Aguar el embargo para favorecer a un supuesto 'sector privado': ¿qué ganarían los cubanos?

La reciente autorización para exportar automóviles a Cuba concedida a una empresa de Miami que lleva décadas sirviéndole de testaferro al castrismo es chocante, aunque no sorprende, estaba cantada dentro de esa lógica Obama que supura la Administración Biden, basada en ceder ante el régimen de La Habana sin contrapartes tangibles.

¿De verdad hay que repetir que en Cuba no hay tal cosa como un "sector privado"? Lo que está naciendo es una red de pequeñas y medianas empresas directa o indirectamente conectadas al Gobierno, bien financiadas por este, incluso proveyéndolas con dólares a tipo de cambio inferior al oficial, que gozan de licencias y privilegios administrativos, acceso al comercio exterior y a jugosos contratos mediante los que el presupuesto de empresas oficialmente estatales se desvía para insuflar recursos en estas MIPYMES "privadas".

Por supuesto, bajo ese ecosistema paraestatal están surgiendo muchas pequeñas y medianas empresas verdaderamente privadas, que incluso puede que numéricamente sean mayoría, pero su impacto y peso económico al lado de las MIPYMES favorecidas por el Estado será cada vez menor, a medida que las "apadrinadas" vayan aprovechando sus privilegios para crecer y ocupar nichos de mercado desplazando a la competencia.

Creer que estas empresitas genuinamente privadas, la mayoría de las cuales fracasará o se quedará como ente minúsculo y marginal, son el "sector privado" cubano, requiere un deseo inmenso de agarrarse a cualquier clavo, por muy ardiendo que esté, para justificar cambios en la política estadounidense hacia el régimen castrista.

No hay que ser excesivamente suspicaz para saber en cuáles MIPYMES terminarán los vehículos que se importarán desde Miami, si no es que acaban aparcados en el espacioso garaje de alguna mansión de Siboney confiscada hace 60 años a un burgués "gusano", asignada hoy a algún muy comunista general o primer secretario de algo.

Para comenzar, la compañía "norteamericana" autorizada a exportar a Cuba, Apacargos Express, se fundó en Panamá para luego radicarse en Estados Unidos y desde allí convertirse en "el primer exportador de equipos médicos para Medicuba, por vía directa desde la nación norteña sin tener que emplear a terceros países", según asegura su propio fundador y presidente, Eduardo Aparicio, quien lleva 23 años trabajando desde el exterior con el castrismo. ¿No había un bloqueo?

Y como en este caso el castrismo no se la "está colando" al Gobierno Biden, sino que el ejecutivo del presidente estaba deseoso de hacer algún gesto como este, es muy probable que otras medidas similares, amparadas en el "sector privado" cubano, lleguen a continuación, aguando lo que queda de embargo. ¿Favorecería eso al pueblo cubano?

Que por La Habana circulen más carros y camiones podría aliviar la situación del transporte; que algunas MIPYMES "privadas" importen alimentos podría aliviar el hambre; una mediana empresa sin vínculo aparente con el Gobierno podría proveer medicinas compradas en Amazon... Varios alivios habrá, sí, pero a costa de hacer crónica la enfermedad.

Aflojar unilateralmente el embargo aliviará a los cubanos hasta donde el castrismo lo permita, según estime necesario para reducir la presión política que su insostenible sistema económico genera, mientras sus bien aceitados mecanismos de control mantendrán a los cubanos sin derechos ni libertades y, por supuesto, alejado al país del desarrollo económico y bienestar al que esta isla bendecida por innumerables riquezas podría aspirar si no se lo estuviesen impidiendo.

Allá en los 90, iniciando el Período Especial, pudo ser propicio levantar el embargo cuando la estructura mental del régimen funcionaba de espaldas al "bloqueo" porque los soviéticos les proveían con mucho más de lo que necesitaban para mantener el sistema, quizás allí pudo ser inteligente dejar a Fidel y sus 30 y tantos años de desastres económicos sin justificación frente al pueblo.

Pero el castrismo ha tenido otros 30 años para prepararse para la eventualidad de que EEUU levante el embargo. Claro que mientras esté lo usará como excusa, pero en cuanto desaparezca las excusas serán otras —los primeros cinco años seguirá culpando a las "consecuencias" del embargo—, mientras el Gobierno, solo del turismo yankee, obtendrá recursos suficientes para retornar a la centralización burocrática que hoy está teniendo que abandonar, manteniendo a Cuba donde le gusta: apenas por encima del nivel de miseria mínimo resistible, sin mucha presión interna y sin espacio para la sociedad civil.

El régimen financiará y reverdecerá su aparato doctrinario y represivo —sistema legal, educativo, finanzas, cultura, policía y ejército— y vivirá sus mejores momentos esa red de empresarios fieles, bien conectados, que dominará los mercados más importantes que la dinámica económica vaya creando, lo que no es una predicción de futuro, sino un hecho presente.

En resumen, si levantan el embargo los cubanos seguiremos como nos describió Joaquín Sabina en 1999: "pobrecitos, flaquitos, flaquitos y sin libertad". Para eso que lo dejen como está, presionando al régimen para que implosione o ceda.