Tiene José Martí en el corazón de La Habana un memorial, el más grande monumento que se le haya dedicado en la Isla; sin embargo, esta obra icónica suele percibirse más relacionada a la figura de Fidel Castro y a la múltiples manifestaciones allí organizadas por su gobierno. Este sitio guarda con fuerza la memoria de los discursos del líder de la Revolución, y así se describe a los visitantes extranjeros, quienes suelen buscar en la Plaza de la Revolución el espíritu del movimiento comunista.
El Memorial de Martí que preside esta plaza, está rodeado además de importantes edificios de gobierno que representan el núcleo de dirección del país, lo que contribuye a reforzar su vínculo con el pasado reciente, a pesar de haber sido el conjunto urbano, incluyendo los inmuebles y el memorial, un proyecto atesorado desde la década de 1930, y en su mayoría ejecutado en la de 1950.
En aquella época se pretendía dotar a la ciudad de un nuevo centro cívico, teniendo en cuenta el continuo crecimiento de la capital y el hecho de que los principales edificios de gobierno se recluían en La Habana Vieja y sus proximidades. De este modo, se aprovechaba un amplio y céntrico espacio urbanizable, donde se podían incluir modernos edificios con distintas funciones públicas.
El conjunto, llamado entonces Plaza de la República o Plaza Cívica, estaría presidido por un remarcable monumento al apóstol de la independencia, considerando que no era suficiente con la escultura realizada por José Villalta en 1905, emplazada por suscripción popular en el Parque Central, donde aún permanece. De este modo, la idea del memorial surgida en 1933, se enlazó con la del nuevo centro cívico en 1937.
Ese año se creó por decreto presidencial la Comisión Pro-Monumento a Martí, que en lo adelante se encargó de la recaudación de los fondos para la obra, así como de los diferentes concursos realizados para la definición del proyecto arquitectónico. Existieron varios certámenes en 1938, 1939 y 1943, sin que se llegara a una conclusión definitiva. Se presentaron varios proyectos de importantes arquitectos cubanos. La mayoría propuso un monumento tipo torre, aunque también existieron diseños como el del arquitecto Aquiles Maza y el escultor Juan José Sicre a manera de templo griego.
De los proyectos presentados derivó la construcción de un inmueble para la Biblioteca Nacional que también constituía un homenaje a José Martí, por lo cual lleva su nombre. La obra fue diseñada por el prestigioso estudio de arquitectura de Evelio Govantes y Félix Cabarrocas.
Finalmente, en 1952 el proyecto del Memorial volvió a tomar fuerza en la víspera del centenario de José Martí y obtuvo todo el apoyo del presidente Batista. A mediados de este año los detalles fueron presentados por su secretario de Obras Públicas, el arquitecto Enrique Luis Varela. El diseño definitivo se conformó por el obelisco en forma de estrella con que Varela había ganado el tercer lugar del certamen de 1943, y la escultura que Sicre había concebido para el monumento diseñado por Aquiles Maza.
Con esta estructura vertical se pretendía que el Memorial obtuviera todo el protagonismo entre el conjunto de edificios públicos que se construía en derredor, a la par que se hacía visible desde muchos puntos de la capital, constituyendo un importante referente urbano. En total, su cima alcanza los 142 metros sobre el nivel del mar, altura aprovechada por un mirador allí dispuesto desde donde puede observarse La Habana hasta a 50 kilómetros de distancia. Tiene además grabado en su pavimento la distancia a la que se encuentra de distintas ciudades emblemáticas del mundo.
El Memorial está compuesto de un basamento con forma de estrella de cinco puntas que se pensaba ocupara una biblioteca y un museo martiano. Con este propósito su interior fue decorado con 89 frases de Martí laminadas en oro. Sobre la base se eleva la torre estrellada como símbolo de independencia, en cuyo centro se desplaza el ascensor que comunica con el mirador de la última planta. Revestida completamente de mármol gris de la Isla de la Juventud, su estructura de hormigón y acero de 94,34 m de altura, está calculada para resistir vientos de hasta 280 km/h. Fue completamente construida entre 1953 y 1958.
Entre 1956 y 1958 se talló la escultura exterior de 18 metros de alto que, de manera simbólica, también empleó mármol blanco de unas canteras próximas a la finca El Abra, en la Isla de la Juventud, donde Martí inició su destierro. Las 52 piezas que la componen fueron talladas al pie de la torre.
Al triunfo de la Revolución solo faltaba la terminación de las áreas circundantes y de la tribuna, finalizadas en 1961. Entonces se desechó la temática martiana y se inauguró como Museo de la Revolución. Los edificios situados alrededor de la Plaza Cívica, en lo adelante llamada Plaza de la Revolución, también cambiaron su uso. Teniendo en cuenta las funciones definitivas, el Palacio de Justicia, destinado al Tribunal Supremo y a la Fiscalía General, pasó a ser la sede del Consejo de Ministros, del Consejo de Estado y del Comité Central del Partido Comunista; el Palacio Municipal pasó a ser la sede del Ministerio de las Fuerzas Armadas; el edificio de la Lotería Nacional, la del Ministerio de Economía y Planificación; el Palacio de Comunicaciones, la del Ministerio de Informática y Comunicaciones; y la Contraloría, la del Ministerio del Interior. Solo mantuvieron su uso original la Biblioteca Nacional y el Teatro Nacional.
En 1974, el Museo de la Revolución fue trasladado al antiguo Palacio Presidencial, sede que aún ocupa, y la torre martiana fue cerrada al público durante 20 años. En 1996, finalmente se reinauguró como Memorial José Martí. Sin embargo, los fuertes vínculos que durante medio siglo ha tenido este espacio con el Gobierno revolucionario, tanto como escenario de numerosas manifestaciones y actos políticos como por la cercanía de las principales instituciones de poder, mantienen su significado asociado a la Revolución y a sus líderes, símbolo que refuerza en la plaza las imágenes del Ernesto "Che" Guevara y Camilo Cienfuegos.
Tal vez con el tiempo pueda Martí recuperar el protagonismo que se concibió tuviera en el proyecto fundacional del monumento y de la plaza. Tal vez entonces deje de ser esa figura bajo la cual se amparan otros, y sirva para recordar su valor excepcional como figura histórica, y que su memorial sea símbolo del respeto y admiración que durante más de un siglo le han tenido los cubanos.
Basta de manipular la idea, el pensamiento y la obra del apóstol, que dejo bien claro su opinión sobre " el comunismo ".
Como ciertos moluscos que gustan habitar caracolas vacías de anteriores organismos ya muertos, la revolución con la violencia conceptual que siempre carateriza estos movimientos, buscó el refugio de sus instituciones de poder en los inmuebles antes dedicados a la noble tarea del gobierno civil republicano.
Estas acciones tuvieron una fuerza política simbólica tremenda, el complejo escolar de los hermanos Maristas, centro de formación ciudadana ejemplar fue convertido en el cuartel central de la seguridad del Estado, cuando ya existía un inmueble para estos menesteres represivos en la calle Reina, seguido de un largo etcétera de ocupaciones simbólicas.
Así no debe extrañar que la Plaza Cívica cayera bajo la bota militar y fuera transformada por la dictadura en la sede central del nuevo ilegítimo poder. A no dudarlo la nueva Cuba rescatará este espacio nacional, como ha sucedido después de la agonía y extinción de tantas revoluciones.
Por eso no tiene poca importancia el diseño y la impresión del Marti que tanto molesta a la policía política en la isla; porque separa a José Martí de Fidel Marabú.
De eso se trata a nivel nacional : armar una estructura de símbolos e historia para enredar “el valor excepcional” de José Martí con el legado de tierras fértiles con Marabú de Fidel Castro.
Ya dejen en paz a Marti. El apostol ni era comunista ni queria serlo.
El único monumento que necesita Martí es una Cuba libre y soberana que por lo menos se acerque a la que él soñó, lo cual no puede provenir del sistema castrista ni estar contaminado por el mismo.
Gracias por esto. Es muy significativo que los tres edificios que respaldan en semi círculo al monumento a Martí hayan cambiado sus funciones originales después del 59, tal y como desapareció la República. El del centro, y principal por su arquitectura y escalinata, iba a ser la sede del Tribunal Supremo y la Fiscalía General de la República, pero se convirtió en el Consejo de Estado, y sobre todo en sede de las oficinas de Fidel Castro, de sus recepciones y de toda cuestión inherente a sus "necesidades". El edificio de la derecha, que iba ser para la Audiencia y su fiscalía (donde un ciudadano podía presentar reclamaciones), pasó a ser sede del CC. Y el edificio de la izquierda, concebido para los juzgados municipales de primera instancia e instrucción, y para el Tribunal Superior Electoral, pasó a ser sede del Consejo de Ministros. Todo el cuerpo del sistema judicial central cubano pasó a manos del Estado y de su partido único, y sobre todo, a manos de un dictador.