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Inflación

Inflación y beneficios de empresas estatales en Cuba

El Gobierno sabe que no posee instrumentos de política fiscal y monetaria adecuados para luchar contra la inflación. Y eso es un problema doble.

Valencia
Dólar inflado.
Dólar inflado. istock

Luchar contra la inflación, poner en peligro las empresas estatales. Un binomio que empieza a circular en la atribulada economía castrista. Y es que ya no hay la menor duda que al régimen le preocupa la inflación desatada como consecuencia de la aplicación de la Tarea Ordenamiento.

Las autoridades han observado cómo la inflación está causando precariedad y malestar social, se aprestan a luchar contra ella, pero han descubierto que la aplicación de los instrumentos tradicionales, como precios topados, centralizados o controlados, puede acabar siendo un remedio mucho peor que la propia enfermedad.

La ansiedad de los dirigentes aumenta porque saben que no poseen instrumentos de política fiscal y monetaria adecuados para luchar contra la inflación. Esto aumenta la inseguridad y, sobre todo, la aplicación de parches y experimentos fracasados. La economía cubana no está para más.

Que alguien explique cómo se puede luchar contra la inflación y sus efectos devastadores. Lo están haciendo casi todos los países del mundo en este momento. Un artículo en Granma titulado "La empresa estatal debe contribuir a reducir la inflación, no a 'inflarla'", escrito más en clave de arenga comunista que de análisis riguroso, plantea una cuestión sin duda fundamental en el modelo cubano.

Allí donde casi el 100% de las empresas pertenecen al Estado, la lucha contra la inflación podría suponer la limitación de precios a estas empresas, que sacrificarían rentabilidad y obtención de beneficios, a cambio de aplicar medidas antiinflacionistas. Pero este plan no puede salir bien porque entraña riesgos. Algunos muy graves.

La idea surgió en los diálogos de Miguel Díaz-Canel y el ministro Alejandro Gil con el sector empresarial, trasladando un mensaje: las empresas y sus colectivos laborales pueden, desde la microeconomía, adoptar acciones para reducir el costo de los bienes y servicios que ofertan. Si fuera tan fácil, ya estaría resuelto el problema. Hay muchos motivos que indican que esta no es la vía para atajar la inflación.

Y aquí viene la cuestión principal. Porque mientras los comunistas dicen que el control y la reducción de los precios, en medio de la compleja situación actual, no puede ser exclusivamente resultado de medidas antinflacionarias de carácter macroeconómico, nuestra posición es justo la contraria.

Los comunistas pretenden atajar un problema general que exige soluciones globales, como es la inflación, con parches, que califican de "actitud consciente, responsable y comprometida de las direcciones de las empresas y sus colectivos laborales que, desde la microeconomía, pueden adoptar disímiles acciones para reducir el costo de los bienes y servicios que ofertan y que, en última instancia, siempre paga la población".

Pues no. Sin desdeñar que la política de precios a nivel de empresa es esencial desde la óptica de la competitividad y rentabilidad, no tener en cuenta la importancia de la macroeconomía en la lucha contra la inflación es un grave error conceptual que puede traer males peores.

La posición de los comunistas cubanos es que no se puede aceptar que haya empresas estatales este año, que, con la actual inflación, reporten utilidades del 150% o más, en unos casos por una rentabilidad excesiva, y en otros muchos por diseñar planes más que cómodos, complacientes. En total, 479 empresas de un total de 1.355 reportaron esas ganancias, por encima de su plan.

Para los dirigentes cubanos este resultado solo puede venir provocado porque las empresas son muy eficientes (realmente, hay dudas de que ello sea así) o que el plan que hicieron estaba lejos de sus potencialidades (lo que puede ser más probable). Pero estas dos posibilidades son tan solo dos de las múltiples situaciones que se pueden producir para estas empresas, que obtienen alta rentabilidad sobre las ventas de 80 centavos y más por peso cubano, cuando el promedio del sistema empresarial nacional está en el entorno de los 18 centavos, y el de las entidades estatales en 15 centavos.

¿Es la rentabilidad mala cosa? En absoluto. No es ningún contrasentido, como dijo el ministro Gil, que las empresas que reportaron utilidades del 150% o más incumplieron a la vez sus planes de venta. Dijo el ministro: "si usted sobre cumple mucho las utilidades, es porque sobre cumplió mucho las ventas; si no es así, la única explicación es que su gasto real fue muy inferior al planificado". Criticó entonces la calidad en la elaboración del plan, del cual dijo, "tiene que ser objetivo, de lo contrario nos estamos engañando".

Respecto de las entidades que sí cumplieron o sobrepasaron sus planes de venta, obteniendo utilidades excesivas, el ministro Gil señaló que, para el control de la inflación, allí donde se obtenga una rentabilidad muy elevada "debido a la oportunidad, la estacionalidad u otra cuestión favorable", es correcto (si fuera posible hacerlo) rebajar los precios o las tarifas.

El ministro suscribió, afirmando en una frase muy larga, que "trabajamos en una economía que es poco competitiva; o sea, hay pocos oferentes y hay restricción de oferta, y eso es algo que beneficia a los prestatarios de servicios o a los oferentes de bienes, que prácticamente pueden imponer el precio, porque el que compra tiene que comprar; pero cuando tenemos altos niveles de rentabilidad, debemos interiorizar que somos empresarios estatales, que estamos representando al Estado, que estamos manejando activos del Estado, por lo tanto, debemos tener un alto grado de conciencia y analizar cómo podemos disminuir tarifas o precios, porque todos los costos, de manera directa o indirecta, van a los precios que, al final de la cadena, quien los paga es la población".

Este párrafo tan críptico no solo revela un absoluto desconocimiento de las reglas de funcionamiento de la economía, sino que viene a confirmar, una vez más, el fracaso del modelo social comunista impuesto a los cubanos.

Si la economía es poco competitiva y existe restricción de oferta, como dice Gil, la estrategia debería llevar a superar esta dificultad y ampliar la base productiva, no restringirla mediante intervenciones y controles estatales.

Además, no es cierto que en una economía poco competitiva los prestatarios de servicios se vean beneficiados por ello. Si hay alguien que sale bien parado de este escenario es el Estado monopolista, que justo hace lo que le da la gana con los ciudadanos.

Las empresas estatales deben alcanzar niveles de rentabilidad al igual que las privadas, para ser competitivas y ofrecer servicios de calidad a la población. No es verdad que lo estatal tenga que perder dinero. Imaginemos el caso de la hostelería. Los hoteles cubanos son del Estado, pero se gestionan por empresas privadas que buscan rentabilidad. Seguro que los precios habrán subido, y mucho, y nadie les dice absolutamente nada. Bueno, sí, los que hablan al final son los turistas, que eligen otros destinos si los precios son muy elevados, como está ocurriendo.

Gil identifica lo estatal con "alto grado de conciencia" y por ello, ante un escenario de inflación, dice que hay que bajar los precios. Muy bien, y entonces, ¿quién baja los precios de los insumos que se compran por las empresas estatales, sobre todo si son importados? A ver si la insolvencia de las empresas va a acabar provocando mortalidad general. Después el ministro se queja de temer que financiar a estas empresas con cargo al presupuesto estatal, y se refirió a "incrementar la contribución del sistema empresarial (aporta alrededor del 80% de los ingresos del Presupuesto)" como una forma de controlar la inflación. Desde luego, no tienen remedio.

De modo que el régimen comunista cubano, que se vanagloria de dar autonomía a las empresas estatales para que puedan funcionar mejor, eliminando la obligatoriedad de cumplir con indicadores directivos para la distribución de utilidades, la obligación de la escala salarial y otras medidas, después vuelve sobre sus pasos, y reclama un modelo de gestión "con razonabilidad, entendiendo las complejidades del contexto en que nos desenvolvemos, y el papel que debe desempeñar la empresa estatal socialista como principal actor económico de nuestro modelo", que no es ni más ni menos que volver a la casilla de partida. Y así llevan 63 años.

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2 comentarios

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Profile picture for user EL BOBO DE LA YUCA

Este articulista siempre me ha parecido un diletante en economía, pero aún así a veces lo leo. Y en este artículo nos suelta esta perla:

"empresas estatales [...] que [...] reporten utilidades del 150% o más, en unos casos por una rentabilidad excesiva, y en otros muchos por diseñar planes más que cómodos, complacientes"

?Cómo es que "planes más que cómodos, complacientes" pueden ser la causa de utilidades del 150%? ?Será que este señor está confundiendo "cumplimiento del plan" con utilidades? Voy a pensar no, que no se trata de eso, sino de que esas empresas se han propuesto ("diseñado") solo producir aquello en lo que tienen más utilidades, porque, digamos "son mejores produciendo A que B y han optado por solo producir A para no perjudicar su rentabilidad produciendo B sin eficiencia". Pues bien, si fuera eso lo que trató de sugerirnos, ?no es precisamente eso lo que deben hacer las empresas? ?No es ese el "funcionamiento [normal] de la economía" al que se refiere después?

Eso de que al gobierno no le interesa la inflación está por verse