"una niebla, y más lejos otra niebla"
Emily Dickinson
"bello al reflejarse y disiparse en una niebla"
Anne Carson
para Mildred
Hay mucha niebla en el patio trasero
(y colectivo)
que en realidad no es un patio
ni da a ningún lugar.
Una extensión de tiempo y pino
oscuro y verde:
"amuletos de pino" —digo—,
que el viento eufemísticamente provoca
y convierte en jardín.
Detrás de todo lo que deja un año que termina
no se sabe cómo,
se vuelve a empezar.
La neblina baja para reflejar esa inquietud
por los hombros caídos hasta los zapatos
que tratamos de levantar
de su paso retraído
a esta hora de la madrugada
cuando entran los gatos muertos
al trozo común de hielo que se derrite.
Entonces el olor a humedad,
corroe la poca seguridad que tengo.
Más acá del perfecto jardín que no es,
hay un salón con hierbas altas
donde los vecinos han puesto
butacas para la representación,
pero ya nadie se reclina
en sus cojines de lino blanco
olvidados por todos allí.
La lluvia empapa las cortinas
de un telón desgarrado a la intemperie:
la pelambre de un gato gris
que afuera sueña con entrar
a un desconcierto aún mayor.
Miedo de abrir la realidad otra vez,
y perderme.
Miedo de no saber qué es un jardín.
Reina María Rodríguez nació en La Habana, en 1952. Autora de numerosos libros de poesía, algunos de los más recientes son: O piano /El piano (Lumme Editor, São Paulo, 2014) y Poemas de Navidad (Bokeh, Leiden, 2018) y Achicar (Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro, México, 2021). Este poema pertenece al libro inédito Allí estaría la noche.