cinta transportadora lo llevaba directamente hasta las calderas. Durante 30 años fue capaz de generar la energía eléctrica de la capital con sus dos máquinas de 12,5 megavatios, hasta que en 1947 fue necesario realizar una ampliación de la sala de turbinas que permitiera montar otra unidad generadora.
Con la construcción de Tallapiedra la planta de Colón quedó como subestación del sistema eléctrico soterrado (desarrollado entre 1906 y 1925), y a partir de la década de 1950 se utilizó como almacén. Este mismo destino tuvo la de El Vedado, una vez que fue nacionalizada la fábrica de aceite en 1959.
En 1952 cesaron los tranvías, y gran parte de su infraestructura así como los vehículos fueron borrados con saña de la ciudad. Habían perdido su viso moderno. Por suerte, parte de su historia y universo inmaterial ha sido recuperado por los historiadores contemporáneos. Ese mismo año, la Compañía Cubana de Electricidad construyó una nueva termoeléctrica en el litoral de Regla para dar mejor servicio a la creciente demanda de la capital. Esta industria se planificó con capacidad para ser ampliada, aunque desde su fundación ya duplicaba la capacidad de Tallapiedra.
En 1960, la catastrófica explosión de La Coubre ocurrió justo en el muelle de Tallapiedra, cuando descargaba 76 toneladas de armas y municiones para el país. En la década siguiente esta termoeléctrica fue reemplazada por otra construida junto a ella, la Otto Parellada. El inmueble neoclásico fue abandonado y ha sido desmantelado en múltiples ocasiones, por lo que no conserva el equipamiento y presenta un avanzado estado de deterioro.
Por su parte, la termoeléctrica de Regla fue desactivada en 2002, y acogió la escuela de la Empresa de Mantenimiento a Centrales Termoeléctricas. Esto hubiera sido una provechosa manera de emplear la instalación de no ser porque gran parte del edificio se demolió y muchos equipos fueron retirados. Por eso, junto a Tallapiedra, es un ejemplo de la indolencia ante la pérdida del patrimonio industrial en la capital, de la arbitrariedad en la toma de decisiones con una incidencia nociva en la conservación de los bienes patrimoniales, del desaprovechamiento de sus potencialidades, y de los efectos negativos que a nivel social tiene la imagen ruinosa de lugares asociados a un pasado de esplendor industrial, a pesar de sus implicaciones medioambientales.
No obstante los proyectos que desde la Facultad de Arquitectura y la Oficina del Historiador se trazan, hasta el momento solo se ha rescatado y refuncionalizado la Planta de El Vedado: Fábrica de Arte Cubano desde hace una década. Para la de Colón y Tallapiedra también se han considerado nuevas funciones culturales, en particular, como museos de arte contemporáneo. Aunque por motivos distintos, tanto el arte de hoy como el patrimonio industrial enfrentan para su valorización notable resistencia.
Por favor, Yaneli Leal, usted no debe decir "por motivos distintos"... Identifique cuáles son, es de elemental oficio periodístico.
Pues yo diría que solo hay un motivo y "distintos motivadores", todos ellos pertenecientes al PCC y sus sucursales.
Gracias por este artículo. Guardo un recuerdo muy nebuloso sobre un viaje con mi madre en un tranvía, creo que fue porque los iban a desmantelar. Yo era muy chiquita y no sé si fue real, o si fue algo alimentado por la imaginación. Lo que sí sé es que en algunos lugares los rieles demoraron en desmantelarse. Y lo que sé también es que antes del 59 no viví apagones, excepto cuando había ciclón.