La talentosa escritora cubana Martha Luisa Hernández Cadenas acaba de publicar en una prestigiosa revista el poema "Lo veo en todas partes", bajo un membrete que lo secciona como poesía. Disfruté mucho el intenso texto, cuya urdimbre versal —¿versos o renglones?— está sabiamente lograda por la joven autora. Ella logra estructurar la crónica de un recuerdo, actualizarlo —editarlo como se hace en la postproducción con las películas— con sobriedad en los calificativos y sentido dramático en las alusiones y elusiones para intensificar la expresividad, cualificar los efectos anímicos en el lector gracias a su implícito lirismo romántico.
Al releerlo para identificar mi favorable opinión —cualificar mi gusto— he experimentado una vez más la duda que me acompaña desde que el socorrido prefijo neo permitió un deslinde filológico, alrededor de los finales del pasado siglo XX. Entonces comenzamos a considerar —yo entre ellos— dos grandes vertientes: la neobarroca y la neocoloquial; según una conferencia que sobre "Poesía cubana actual" dicté en Harvard, en diciembre de 2018, hace seis largos años, por lo que su "actualidad" —como siempre le ocurre a lo actual— ya es agua quemada.
Aquella duda sobre la eficacia del prefijo que debiera significar "nuevo" hoy es perplejidad y titubeo. Ni tan neos, es decir, tan novedosos; ni muchos de los que aparecen como poemas albergan algún valor artístico, como todo el mundo sabe y pocos afirmamos en público.
Aunque —con una pizca de justicia— por lo menos en el ancho cauce neobarroco no padecemos confusiones en que son poemas, lo que no puede decirse de los neocoloquiales. No obstante, en ambas autopistas es difícil estacionar poemas de valor artístico, porque a las horas pico los embotellamientos casi ciegan, agotan paciencia y ánimo, pueden hasta conseguir que las entendederas se tupan.
De ahí que al arribar el 2025 pueda venir bien el prefijo trans, por lo que tendríamos poesía transpoética, que atraviesa la poesía; con lo que el neo queda para la historia del género —con algo de arqueología—, como le ocurrió al anti de los burlescos antipoemas del irónico poeta, traductor y matemático chileno Nicanor Parra. Ese trans de ahora va más allá de los clásicos épica, lírica y dramática. Los trasciende al ignorarlos, al llegar a otro lado.
¿Podría decirse transpoema? Tal vez sí, pero carga una hipoteca difícil de pagar, sigue habiendo una cuenta pendiente con la poesía y el poema. Tal vez lo sensato es hallar una palabra libre… De ello hablaré —lanzaré una sugerencia— en el último párrafo o grafiti de este atrevimiento, apunte que apenas pretende involucrarlos a ustedes en las reflexiones, invitarlos a un juego de palabras.
Además, los transpoemas o crónicas poéticas, tampoco quedan libres del tumulto, similar al turismo de masas y telefotos con iconos al fondo…. Otras generosas y caritativas revistas y editoriales —ni la Madre Teresa de Calcuta les hubiera ganado— ya se encargan de mantener un embotellamiento que ni es neobarroco ni neocoloquial ni neoconceptualista ni transpoético. Lo único neo y trans que tienen pasa por ser amigos de los amigos —lo que sería aceptable— hasta ser amigo de un poderoso caballero que Francisco de Quevedo retrató en el siglo XVII —lo que es comprensible—.
Lo indubitable es un optimismo realista, que trans-pasa las nomenclaturas en los nuevos textos que escriben cubanos de varias generaciones biológicas, dentro o fuera del archipiélago, de la Cuba agónica que bracea por los pantanos de su aciaga historia reciente; cuya intelectualidad disidente —carente de prejuicios sectarios por ideologías, creencias y demás hierbas sin aroma— sabe disfrutar las obras de arte literario
Basta con sugerir —otro ejemplo— la lectura del reciente cuaderno La pared de María Elena Hernández Caballero, reconocida como una de las voces valiosas de la actual poesía en español; junto a Reina María Rodríguez y José Kozer (ambos han obtenido el Premio Pablo Neruda), entre los autores cubanos que residen en Miami, parte esencial del nutrido grupo de escritores y artistas exiliados.
Porque es mentira: el nombre no siempre hace la cosa. Por ello quizás lo sensato sea seguir bautizando textos como poemas, escritores como poetas… Atribuirles nuevos rasgos estilísticos —¿subversivos?—, recrear las clásicas distinciones mientras disfrutamos de autores fuertes en cualquier lengua que tienen la generosidad de regalarnos —¿por qué no?— poemas sin necesidad de letras cursivas. Poemas.
Paul Eluard escribió poesía “en prosa”. Lo bueno, lo imperecedero, está en ritmo, creo yo. Gracias