El escritor cubano Alejandro Robles, autor de Gabinete de dragones (Eolas Ediciones, 2022), regresa con El cuchillo de Lichtenberg, publicado bajo el mismo sello editorial. Amante de las distancias cortas, Robles nos ofrece una colección de cuentos breves y microrrelatos. El título del libro, tan atractivo como enigmático, alude a un célebre aforismo del filósofo, escritor y matemático alemán Georg Christoph Lichtenberg: "El cuchillo sin hoja, al que le falta el mango". Ese aforismo, convierte al filósofo alemán en el creador de un objeto invisible.
La portada, concebida por el artista Julio Arana, muestra la huella de un cuchillo que ya no está, pero es también una suerte de trampantojo: unas veces parece ausente, otras, en relieve. Cuchillo sin mango y sin hoja, pero filoso, sin dudas.
En su prólogo, el ensayista Luigi Amara, señala que El cuchillo de Lichtenberg se lee como una de esas colecciones misceláneas que suelen abreviar muchos siglos y compendiar diversas literaturas". Afirma, asimismo, que "estamos en presencia de relatos humorísticos, otros de talante más trágico y cruel, que hacen las veces de lupa que distorsiona la realidad, novelas metafísicas que alcanzan su clímax en pocas líneas, acertijos de aire oriental, parábolas de timbre bíblico".
A diferencia de Gabinete de dragones, consagrado exclusivamente a la figura mítica del dragón, El cuchillo de Lichtenberg aborda una amplia variedad de temas y condensa un gran número de argumentos. A pesar de eso, la obra no es caótica y los cuentos se enlazan en una sutil armonía como los hilos de un inmenso tapiz.
Hay cuentos que tejen una relación con los textos de otros autores o que remiten la figura de algún escritor. Hay autores que solo son evocados, sugeridos apenas, como en el caso de "Botones" donde aparece el escritor Enrique Vila-Matas sin que sea nombrado siquiera. El espíritu lúdico está presente en estas páginas. Libro híbrido de géneros que combina cuentos minúsculos con otros más extensos, aunque esos que califico de extensos difícilmente superan las tres páginas. Sus relatos breves son vertiginosos, ráfagas que atraviesan la página y dejan un orificio a través del cual es posible entrever otro mundo. Los relatos de Robles se disfrutan desde la extrañeza y unos hacen sentir lo perturbadora que puede llegar a ser la realidad. Es notable asimismo su sentido del humor, esas pequeñas revelaciones momentáneas que van más allá de toda lógica convencional y que desafían su autoridad. El humor de Robles está libre de retruécanos, reposa en el ingenio y está hecho de sutiles ironías.
No hay en este volumen un solo cuento que no sea, en mi criterio, una acabada miniatura. En una entrevista, Alejandro Robles afirma que "el microrrelato es un árbol convertido en palillo de dientes". La definición me parece tan acertada como ocurrente. El árbol se yergue sobre sus raíces como un animal con infinidad de pies y su tronco se despliega en un sinnúmero de ramas. Esas ramificaciones equivalen al cuento extenso o a la novela. El palillo de dientes perfectamente pulido al que alude Robles puede hundirse en la tierra y mantenerse erguido, como si tuviese una raíz puntiaguda de un solo pie, un pie de bailarín. Sin embargo, las ramas de las que carece no debemos imaginarlas, sino agradecer que no existan.
La reseña de un libro de relatos breves no debe pecar de la extensión. Me atrevo a decir que en los textos de este volumen están presentes los grandes y los pequeños gestos de la literatura. La recompensa está en el sabor peculiar de las piezas que componen el libro. Cada cuento, como toda buena fábula, es capaz de interpretaciones muy diversas. Quizás por eso Luigi Amara concluye: "Infiero que, como corresponde a un libro infinito, su relectura será siempre cambiante".
Alejandro Robles, El cuchillo de Lichtenberg (Eolas Ediciones, León, España, 2024).