I
Hueso pelado.
Coral muerto.
Agua de nieve que ha dejado
ese dibujo de troncos largos y ramas crispadas.
Negativo del bosque.
Una memoria.
Relampagueo en el azul.
Mástiles.
¿Quién te lee?
¿Quién busca seguir tu albina
y a veces luminosa caligrafía?
Cada hoja tuya de verde tierno
revolotea sola. Bruma nueva
por donde pasa el blanco. Troncos y ramas,
segmentos de tu alejarte de ti,
hacia arriba, allá arriba,
hacia abajo, aquí abajo.
Blanco de cal. Tuétano de esas hojas
que llevas como prestadas.
En el juego a la soledad de los bosques
eres el solitario.
Anémico y clorofílico.
Orgulloso.
Despechado.
Muerto en vida.
Una ronda ejemplar para quien se dice:
mejor lo dejo.
Bien podría explicarme.
No era eso.
No soy eso.
Y, sin embargo…
Mejor lo dejo.
Y aquel follaje de verde tierno
(lozano para siempre es también el error)
que viaja en el bosque por encima del bosque hacia el bosque.
Reguilete. Ráfaga.
Como si se fuera.
Bien podría explicarme.
A veces resulta simple.
Un giro apenas para alguien con suerte.
O con astucia.
Mas ese momento,
ese rebuscar de gestos y palabras
anteriores a gestos y palabras,
y después de anteriores
todavía primeros.
El vergonzoso esfuerzo de intentar sacar a alguien
de una idea de ti.
Reguilete de hojas. Voladora fijeza.
Y aquí abajo, el paso amplio,
la sucesión de troncos.
Mejor lo dejo.
II
Pero la luna le dice al día:
es mi emisario.
Su blanco de leche cuajada
atraviesa todas tus horas
y vuelve a mí.
Pero el sol le dice a la noche:
es mi emisario.
Su blanco de leche cuajada
atraviesa todas tus horas
y vuelve a mí.
Alessandra Molina nació en La Habana en 1968. Sus últimos libro de poemas publicados son Otras maneras de lo sin hueso (Leykam Verlag, Graz, 2008) y Algodón del sueño, cuchillo de los zapatos (Rialta Ediciones, Querétaro, México, 2017). Rialta Ediciones ha publicado su Poesía reunida. Este poema pertenece a un libro inédito.
