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Todo sobre las MIPYMES en Cuba: ¿Quiénes serán los propietarios y cuáles prosperarán?

La creación de MIPYMES está en el centro de la estrategia económica del Gobierno cubano. ¿Qué son? ¿Por qué ganan protagonismo? ¿Qué posibilidades tienen de triunfar? ¿Qué Cuba dibujan? La serie de artículos que iniciamos hoy responde a esas preguntas.

La Habana
Ilustración.
Ilustración. Diario de Cuba

Desde que Fidel Castro legara su dominio absoluto al políticamente más débil Raúl Castro, no conocemos exactamente quiénes componen el núcleo de poder en Cuba. Aquella transición, en términos monárquicos fue la metamorfosis de un sistema faraónico centralizado —Fidel gobernaba solo— hacia un modelo tipo reinado medieval tardío, con un rey primus inter pares (primero entre iguales) obligado a compartir y apoyar su poder en figuras relevantes.

El poder actual, concentrado en Raúl Castro y su séquito difuso y no siempre bien avenido, está presto a cambiar todo lo que deba con respecto al régimen anterior, con tal de conservar lo más importante: la autoridad absoluta dentro de un sistema totalitario que, agotado, está transitando aceleradamente de lo ideológico a lo explícitamente represivo.

Fracasado aquel modelo socialista, que pudo sostener Fidel Castro gracias a su peso histórico y a subvenciones soviéticas y venezolanas, los actuales gobernantes se saben necesitados de hacer lo que aquél nunca quiso hacer: transformar la economía interna en fuente fundamental de recursos, lo que requiere —muy a su pesar— conceder ciertas libertades y cuotas de propiedad privada.

Desesperada, la alta nobleza castrista busca revivir aquella clase capitalista "burguesa" que con tanta saña aniquiló, pero sin llegar al liberalismo económico exitosamente ensayado en China o Vietnam. El plan es que en Cuba haya burguesía, sí, pero para garantizar el estatus quo, los miembros más poderosos de esa clase naciente serán escogidos por el régimen mismo, permitiéndoles crecer económicamente mediante unas MIPYMES que se desarrollarán a la sombra del Estado y sus miles de ramificaciones en la sociedad totalitaria cubana.

Por supuesto, sería improcedente que el Gobierno repartiera empresas "privadas" ad hoc entre sus fieles, así se arriesgaría a que estas cayeran bajo las leyes del embargo, por lo que optó —eso hay que agradecérselo al "bloqueo"— por legislar permitiendo que, en teoría, cualquier cubano pudiese abrir una pequeña o mediana empresa.

Claramente, esta normativa abierta será aprovechada por miles de cubanos no conectados al régimen para iniciar proyectos empresariales propios y, aunque la inmensa mayoría fracasará —es una verdad estadística universal—, algunos lograrán un éxito limitado que les permitirá "vivir bien" (viajes ocasionales, comprarse un auto moderno, comida garantizada). Pero pasar de ese nivel será casi imposible sin una conexión y el beneplácito del Gobierno.

Es inverosímil, superado cierto umbral empresarial, funcionar en Cuba sin implicarse con los poderes de, al menos, la localidad (secretarios del PCC municipales o provinciales, jefes militares, gerifaltes de empresas estatales), debido a dos razones: primero, la corrupción generalizada en la burocracia estatal, por donde es mejor transitar de la mano de alguien poderoso; y segundo, porque una concentración alta de capital en un outsider político resulta amenazante para el Gobierno, así que el empresario exitoso tendrá que elegir entre unirse al circo castrista dando muestras efusivas de su compromiso revolucionario —por ejemplo, haciendo donaciones en el noticiero y retratándose con Díaz-Canel— o aguantar ser exprimido fiscal y/o administrativamente hasta ser reducido a un tamaño poco amenazador… si es que no lo desaparecen, confiscan o expropian.

Pero aparte de ese calvario de los verdaderos emprendedores privados, condenados a priori a unirse al régimen o a quedarse minúsculos o extintos, la mayoría y más importantes empresas privadas del futuro estarán directamente conectadas al "sistema" mediante el hijo, el tío, el sobrino o la mamá de…

Una y otra vez los voceros del castrismo hablan y promueven lo que denominan un "encadenamiento público-privado", una simbiosis que genera mecanismos legales para que el presupuesto estatal, el dinero de todos los cubanos, sea transformado, mediante jugosos contratos con MIPYMES, en dinero de algunos cubanos.

Este mecanismo no solo servirá para enriquecer la naciente casta de capitalistas fieles, sino que también se encarga de financiar y subvencionar las MIPYMES allegadas para que, mediante la reinversión de las utilidades que les generará el acceso favorecido a contratos estatales y otras sutiles ventajas de estar "apadrinadas", como tener acceso directo al comercio exterior o recibir divisas a precios preferentes, copen el mercado nacional y, poco a poco, vayan desbancando a los legítimos emprendedores privados.

En definitivas, el actual andamiaje político y la soledad internacional del castrismo, a quien parece que se le acabaron los "papacitos piernas largas", requiere una clase nacional generadora de riquezas, pero una que no amenace la pirámide de poder con demandas políticas, ni ahora ni en el futuro, cuando se haya enriquecido.

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3 comentarios

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".... o aguantar ser exprimido fiscal y/o administrativamente hasta ser reducido a un tamaño poco amenazador..."
Esa es la esencia 1
".... la mayoría y más importantes empresas privadas del futuro estarán directamente conectadas al "sistema" mediante el hijo, el tío, el sobrino o la mamá de….. "
Esa es la esencia 2.
Rafaela, como siempre elevando la cultura económica de una población que debe estar consciente de lo que ocurrirá con las cacareadas mypimes.

Unos a rellenar fosforeras, otros a dueños de hoteles ese es el objetivo detrás de las famosas MIPYMES. El cake ya está picao.

Profile picture for user EL BOBO DE LA YUCA

Este sí es un artículo brillante que de manera simple expone lo que está sucediendo y continuará sucediendo en Cuba.

Reparen que no es ninguna de las dos únicas alternativas que el autor de "¿Qué 'se cayó' en Cuba en 2022?" publicado aquí ayer asegura que le esperan a los cubanos en un 'corto plazo' (12-24 meses). Ah, reparen también que la autora no necesitó citar a Amartya Sen.