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Poesía

Una casa oscura en algún lugar del mundo

'Y por qué tendrían que/ compadecerse de nuestra/ suerte cuando, primero que/ nosotros, empiezan a caer/ en fila todos con los que/ alguna vez pasamos la noche.'

Ciudad de México
Fotograma del sexto capítulo de 'Escenas de un matrimonio', de Ingmar Bergman, 1973.
Fotograma del sexto capítulo de 'Escenas de un matrimonio', de Ingmar Bergman, 1973. CineyTV

 

La vez que fuimos a mudarnos juntos
olvidé decirte sobre la enfermedad
de que estábamos hechos. No creo
tuvo que ver con desconsideración,
sino más bien se trató de no saber
amasar un sentido al conjunto
de los síntomas. Todos hemos estado
alguna vez en ese sueño donde salimos
levitando de la cama contra nuestra
voluntad o en que los seres queridos
se alejan por un camino entre las yerbas
altas sin que podamos hacer nada
para retenerlos, pero también fuimos
empujados al despertar cuando
la máquina de los deseos echa a andar
y no encontramos en la justificación
a nuestras exigencias algo que pueda
ser presentado ante los otros
sin sonrojarnos. Y entonces volvemos
a descubrirnos pasando las hojas
de los cuadernos de anatomía
con la misma inocente insolencia
de cuando éramos niños pero
también con igual desconcierto.
La mente puesta en saber
si alguien vendrá a levantarnos el día
en que resbalemos con las luces
apagadas y acabemos varados
junto a la bañera como esos grandes
mamíferos acuáticos que van a morir
en las orillas de las playas mientras
los curiosos contemplan detrás
de un perímetro bien trazado
el espectáculo de las toneladas
de carne que comienza a pudrirse
en la arena. Y aún es demasiado pronto,
dicen los noticiarios, y es necesaria otra
camada de estudios para filtrar algo
cierto de la insistencia estadística
del fenómeno. De golpe nos
intentamos convencer de que,
aunque no queramos ir
a comprobarlo, ya debemos
haber madurado y, en esta ocasión,
somos conscientes de nuestros
propios límites, por lo que no existe
ninguna razón para que tenga
que repetirse de la misma forma.
Y por qué tendrían que
compadecerse de nuestra
suerte cuando, primero que
nosotros, empiezan a caer
en fila todos con los que
alguna vez pasamos la noche.  
E incluso ahora que estamos aquí
dejando gastar la oportunidad de
reconocernos en el otro
cuántos vendedores no tocarán
a la puerta ofreciendo esos metros
de libros con los que de una vez
y por todas decoraremos las paredes
de nuestro tiempo en común.
Ese algo que no podemos describir,
que si insistimos se evaporará y
habrá que salirlo a buscar en las
charlas que no terminaron
de brotar como espigas, en los
caminos que se abren a partir
de una frente contraída.

 


Ibrahim Hernández Oramas nació en Matanzas, en 1988. Es fundador y miembro del equipo del sello editorial cubano con asiento en México Rialta Ediciones. Este poema pertenece a un libro inédito.

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