El hambre es la manera de gritar de un preso. Impedido de comunicar su verdad por otra vía, el único lenguaje que le queda precisa de su cuerpo. El último control es su propio daño. Ahora, en la huelga de hambre, él será quien tenga la última palabra. Por eso los carceleros en Cuba se molestan tanto cuando un preso elige la rebeldía del hambre. A los presos políticos que deciden retarlos no solo los encierran en la celda de aislamiento correspondiente, sino que movilizan a familiares y hasta a sicólogos para convencerlos de abandonar el desafío y devolver a las autoridades el dominio de la tortura y la palabra.
Pedro Albert, profesor de Física y Matemática de varios preuniversitarios de Pinar de Rio y La Habana, preso político del 15N, lleva una semana convertido en discurso. Esta vez grita contra la injusticia de su condena y por la libertad de los presos políticos. Su alegato tiene, además, el acento de una enfermedad mortal de la que Pedro es sobreviviente pero que podría regresar con el maltrato.
Cuando la quimioterapia lo dejaba demasiado débil como para trabajar, Pedro Albert tuvo que abandonar su plaza en el preuniversitario Manuel Guiteras, en Marianao, para lidiar con el tratamiento contra el cáncer. Eso fue como a la altura de 2018. Pero en ese entonces hacía rato ya que Pedro Albert se sentía decepcionado de la Revolución y de su líder. En 2007, había escrito un breve libro donde exponía sus puntos de vista sobre la religión, la ideología, la política. Es un texto erigido en los conceptos de la ética judeocristiana, donde no es infrecuente encontrar líneas que hablan de la "alta condición moral y espiritual" como destino de la humanidad.
"En lo que más confío es en la alta organización del Universo y en el propósito que pueda tener con todos nosotros", escribe el autor en la introducción al libro.
De la lectura de sus páginas deriva un hombre obsesionado con el bien y la rectitud moral (como si nunca hubiera vivido en Cuba), alguien a quien los sicólogos de la Seguridad del Estado les será difícil manipular. En el último capítulo analiza la personalidad autoritaria de Fidel Castro —no sin procurar el equilibrio— y la conveniencia del socialismo en Cuba. "No es que seamos malos como seres humanos y estemos obligados a ser un pueblo pecaminoso y bajo; es que un régimen totalitario e irracional desde el punto de vista económico nos ha impuesto obediencia y falta de creatividad, quitándonos el entusiasmo por el trabajo", escribió Albert.
Diez años después de ese libro, el maestro de Física y Matemática, junto a su nueva esposa, maestra también de Matemática del preuniversitario Arístides Viera, enfrentan un conflicto laboral en el que delatan la corrupción de la directora de Educación del municipio Playa. La esposa de Albert quedó sancionada después de esa contienda y el profesor se dedicó a partir de entonces a denunciar la degradación del sistema educativo (que no es poca), confiando primero en las vías institucionales. Por su insistencia llegó a tener una reunión con la ministra de Educación de la época. De ella no quedó satisfecho y procuró un diálogo directo con Miguel Díaz-Canel.
En diciembre de 2020, con el país revuelto después de la huelga de hambre en San Isidro y el 27N, Albert anuncia en su página de Facebook que hará una caminata desde la estatua del Caballero de París, en La Habana Vieja, hasta el parque de El Quijote, en el Vedado, a favor de la libertad de expresión en Cuba y también "para cuestionar al presidente en una serie de aspectos como por ejemplo si los actos de repudio del Mariel él los consideraba o no terrorismo de Estado", según Pedro Antonio, su hijo.
Iba a ser su primera acción de calle como activista demócrata y fue demasiado. La Policía política lo detuvo por 24 horas, lo amenazó y le quitó el teléfono. Nada de eso impidió, sin embargo, que el 11 de julio Pedro se entusiasmara con la protesta nacional y decidiera sumarse a ella desde Guanabacoa "gritando que él no era comunista" y saludando un cambio de gobierno.
La Policía entonces lo detuvo por diez días y le abrió un proceso por "desórdenes públicos" por el cual le pedirían cinco años de cárcel. Quizás porque es un hombre enfermo aceptaron que fuera a su casa bajo fianza a esperar por el juicio. Pero tres meses después Pedro Albert desestimó todo peligro y decidió sumarse activamente a la convocatoria de la Marcha por el Cambio que hacía el grupo Archipiélago. Mediante varios videos colgados en Facebook, no solo instó a los cubanos a incorporarse, sino que prometió que caminaría él también.
Caminar, hablar, han sido los pecados de Pedro.
Sin esperar demasiado, el 3 de noviembre la Policía política le revocó la fianza y lo encarceló en Valle Grande, donde espera por el juicio hasta la fecha. Hoy se han llevado a Pedro a un hospital ignorado aún para la familia porque su salud se hace más débil a causa de la huelga de hambre. Nadie ha conseguido hacer que desista. Su nombre, junto al de Luis Robles, Andy García, Ktivo Disidente, es emblema de los cubanos inocentes, sin vínculos con ninguna organización política, que solo han querido expresarse en paz en su país.
No es improbable que el testarudo profesor de Física Pedro Albert decida fijar ese emblema para siempre, ganándole la batalla a sus captores.