Cuba y Honduras: más Castro y menos inversión

Lo de Castro a la presidenta de Honduras le viene que ni pintado, pues como a esos Castro de Cuba a los que ella tanto admira, a doña Xiomara tampoco le gustan las empresas privadas —excepto, quizás, las de su millonario esposo, el expresidente Manuel Zelaya—, y por ello ya antes de llegar a la máxima magistratura del país había presentado un recurso de inconstitucionalidad contra las Zonas de Empleo y Desarrollo Económico (ZEDE).

Aunque aquella moción fue legalmente rechazada, Xiomara Castro nada más agarrado el cargo de presidenta se encargó de derogar en el Parlamento la ley de ZEDE y, tras hacerle unos "ajustillos" al Tribunal Supremo del país, volvió a presentar la moción. Esta vez, por supuesto, esas zonas apestosamente capitalistas han sido declaradas inconstitucionales y serán pronto purgadas de Honduras para satisfacción de la presidenta.

Las zonas económicas especiales son áreas delimitadas donde las reglas para los negocios difieren de las que prevalecen en el resto del territorio nacional. Estas zonas, gracias a su éxito en China, se han popularizado —en Cuba está la de Mariel— para intentar desbloquear los impedimentos de índole institucional, facilitando la inversión extranjera más allá de la maraña legislativa con que los políticos de todo pelaje han apresado a sus sociedades. La idea es que, siendo difícil modificar las leyes del país entero, se cambien solo en una pequeña región para que esta prospere y jale al resto.

La diferencia entre zonas especiales y las antiguas zonas francas es que estas tienen autonomía regulatoria; así, además de impuestos bajos como en las zonas francas, las especiales proveen algo más importante, seguridad jurídica, al estar relativamente protegidas de los vaivenes de la política en los países tercermundistas donde el populismo de derechas e izquierdas suele ser la norma, haciendo riesgoso invertir.

Y demasiado, para gusto del actual Gobierno hondureño, facilitan el capitalismo —acumulación de capitales— esas especiales zonas. Un estudio de Ernst y Young encontró que mientras en Honduras se necesitaban 11 trámites para iniciar un negocio, en Próspera, una importante ZEDE del país, bastaba con uno; del mismo modo, para lo que en esa ZEDE tardaba un día en conseguirse, en el resto del país, de media, se necesitaban 42; y un permiso cualquiera, que requería solo un paso en Próspera, exigía 17 fuera de esa zona... ¿Se va comprendiendo por qué Honduras es pobre y necesita esas zonas ahora prohibidas por la socialista Xiomara Castro?

Honduras es uno de los países más pobres del continente; su PIB per cápita de 3.247 dólares, representa apenas un quinto de la media mundial y un cuarto de la media hispanoamericana. Para su Gobierno, entonces, debería ser prioridad, urgencia, captar más y mejor inversión extranjera; sin embargo, la presidenta, que aún hoy culpa a la United Fruit Company de la miseria del país, tiene como una de sus obsesiones demostrarse poco fiable y agresiva con el capitalismo.

Un estudio de la Universidad Francisco Marroquín encontró que con las ZEDE el país estaba creciendo, en promedio, un 61% más que antes de estas. ¿Decidir eliminarlas será cuestión ideológica o simple cálculo político? Lo bien que les ha salido al castrismo y al chavismo empobrecer a sus sociedades, hace presumir más lo segundo que lo primero.

El obvio resultado y predecible destino de Honduras, como ha pasado en Cuba, Venezuela, Bolivia y hasta Argentina, es que la inversión privada —no solo la extranjera— se retraerá descapitalizando al país, volviéndolo menos productivo y, por ende, seguirá encharcado en el lodo de miseria que tanto gusta a los socialistas, pues les garantiza votantes desesperadamente ansiosos de dádivas estatales, y buenos negocios con los empresarios que para sobrevivir han de corromperse.

Como en Cuba, lo único que impide a Honduras recibir inversión extranjera, y crecer bastante más de lo que ha estado creciendo prácticamente desde su independencia, es su propia clase política extractivista y demagógica, más preocupada por enriquecerse que por mejorar al país. La isla caribeña y el país centroamericano comparten bloqueo, el bloqueo que el sistema empobrecedor que les parasita le impone a la libertad y la empresarialidad de sus ciudadanos.

En Honduras, como en Cuba, soflamas nacionalistas justifican el liberticidio estatal. De "patriótica" catalogó la mandataria Castro la decisión del tribunal, alegando que "la justicia para el pueblo hondureño es no vender nuestro territorio en partes ni privatizar nuestra soberanía". El socialismo es siempre gran paladín de la soberanía del hambre... excepto cuando tiene que ceder soberanía a Rusia o a China a cambio de mantener el poder.

En unos días, Cuba inaugurará la edición 40 de FIHAV, la feria anual con la que el castrismo intenta atraer inversores internacionales, pero que siempre fracasa porque a los capitalistas no les gusta poner su dinero en un país donde el Gobierno puede elegir, a dedo y cuando quiera, quién hace o no negocios, porque como mismo te abren las puertas para entrar, te las cierran y expulsan cuando a ellos les convenga. Un gobierno con demasiado poder no es un gobierno fiable.

Todos los planes de inversión, carteras de negocio, la Zona Especial Mariel y hasta un ministerio dedicado exclusivamente a captar inversión extranjera, quedan en agua de borrajas cuando al país lo gobiernan las convenientes ideas —para los delincuentes— del anticapitalismo, como ha demostrado el castrismo y como ahora quiere demostrar el Gobierno de Honduras.