La paciente debe deletrear,
primero su apellido, después su nombre.
La enfermera debe verificar,
tiene los ojos en la mesa contigua,
en los papeles,
mientras mete sus manos de mujer obesa
en los guantes de goma.
La jeringa se pierde entre sus dedos,
en sus manos salidas de una bata
con tiras y florecitas azules
no muy distinta a la que podría llevar la paciente
si la dejaran internada allí ese día.
La aguja está a punto de pinchar la vena
pero la paciente ha perdido una vocal
y la enfermera se detiene.
¿Quiere enseñarle?
¿Regañarle?
La aguja está en el aire,
merodeada por las vocales débiles y fuertes del alcohol.
"El inglés no es su idioma, continúa", ordena en inglés alguien
hasta entonces oculto tras los equipos,
y la aguja entra con la mayor delicadeza posible,
sale con un guiño último, delicado también.
El guiño de una aguja en una jeringa parecida a un juguete.
Las mesas continúan en su vuelo metálico por los corredores.
Los frascos e instrumentos tintinean.
La paciente piensa en la persona tras los equipos,
en la benevolencia que le dedicó,
pero sus ojos y su benevolencia están
en aquella espalda ancha
con florecitas azules que se aleja.
Recipientes sellados aunque abiertos,
reactivos sinuosos, aunque precisos,
remotos, aunque veloces,
¿en qué mesas y en qué largos pasillos
tintineamos? Y brota en la paciente, a su pregunta,
una extraña alegría,
como si en verdad las muestras de su sangre
de camino a un laboratorio esa mañana
importaran muy poco.
Alessandra Molina nació en La Habana en 1968. Sus últimos libro de poemas publicados son Otras maneras de lo sin hueso (Leykam Verlag, Graz, 2008) y Algodón del sueño, cuchillo de los zapatos (Rialta Ediciones, Querétaro, México, 2017). Rialta Ediciones ha publicado su Poesía reunida. Este poema pertenece a un libro inédito.