Para no dejar lugar a dudas, el propio Daniel Ortega confirmó que su Gobierno le retira el plácet diplomático que antes le había dado a un nuevo embajador de EEUU para Nicaragua, con lo cual se tensa la ya frágil relación con Washington y profundiza la política sandinista, negada a cualquier posibilidad de diálogo y entendimiento, estrategia que parece apuntalar el aislamiento del país.
Ortega, quien gobierna junto a su pareja sentimental y vicepresidenta, Rosario Murillo, encabeza un Gobierno que desde las elecciones del pasado noviembre tiene serios cuestionamientos de legitimidad por parte de la mayoría de países democráticos de Norteamérica y Europa Occidental. Aunque EEUU ha hecho serios cuestionamientos al régimen sandinista, ha optado por mantener las relaciones diplomáticas, al menos hasta ahora.
Ortega ratificó este 2 de agosto que no aceptará al diplomático Hugo Rodríguez como nuevo embajador de EEUU en Managua, quien "ni siquiera ha venido al país y ya empezó a desproticar, pues que se quede afuera, gritando lo que quiera, pero aquí en tierra nicaragüense se respeta mi bandera", aseveró el gobernante en un acto junto a la Fuerza Aérea de Nicaragua.
La semana pasada la Cancillería había anunciado el retiro del beneplácito concedido a Rodríguez como embajador de EEUU en Nicaragua, tras su presentación ante el Senado estadounidense. La declaración de Ortega ratificó su decisión de tensar las relaciones con EEUU, pese a que en su propio entorno estarían buscando tender puentes de diálogo con Washington.
Pocas horas después que el diplomático fuera ratificado por el Senado, el canciller de Nicaragua, Denis Moncada, leyó en cadena nacional un comunicado a través del cual cancelaron el "beneplácito" al representante del Gobierno de Joe Biden. Esto se entiende como una afrenta, que eleva el tono de las diferencias públicas entre Managua y Washington.
Ortega confirmó que le habían otorgado el plácet a Rodríguez, pero que se lo retiraron luego de que "se soltara a hablar como que fuera un William Walker (filibustero estadounidense que intentó apoderarse de Centroamérica a mediados del siglo XIX) y que va a ser el gobernador de Nicaragua y que va a venir a acabar con el Gobierno de Nicaragua".
En la sesión del Senado estadounidense, Rodríguez de origen dominicano, dejó en claro que abogaría como embajador para facilitar una transición democrática en el país centroamericano, usando todas las herramientas diplomáticas y comerciales a su alcance.
Moncada, el canciller de Ortega, dijo que rechazaron a Rodríguez por haber realizado declaraciones "injerencistas e irrespetuosas" en contra del país, "desconociendo los principios del derecho internacional" durante su intervención en el Senado.
Rodríguez fue nombrado para reemplazar al actual embajador de Washington en Managua, Kevin Sullivan, quien ha criticado públicamente la represión de la disidencia que vive el país centroamericano.
"La Casa Blanca está entrampada con los regímenes autoritarios que están en su zona de influencia, en América Latina. La experiencia de cerrar una embajada en Caracas, en medio de una tensión elevada con el régimen de Nicolás Maduro, a la larga no ha sido beneficiosa", comenta un diplomático estadounidense a DIARIO DE CUBA desde su posición en la "embajada virtual", un equipo amplio de funcionarios que están en Bogotá, pero dedicados a Venezuela.
Se espera de Biden una política pública de cuestionamientos, sanciones y presiones diplomáticas contra la dictadura de Ortega y Murillo, pero con una política de tener una embajada operativa en Managua que sea también un espacio para recibir e intercambiar con opositores, periodistas independientes y sociedad civil en general.
Un espacio de interacción de esta naturaleza se perdió en el caso de Venezuela, por decisiones del predecesor de Biden, el entonces presidente Donald Trump, quien apostaba a la "presión máxima" en contra de Maduro.
"La decisión de cerrar la embajada de Caracas la tomó la Casa Blanca, no el Departamento de Estado. En el caso de Managua se tratará de no repetir este error. EEUU mantendrá la embajada funcionando, así sea con personal mínimo", confirmó la fuente estadounidense desde Bogotá.
Por su parte, el embajador Rodríguez confirmó la política de Washington: "EEUU se ha pronunciado en contra de estos abusos (en Nicaragua) y, de confirmarse mi nombramiento, continuaré haciéndolo, no porque tengamos la intención de determinar los asuntos internos de Nicaragua, sino porque es nuestro compromiso bajo la Carta Interamericana, que tanto EEUU y Nicaragua firmaron en 2001".
Precisamente la Carta Democrática Interamericana se aprobó bajo el auspicio de la Organización de Estados Americanos (OEA), un ente del cual también el sandinismo ha denegado.
En noviembre pasado, tras la realización de unas elecciones presidenciales catalogadas de ilegítimas por buena parte de la comunidad internacional, ahora el régimen de la pareja presidencial formada por Ortega y Murillo, anunciaron el retiro del país centroamericano tanto de la OEA como de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
En su momento, analistas consultados por DIARIO DE CUBA coincidieron en señalar que con esta decisión el régimen sandinista buscaba soltar amarras para evitar compromisos y responsabilidades ante la comunidad internacional, para profundizar en un clima interno de mayor represión y restricciones políticas.
La cancelación del "beneplácito", recordó el periodista exiliado Wilfredo Miranda, se sumó a una cadena de desencuentros en la ya de por sí accidentada relación. Además, recordó que hace casi tres meses, según The New York Times, Laureno Ortega Murillo, hijo de la pareja presidencial, buscó silenciosamente un acercamiento con Washington para "aliviar las sanciones" impuestas a su entorno familiar.
Sin embargo, todo encalló porque el régimen sandinista rechazó tajantemente una de las condiciones de EEUU para sentarse a conversar: la liberación de todos los presos políticos en Nicaragua.
Ya Ortega perdió el sentido de todo; está en el momento exacto igual al de Calígula, cuando sus guardias lo mataron a puñaladas.