De manera que así son las cosas.
Los amañados pasos
y el whisky en la penumbra del patio,
atento al eco de la orquídea.
Has tocado el agua separada en la fuente
y no te asombran las visitas de tus muertos.
¿Serás tú el visitante?
Tu padre más joven que tú.
El abuelo más joven que tu padre.
Todos con la repetida ropa
de las fotos que has perdido de ciudad en ciudad
y la mirada de incrédula alegría
con que se mira al niño
detenido en el umbral
luego de un largo, inútil viaje.
Ahora abrirás las cartas
que te apartaron de amigos y mujeres,
hartos de esperar que tú también.
Tú sin nadie con quien de nada
ni ventana para otro sábado.
De aquello que has visto
y aquello que no fuiste a ver
perduran fragmentadas siluetas
y la escueta inscripción
en la áspera cerámica del naufragio.
Nunca entrarás con la Legión Extranjera
en remotas aldeas ecuatoriales
donde Francia todavía es fiel a su destino.
Hoguera y jabalí en la inconquistada noche
de gentes reacias al teorema y la cruz,
a las arquitecturas que educan y curan
y proclaman que no hay belleza sin verdad.
Este es el recodo del camino
donde reza en gastadas letras blancas
que a partir de aquí ya nada queda lejos.
El libro que retomas en la mañana
(tu letra de antaño en las notas al margen)
acaso revelará su secreta lectura,
porque nadie lee sin leerse hasta que Dios,
el crítico Dios que escribió Falstaff y Moby Dick,
remueve el velo de sus ojos.
Agotada la cuestión teológica,
sus debatibles definiciones por analogía,
se te impone la perplejidad
de una cotidiana resurrección.
¿Quién iba a decirte que a esta edad
solo acecharía el peligro de ser feliz?
Cada nota un adagio.
Otra vez el Levi's 505 y el pulóver blanco
y el tanque lleno de gasolina
y la certeza en proporción a la velocidad
de que lo aprendido es lo desaprendido
y lo ocurrido volverá a ocurrir.
Así las cosas,
date el lujo de hablar a solas
y nombrar plantas y especies
por su inmutable número.
A veces,
lo escrito no puede ser borrado
y la neblina se aferra al río.
Año de menos, hora de más,
no vayas a soltar moneda
al cruzar ese puente de jade.
Andrés Reynaldo nació en Calabazar de Sagua, en 1953. Este poema pertenece a un libro inédito.