Un caballo, las riendas sueltas, una senda
apartada, un jinete
incierto se aleja,
adónde, no queda
claro el caso es irse.
Vaya con Dios, ambos quietos, ahora que
se sabe que no hay
Resurrección.
En la ladera almuerza arroz con leche (se
quiere casar con una
viudita de la Catedral):
se lava la cara en una
laguna a unos pasos,
se cepilla con pasta
Gravi, regresa, sube
llevando a su caballo
de la rienda.
Aquí, hasta aquí, qué más da: se sienta en el
suelo a comer una
galleta de sal con
mantequilla dulce,
mermelada de
arándano rojo: a
partir de ahora,
aquí la casa, unos
libros, quizás la
escritura.
Años más tarde, tras unos reconocimientos, le
pedían entrevistas,
las agradecía no
las concede (jamás,
majás de los majases)
aducía que su tiempo
se le iba estudiando a
diario las bayas,
grosellas, y de
momento propiedades
del agracejo.
Lo descartaron, bicho raro, sus últimos veinte
años con su mujer
hicieron una vida
juntos pero no
revueltos, ni perros
ni gatos, en vez del
caballo un fotingo,
murió con una
sonrisa de lado a
lado casi termina
de ver la película
con los tres chiflados.
José Kozer nació en La Habana, en 1940. Autor de una extensa obra poética, recibió en 2013 el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda. Para celebrar sus 80 años, Ediciones Rialta publicó un volumen de sus ensayos, Cartas de Hallandale (Querétaro, 2020), la edición bilingüe de su poemario Carece de causa (traducción al inglés de Peter Boyle, Querétaro, 2020) y una entrevista de Gerardo Fernández Fe: José Kozer. tajante y definitivo (Querétaro, 2020). Este poema pertenece a un libro inédito.