La elección, en la Tarea Ordenamiento, de un tipo de cambio fijo en la unificación del peso (CUP) con el CUC, se vio que iba a ser una cuestión complicada. El balance que cabe realizar en estos meses es que ha sido un absoluto fracaso. No es extraño que Marrero en su informe de rendición de cuenta en la Asamblea Nacional hablase de "recuperar el poder del peso cubano". Ya veremos si lo consigue.
Cuando se tomó la decisión de fijar el tipo de cambio, en realidad se asumía que el Banco Central de Cuba debía estar en condiciones de comprar y vender todas las divisas necesarias para mantener el valor fijado de la moneda. De modo que, si determinados agentes económicos quisieran vender divisas por encima de lo que se demanda, la diferencia tendría que ser comprada por el Banco Central para evitar que el tipo de cambio se apreciara. En otros términos, para evitar que disminuyese el valor de la divisa por el exceso de oferta el Banco Central debería comprar dicho exceso.
En tales condiciones, si el Banco Central de Cuba fija el tipo de cambio pero no interviene para atender los excesos de oferta o demanda, surge un mercado negro, en el que se realizan todas las transacciones necesarias con la divisa y a tipos distintos de los oficiales. En realidad, esto que prescribe la teoría es exactamente lo que ha ocurrido en Cuba con la Tarea Ordenamiento y el tipo de cambio del peso.
Pocos países recurren a este tipo de prácticas, que han caído en desuso, sobre todo porque tratar de hacer frente a dos precios distintos para la moneda, el oficial y el informal, provoca numerosas distorsiones, que causan problemas en un mundo cada vez más integrado desde el punto de vista monetario.
A partir de lo antes descrito, la Tarea Ordenamiento partió con dos déficits en la implementación de la política de tipo de cambio y la unificación monetaria.
El primero, otorgar al Banco Central de Cuba unas funciones que ha sido incapaz de ejecutar de forma eficiente y competente. Sus intervenciones en el mercado cambiario han sido inexistentes.
El segundo, la elección del tipo de cambio fijo ha venido motivada por intereses políticos del régimen, como se tendrá ocasión de exponer.
Para desarrollar sus funciones, el Banco Central de Cuba debería disponer de suficientes divisas, a fin de atender las demandas de los agentes económicos. En realidad, la situación de las reservas en Cuba es problemática, como han reconocido los dirigentes comunistas, tras dos años sin turismo, con inversiones, exportaciones y remesas a la baja, así como también sin posibilidad de disponer de líneas de crédito internacionales, destinadas a proveer divisas cuando sea necesario. Las relaciones con los acreedores internacionales y los impagos sistemáticos han impedido recurrir a la financiación.
Además, en Cuba, desde el lanzamiento del tipo de cambio fijo, se ha producido una elevada demanda de divisas, que ha supuesto el abandono de la paridad cambiaria oficial en los mercados informales e incluso la interrupción de operaciones en las CADECA y oficinas cambiarias de aeropuertos, al no poderse suministrar el exceso de demanda. Por ello, el sistema es insostenible.
Por otra parte, la política de tipo de cambio fijo tiene que ser creíble. Para ello, es necesario que la economía también lo sea, y que otorgue la necesaria confianza a los agentes económicos. En Cuba esto ha sido imposible desde el segundo semestre de 2019, antes de la pandemia, cuando Venezuela dejó de cumplir los suministros de petróleo y las autoridades decidieron una elevación de salarios sin referente de productividad. Luego llegó 2020, con la pandemia de Covid-19 y en 2021 la Tarea Ordenamiento. Un sinvivir que ha supuesto dificultades para la economía, que han mermado su credibilidad. Por el contrario, las especulaciones han ido en aumento y tras el 11J más aún, pensando que tal vez el modelo social comunista ha llegado a su fin y debe evolucionar, como ocurrió antes en China o Vietnam. La desconfianza en la economía cubana está bien justificada por la incapacidad del Banco Central para mantener la paridad y tomar decisiones efectivas para ello.
Las dudas, incertidumbres y, sobre todo, la desconfianza que genera la actuación de los dirigentes comunistas cubanos en materia económica impide lograr un mínimo objetivo de credibilidad, e incluso hay quienes piensan que el Banco Central ya tendría que haber reaccionado a la situación del peso en el mercado informal.
La Tarea Ordenamiento arrancó el 1 de enero de 2021, con un tipo de cambio fijo del peso con el dólar de 1x24 que recordaba a lo que había sido la existencia del CUC, pero que entrañaba realmente una de las devaluaciones más intensas de la historia, de un 2.300%. Además, esta decisión de las autoridades se lanzó sin contar con suficientes reservas para intervenir y sin la necesaria credibilidad.
La crisis cambiaria venía servida a continuación. Sobre todo, porque en Cuba la tenencia de divisas por la población se convertía en un mecanismo de mejora notable en las condiciones de vida y la compra de todo tipo de bienes y servicios en las tiendas en MLC creadas por el régimen para recaudar divisas. Las operaciones del Banco Central de compra y venta de divisas han sido inexistentes, de modo que su impacto monetario ha sido cuanto menos, limitado. El impacto sobre la base monetaria de la compra de divisas por parte del Banco Central a la gente no ha aumentado la cantidad de dinero.
Lo que se ha podido constatar de la experiencia de estos 11 meses, es que tal y como predice la teoría económica, el modelo de tipo de cambio fijo ha hecho que el Banco Central de Cuba pierda el control sobre la oferta de dinero, y sus funciones de creación de dinero han quedado relegadas a las manipulaciones del régimen para financiar los abultados déficits, mediante la colocación de los bonos soberanos. Esa exclusividad del Banco Central a disposición del régimen es otro factor que impide a la autoridad monetaria ejercer sus funciones con autonomía e independencia.
Alguien podría decir que el tiempo transcurrido desde la adopción del nuevo tipo de cambio fijo del peso ha sido corto y que se tiene que esperar a ver cómo se van produciendo las distintas adaptaciones al escenario económico y social. No es cierto. De hecho, todo este año la economía cubana se ha visto sometida a una expansión monetaria que ha elevado el porcentaje del indicador M2 (oferta monetaria amplia) a más del 120% del PIB, uno de los más elevados del mundo. No solo aumenta la cantidad de dinero, sino que parece fuera de control y en un enfoque de teoría cantidad de dinero de los precios, explica por qué, con la economía prácticamente estancada, aparece el fenómeno monetario de la inflación en espiral, un 66,7% a finales de octubre, de las más elevadas de América Latina.
La expansión monetaria, unida a un Banco Central que no toma decisiones, explica el hundimiento del peso cubano en los mercados informales, en presencia de una demanda sostenida de las divisas para hacer frente a compras en el mercado interior (tiendas en MLC). Incluso, las políticas de crédito se han establecido en MLC para los nuevos actores económicos privados. La gente quiere divisas, y como no hay reservas, el Banco Central no puede actuar para compensar estos procesos de modo que pierde el control monetario.
De lo expuesto, se concluye que, en un régimen de tipo de cambio fijo, como el creado por la Tarea Ordenamiento, la política monetaria es inefectiva porque se pierde control sobre la oferta de dinero, con el agravante de que en Cuba no existe la perfecta movilidad de capitales, pese a la apertura de la economía. En dicho sentido, la teoría sostiene que para controlar la cantidad de dinero en la economía habría sido más adecuado adoptar un régimen de tipo de cambio flexible. Las decisiones políticas adoptadas por las autoridades no lo decidieron así y ahora estamos donde estamos.
A lo largo de 2021, el régimen comunista ha mantenido lo que se denomina una política fiscal expansiva, que ha elevado el déficit por encima del 20% del PIB. La decisión de aumentar el gasto público apenas ha tenido efectos para incrementar la producción, y la economía, aunque ha ido recuperándose del golpe de 2020, en octubre todavía cerraría el año con un descenso del PIB, de 1,2%.
Cabe señalar que los efectos de las políticas monetarias y fiscales son completamente opuestos bajo tipo de cambio fijo y tipo de cambio flexible. En un sistema de tipo de cambio flexible la política monetaria es la única efectiva para expandir la demanda, mientras que en un sistema de tipo de cambio fijo, como el de Cuba, solo la política fiscal es efectiva, pero incluso, en este caso, los efectos sobre el PIB de la economía no han sido los esperados.
Las autoridades, antes de inclinarse por el modelo de tipo de cambio fijo, deberían haber tomado en consideración que en la economía es difícil manejar flexiblemente la política fiscal, por lo que este factor apuntaría a ventajas del tipo de cambio flexible. Con tipo de cambio fijo, un aumento de los tipos de interés a nivel internacional (y la referencia para Cuba es la FED de Estados Unidos que acaba de anunciar aumentos de tipos de interés en 2022) es equivalente a una política fiscal contractiva, provocando una caída del PIB. Como el tipo de cambio se mantiene fijo, tiene lugar una caída en la demanda agregada, que no se puede compensar con más exportaciones netas, que además reduce la reservas.
A corto y medio plazo, este es el escenario que se anticipa para la economía cubana en 2022. Si hubiera un sistema de tipo de cambio flexible, la depreciación que ocurre compensa los efectos recesivos de la economía. Ante shocks externos de demanda agregada, como el que va a venir del alza de tipos de interés, es preferible un tipo de cambio flexible. La rigidez del tipo de cambio puede acabar siendo un grave problema. Nada que ver con lo ocurrido hasta ahora. En un próximo trabajo se examinará por qué hay que asumir una devaluación nominal del peso.
En Cuba no hay una institución financiera independiente de la testosterona de los Castro ....
Muy interesante