La actuación del equipo de béisbol de Cuba en el Torneo Premier 12 fue bochornosa, al quedar relegado a una oncena posición, después de lograr apenas un triunfo agónico contra Australia y caer ante los equipos de República Dominicana, Corea del Sur, Japón y los locales de Taiwán.
Apuntamos en un texto previo en DIARIO DE CUBA que los cubanos arrancarían con el pie izquierdo al desconocer a sus rivales (viajan sin sabermétrico) y que en el béisbol moderno los partidos se ganan en las oficinas, gracias al estudio de los contrarios.
Además, hablamos de sus baches, de su joven e inexperto cuerpo de lanzadores y de una ofensiva engañosa que solo produce en casa, dentro de un torneo de baja calidad.
Sin embargo, lo visto sobre el terreno superó con creces los pesimistas pronósticos de varios analistas. El papelazo esta vez significó que la selección nacional ocupó el peor puesto en la historia del béisbol cubano.
Un décimo lugar en la edición de 2019 del Premier 12 y aquel famoso sexto escaño logrado en los Juegos Panamericanos de Lima lucían como los más escandalosos para un país que se vanaglorió durante décadas de tener la supremacía en todas las categorías del béisbol. El puesto 11 en este certamen constituye el nuevo récord negativo para la pelota de Cuba.
Pero más allá del resultado —pues los cubanos nunca salieron como favoritos ni siquiera para avanzar en su grupo clasificatorio— lo más notable es la manera en que se produjeron esas derrotas, la baja forma física de los bateadores de más caché dentro del equipo y el pésimo trabajo de la dirección.
Un dato que muestra cómo lució el bateo: entre los dos que han pisado un terreno de Grandes Ligas (Yoan Moncada y Erisbel Arruebarrena) y la otra pareja con resultados en la Liga Profesional de Japón (Alfredo Despaigne y Ariel Martinez) apenas conectaron un par de extrabases (dobles), ambos en el último partido.
Entre todos, solo impulsaron tres carreras y compilaron para .203 de average ofensivo, al conectar 14 induscutibles en 69 comparecencias oficiales en el cajón de bateo.
Pese a esos números, esos atletas jamás fueron llevados a la banca por una dirección comprometida hasta los tuétanos con intereses extra deportivos y un manager sin poder de mando ni carácter para enfrentar los desafíos.
De nada sirvieron las largas jornadas de entrenamiento antes de partir a la sede del Grupo B del certamen ni la gira por Asia, donde los atletas tuvieron la oportunidad de jugar varios partidos, un privilegio que pocas veces tienen otros conjuntos cubanos antes de un evento internacional.
El pitcheo fue mal manejado, al violentarse roles y no identificarse los lanzadores que llegaron en una mejor forma deportiva, a pesar de todo el tiempo que estuvieron juntos los integrantes del equipo.
Como a perro flaco siempre se le pegan las pulgas, el lanzador estrella de la selección, Liván Moinelo, el más efectivo este año de la Liga del Pacífico en el circuito rentado japonés, estuvo enfermo desde el primer día, aquejado de gripe y problemas estomacales.
El zurdo cubano perdió dos juegos y en solo cinco entradas de actuación permitió un total de ocho carreras, cuatro de ellas empujadas por un cuadrangular con las bases llenas.
Este desastre se une al de hace unos días en la llamada Copa del Caribe, celebrada en Bahamas, donde una selección de talentos se ubicó en el tercer escaño entre seis equipos, luego de sufrir derrotas ante Curazao e Islas Vírgenes de Estados Unidos.
El próximo reto del béisbol cubano será en enero de 2025, en la primera edición de la denominada Serie de las Américas con sede en Nicaragua, un evento alternativo que crearon varios países tras no ser invitados a la Serie del Caribe.
Es muy simple, el beisbol cubano no puede aislarse y estar al margen, de la crisis multisistémica y terminal que asfixia a Cuba. Y punto.