Las ciudades y los elementos que las componen entrañan historias curiosas de ires y venires que expresan una red de conexiones y aspiraciones entre lugares y gentes del mundo. En los últimos 500 años las ciudades cubanas han incorporado modelos de planeamiento urbano, estilos arquitectónicos y obras de arte monumentales que marcan los principales referentes que por tradición o anhelo se han seguido atentamente. Por tanto, no es casual que encontremos motivos decorativos y arquitectónicos similares o idénticos a aquellos que visten calles de Europa y Estados Unidos. Tampoco habría de extrañar saber que en Cuba han existido, y existen, réplicas de obras de arte mundialmente conocidas y de gran cualificación artística.
Si pensamos en las esculturas monumentales famosas de los tiempos modernos, encabeza la lista la Estatua de la Libertad neoyorquina (1884), inaugurada en 1886. Esa gran dama que simboliza unas de las principales aspiraciones personales y sociales fue construida con el propósito de celebrar el primer centenario de la república estadounidense, que se inició con la declaración de independencia del 4 de julio de 1776.
Dicha Marianne se identifica por la corona radiata, que desde tiempos romanos ha sido símbolo de poder divino, y por portar en una mano una antorcha y en la otra una tabla con la inscripción de la fecha celebrada. A los pies tiene unas cadenas rotas. Aunque es la más conocida, no fue la primera de su tipo. En Madrid le anteceden dos esculturas que, con atributos similares, tal vez le sirvieron de inspiración.
Antes que ellas está el cuadro de Eugène Delacroix de 1830, La Libertad guiando al pueblo, donde la alegoría porta una bandera francesa y un fusil. Sin embargo, las representaciones escultóricas españolas fueron las primeras en incorporar el tocado radial que tanto identifica al ícono norteamericano. La de Delacroix, en cambio, se cubre con un gorro frigio, símbolo de la libertad y la república.
La más antigua es un altorrelieve de 1848, situado en el frontón del Congreso de los Diputados, en Madrid. En sus manos porta una espada y una corona de laurel. Tiene como la americana los senos cubiertos. La segunda es una escultura exenta de 1857, hoy situada en el Panteón de los Hombres Ilustres en la capital española. En las manos lleva un cetro y un yugo roto. Ambas fueron hechas por el zaragozano Ponciano Ponzano quien, a diferencia de Frédéric Auguste Bartholdi, creador de la Libertad neoyorquina, no patentó derecho de autor.
En lo adelante aparecieron versiones de la Estatua de la Libertad en distintas ciudades del mundo, todas en celebración a la república, a sus ideales y por aquellos que entregaron su vida para alcanzarlos. Cuba no demoró en adquirir una, de hecho, llegó a tener cinco.
La primera fue la del Parque Central de La Habana. Terminada la guerra, había sido retirada de ese sitio la figura de Isabel II. En 1899, por encuesta popular se determinó que la sustituiría un monumento a José Martí. Sin embargo, en 1902 la escultura no estaba lista. Para celebrar la inauguración de la República, el alcalde habanero compró en Estados Unidos una Estatua de la Libertad de calamina y allí la situó para las fiestas. La Libertad había sido la segunda opción ganadora en la encuesta de 1899, con una diferencia de solo cuatro votos.
La estatuilla, no obstante, era bastante desafortunada. Se decía fea, y para colmo portaba un escudo de los Estados Unidos. Como triste versión de la americana, en la mano derecha llevaba una antorcha con bombilla. Duró hasta que un ciclón la derribó en octubre de 1903. Entonces el nuevo alcalde la donó al pueblo de Güines. Allí presidió la Plaza Mayor hasta que en 1910 fue destruida por un huracán.
Las cuatro que le siguieron fueron mucho más adecuadas, hermosas y sobreviven hasta hoy. Una de ellas fue esculpida en mármol por José Vilalta de Saavedra para el Parque de la Independencia de Puerto Padre, Las Tunas, e inaugurada el 20 de mayo de 1905. Lleva un escudo con la palabra "Libertas", y guarda cierta desproporción con el pedestal, no obstante, es una figura muy bella.
Una relación más armoniosa con la base, tienen las de Remedios (1906) y Gibara (1915). Ambas se alzan sobre una estructura rocosa que representa la vencida esclavitud. Están tocadas con un gorro frigio, pues ninguna de las representaciones cubanas empleó la corona radiata, sin embargo, levantan regias la típica antorcha. En la mano contraria lleva la villaclareña una espada y la holguinera un pergamino con la fecha 25 de julio de 1898, marcando el momento de entrada de los mambises a la ciudad.
La Libertad de Remedios, del escultor Carlo Nicoli Manfredi, es muy similar a otra escultura suya llamada La Guerra, que desde el siglo XIX estuvo en el balcón central del Palacio de Gobierno de Guadalajara, México; y que desde la década de 1920 se conserva en el Panteón de los Gringos en Colima.
Muy especial es la de Matanzas, situada en 1909 en el Parque de la Libertad, donde acompaña la figura de José Martí. Aquí no hubo que decidir entre uno y otro, sino que los dos conforman un solo monumento. Esta Estatua de la Libertad, del escultor italiano Salvatore Buemi, es la más peculiar. Evita la postura convencional de sus homólogas para incorporar mayor movimiento y expresividad. Las cadenas que tienen la americana, la remediana y la gibareña en los pies, las tiene en las manos la matancera, y las rompe. Sus senos desnudos, su ropa y el gorro frigio recuerdan bastante a la pintada por Delacroix. Es la única de las cubanas realizada en bronce. Con certeza es una obra de gran fuerza visual y simbólica.
Así como la independencia trajo la primera Estatua de La Libertad al Parque Central habanero, también le hizo perder a este mismo sitio un precioso monumento dedicado al Descubrimiento de América, encargado en 1891 por el Ministerio de Ultramar. En 1898 ya estaba listo, pero no había sido enviado a la Isla. Tras la derrota de España su traslado se canceló y se le buscó nuevo destino. Ese mismo año fue adjudicado a la ciudad de Valladolid, donde murió Cristóbal Colón en 1506. Tras mostrarse en la Exposición Internacional de París de 1900, se inauguró en 1905 y aún hoy constituye el conjunto monumental más importante de Valladolid.
En el próximo artículo descubriremos más esculturas que por distintos azares compartimos con el mundo.
Estas notas de Yaneli Leal siempre traen informaciones de importancia y curiosas. Solo me imagino --porque nunca he visto una foto-- esa estatua de calamina en el Parque Central. Es una suerte que un ciclón se encargó de ella.