La Tarea Ordenamiento ha golpeado a la mayoría de los cubanos. Sus efectos son, a solo dos meses del despliegue del paquetazo económico, más que determinantes en la vida cotidiana del país. Pero en ningún otro lugar de Cuba esto es más visible que en el campo.
Aunque frente a la grave escasez de alimentos sea una ventaja tener un pedazo de tierra, para los campesinos y sus familiares se incrementan los problemas.
"Con la crisis y la demanda alta de alimentos, se incrementan los robos de los cultivos y los animales. Ahora tenemos que hacer más guardia de noche, no podemos relajarnos", contó a DIARIO DE CUBA Luis Torres, un campesino de la zona de Colorado, en Mayarí.
"Hasta boniato están robando, algo tan difícil de sacar de noche", indicó.
Un asunto que golpea con particular dureza a los productores agrícolas es el desfase entre el nivel de incremento de los precios de los productos agrícolas y el de los insumos necesarios para su producción, que solo vende el Estado. Desde enero, los precios de venta de los alimentos que el campesino produce se incrementaron entre dos y tres veces, mientras que los insumos que proporciona el Gobierno lo hicieron entre cinco y diez.
"El fertilizante subió ocho veces, de 105 pesos a 843 pesos; los insecticidas, hasta diez veces. Un paquete de acefato (insecticida) costaba poco más de 40 pesos y ahora vale más de 400", explicó Gregorio Ramírez, agricultor tabacalero.
En ese panorama, la presión que ejerce Acopio sobre los campesinos es mayor que antes. Con la crisis y la carencia de divisas para las importaciones de alimentos, el Estado quiere hacer valer sus prerrogativas de requisar entre el 90 y hasta el 100% de las producciones. Y exige con fuerza lo pactado, mientras aplica multas a los campesinos que incumplen.
"La agricultura es una caja de sorpresas, no es algo al seguro. A veces no se dan los frutos como uno quisiera y pierdes o ganas muy poco, pero luego viene otra mejor y ganas bien", comentó Hugo, un campesino que fue multado recientemente por no poder cumplir con la entrega de frijoles.
"El día que cogemos una buena cosecha, el Estado (Acopio) lo quiere todo barato, pero a nadie le importa cuánto perdiste antes, y entonces no quieren que uno aproveche y gane un poco más al precio de la calle para recuperar lo perdido: hay que dejar que Acopio te pague al precio que impone el Gobierno. Ellos creen que eso es una ganancia muy grande, pero cuando pierdes, ¿quién te ayuda a recuperarte?", cuestionó.
Como en Holguín, la situación en Sancti Spíritus es durísima. La activista Aimara Peña lo ha apreciado desde diversos ángulos, dado su trabajo de años con comunidades del campo.
"El campesino no es un empleado del Estado y tampoco un 'cuentapropia', puesto que trabaja para comer y vivir. Así que está en esa disyuntiva: obligado a vender al Estado al precio que ese propio Estado le puso. Por ejemplo, está el precio de la leche, que solo aumentó un poco. Antes el ganadero vendía el litro a 4,40CUP y se lo pusieron a siete y algo. Ahora lo subieron a diez, pero sigue siendo poco, porque la producción no es muy alta", comentó.
"Los ganaderos no tienen recursos, no hay alambre ni nada. Como consecuencia, el poder adquisitivo de ellos bajó en 2021 con relación a lo que podían comprar en 2020. Eso impactó en su economía familiar", dijo Peña.
"Hay cooperativas a las que no les están dando absolutamente nada, ni combustible, ni recursos para fumigar, nada. Les dicen que la causa es el Covid-19 y el embargo. Pero la realidad es que en el mercado informal los productos que demandan los campesinos se consiguen. En 2020, un rollo de alambre se conseguía a 1.000 pesos. Pero este año no hemos podido conseguirlo. Para comprar en las tiendas en MLC hay que llevar el certifico de la tierra y tu carnet de identidad. Allí se encuentran los recursos que los campesinos están demandando, están hechas para ellos, pero son en dólares", explicó.
Para Peña, en este escenario de empobrecimiento, las mujeres campesinas padecen una situación mucho más grave, porque las consecuencias en sus vidas son más profundas, dado que "en el campo es mucho más feroz el tema del machismo".
Mientras la escasez tiene a los cubanos que habitan las ciudades deambulando por los mercados y haciendo enormes colas para conseguir qué comer, ¿qué hay en los mercados y agromercados del campo?
"En las zonas rurales no hay de nada. Solo lo que se produce localmente allí. Y existe mucha escasez, porque los que pueden se llevan los productos a vender a la ciudad, donde consiguen venderlos más caro", señaló Peña.
Según la activista, en los sitios donde existen todavía los antiguos puntos de venta TRD de productos en CUC, "lo único que está entrando es de vez en cuando es pollo y aceite, que venden racionados por la libreta, por núcleos familiares... Ni aseo, ni champú, ni todo lo demás".
Pero incluso lo que se consigue tiene precios asequibles a muy pocos. "El frijol está a 50 pesos la libra; arroz sacaron en un mercado a 20 pesos, pero voló; boniato y otras viandas, entre cinco y diez pesos la libra. La malanga sigue siendo lo más caro; el ajo a diez la cabeza, una cabecita mediana; el ají grandecito, tres ajíes a diez pesos; igual que la latica de ají cachucha. Aceite no hay en ninguna parte. Sacaron galones en las tiendas y hubo una matazón para comprar".
Por el lado de los cárnicos, el cerdo en el mercado La Plaza, de Sancti Spíritus, donde se vende a "precios liberados", está sobre los 60-70 pesos la libra. "Los jamones inyectados salen como a 90 pesos la libra. Y en el mercado informal, la carne de res, que se conseguía a 30 pesos la libra, ahora está a 65. Esa carne que es ilegal. Y huevos no hay. Dice la gente que está a diez pesos el huevo", enumeró Peña.
