En mi artículo de la semana pasada comentaba la nueva declaratoria de la CUJAE como Monumento Nacional. A pesar de que la misma no abunda en la riqueza de su patrimonio educativo, resulta importante su reconocimiento como representante excepcional de la arquitectura moderna cubana.
Dentro del amplio catálogo de obras y sitios patrimoniales del país, ha sido intenso el trabajo de valorización del fondo construido más antiguo. Esto enlaza con las primeras posturas patrimonialistas, donde la antigüedad constituía un aspecto fundamental en la caracterización del legado cultural de las ciudades. Con los años y el avance teórico, se ha ido incorporando una variedad de bienes de más compleja identificación que entrañan un análisis distinto atendiendo a su tipo (industrial, subacuático, inmaterial, vernáculo, etc.), pero que apuntan la gran diversidad que existe y exige nuestra atención y cuidado.
Su identificación llega con bastante retardo al conocimiento general de la sociedad, por lo que son preciados aquellos medios que posibilitan su difusión, posibilitando a la gente comprender los valores del espacio donde viven y los objetos patrimoniales que les son cercanos, así como su compromiso intergeneracional y responsabilidad en su salvaguarda. Sería oportuno aspirar a una concienciación patrimonialista más amplia y sustancial de la sociedad cubana, que le posibilite identificar mejor lo que le circunda, así como una mayor conciencia y responsabilidad de la administración para su manejo y preservación. Para ello la cultura y el patrimonio deberían ser temas frecuentes y transversales como lo es el cuidado del medio ambiente.
Uno de los tipos de patrimonio aún preterido es el asociado al Movimiento Moderno. Gran parte de la arquitectura desarrollada en Cuba entre las décadas de 1930 y 1960, es reconocida por su excelente factura y calidad estética; testigos de una época en la que, como dijo Mario Coyula, "aún no se había aprendido a construir mal". Sin embargo, no siempre se reconoce el carácter excepcional de algunos diseños, ni el impacto que han tenido en la formación de un lenguaje arquitectónico que se manifiesta hasta hoy en las mejores propuestas contemporáneas.
Al no saber identificar los rasgos fundamentales de este estilo, se acometen intervenciones inadecuadas, se retiran o sustituyen elementos importantes del diseño, y se incorporan otros que contravienen la esencia misma de la estética racionalista. Esto sucede tanto en inmuebles privados como estatales. Por eso, el hecho de que una obra moderna se incorpore al conjunto de monumentos nacionales es una noticia importante, y debería exponerse con todos sus matices a la sociedad, aprovechando la oportunidad para instruirla culturalmente. Por otra parte, sería justo subrayar que el propietario del bien está desde ese instante obligado por ley a "garantizar su conservación y absoluta integridad", y la sociedad así debiera exigirlo.
Con la reciente declaratoria de la CUJAE, suman diez las obras del Movimiento Moderno reconocidas como Monumento Nacional en el país. Un número bastante escueto si se tiene en cuenta lo que representa del total aproximado de 276 bienes registrados en esta categoría. Aquí se reúnen sitios naturales, arqueológicos, y un número importante de monumentos, construcciones y lugares asociados a personalidades y hechos de la cultura y la política. Este último criterio ha sido predominante, con lo cual no todos los inmuebles incluidos en la lista tienen valor arquitectónico sino histórico. Separando aquellos que sí pueden valorarse desde el punto de vista constructivo, apenas suman 79 inmuebles y 14 centros urbanos, aproximadamente.
Aunque la actual Ley de Monumentos es de 1977, fue en 1996 cuando se registró la primera obra de arquitectura moderna, la Unidad Vecinal no. 1 (1960), hoy reparto Camilo Cienfuegos. Es el mejor conjunto urbano construido en la capital después de 1959, paradigma de la vivienda social, y junto a las Escuelas Nacionales de Arte y la CUJAE, uno de los tres íconos de la arquitectura de los años 60. Estas últimas, sin embargo, demoraron en incorporarse a la lista: 14 años las Escuelas de Arte (2010) y otros 14 la CUJAE (2024).
Al reconocimiento nacional de las Escuelas de Arte precedió una gran visibilidad internacional, con la publicación en 1999 del libro de John Loomis, Revolution of Forms: Cuba’s Forgotten Art Schools, y en 2000 su incorporación al programa World Monuments Watch, "con el objetivo de llamar la atención sobre la importancia mundial de este patrimonio y la necesidad de sumar esfuerzos para preservarlas". En esta misma década, profesoras de la CUJAE como Eliana Cárdenas y Ángela Rojas redactaban su propuesta para la declaratoria patrimonial del campus tecnológico. Más recientemente los profesores de Arquitectura del Grupo para la Conservación del Patrimonio Cultural de la CUJAE, han conseguido dar los pasos definitivos para su final aceptación. Lo que nos demuestra que, a pesar de los atributos y significación de estas obras, no es llano el camino para conseguir el merecido reconocimiento.
Es expedito cuando se detecta un apéndice político que impulsa la declaratoria, como fue el caso del Palacio de Justicia de Santiago de Cuba (1952). Su declaratoria de 1998 responde, sobre todo, al hecho de haber sido uno de los inmuebles protagónicos de las acciones del 26 de julio de 1953. Por su parte, la Plaza de la Revolución (1953-58), aunque de magnífico diseño y representatividad simbólica, debe en gran medida su declaratoria de 2010 al fuerte vínculo que tiene como espacio político.
Otros dos campus universitarios modernos fueron incluidos como Monumento Nacional: la Universidad Central Marta Abreu de Las Villas (1952) en 2009, y la Universidad de Oriente (1947) en 2021. Esta última está compuesta por edificios muy heterogéneos, donde destacan los construidos en la década de 1950. La Universidad de Las Villas, en cambio, es el complejo arquitectónico mejor logrado del país con una alta cualificación paisajística y calidad de diseño.
Los otros inmuebles racionalistas reconocidos por su excepcional concepción arquitectónica son el Cabaret Tropicana (1951-56) en 2002 y el Hotel Riviera (1957) en 2012, lo que lo ha librado de correr la fatídica suerte del Internacional de Varadero. En 2014 fue registrada también la calle Rampa, importante eje cultural de La Habana moderna donde se sitúan notables inmuebles racionalistas. Aunque debería, esto no ha impedido la construcción del mastodonte de la calle K, que acumula muchos argumentos en contra. Urge por ello sumar fuerzas y conciencia en la identificación y protección de nuestro patrimonio construido y de nuestros monumentos; y reclamar por el cumplimiento de las normas que los resguardan de pérdida, transformación, mal uso e intervenciones arbitrarias que demeritan su valor y, de múltiples formas, empobrecen a Cuba.