Las baldosas o losetas hidráulicas han vestido el suelo de las viviendas de Cuba desde hace más de un siglo. Se hallan en infinidad de diseños, algunos de los cuales llegan a combinar hasta ocho colores, lo cual es una seña de talento, pericia y capacidad creativa. Este elemento, que por frecuente se nos hace cotidiano, no siempre atrapa la atención de todos a pesar de su utilidad y belleza.
Su fabricación se inició en Cuba en 1886, siendo el segundo país de América en tener una industria de este tipo después de México. Tanta aceptación alcanzó que a fines del siglo XIX existían en La Habana Vieja y Centro Habana cuatro fábricas: la de Quírico Gallostra (1886), en Inquisidor y Luz; la de Bielsa, en Monserrate; La Balear (1894), en Oquendo; y una anexa a la fábrica de cemento Cuba, en la calle Zanja 137, cerca de Infanta.
Fue precisamente a partir del desarrollo de la producción de cemento nacional que esta industria tuvo su despegue. La primera fábrica de cemento cubana, que también fue la primera de Iberoamérica, se llamó Cuba, y fue fundada en 1895, en el mencionado inmueble de la calle Zanja, en Centro Habana. Contó con tecnología belga y una capacidad productiva de 6.000 toneladas anuales. Funcionó hasta 1910 y en su catálogo incluía mosaicos.
En 1901, se construyó la segunda fábrica de cemento del país, también en La Habana. Ubicada junto al río Almendares, del cual tomó nombre. Esta industria tenía tecnología alemana y una capacidad para producir 60.000 toneladas anuales. A partir de 1910 tuvo anexa una fábrica de mosaicos llamada El Nuevo Almendares, que poseía diez prensas eléctricas para la construcción de mosaicos y tochos. Esta importantísima fábrica capitalina también produjo tubos de hormigón para acueducto y alcantarillado. La tercera fue la Compañía Cubana de Cemento Portland (1918), que fabricaba la marca El Morro, y tenía su factoría en el Mariel. A mediados de siglo satisfacía el 70% de la demanda nacional, con una producción de 393.085 toneladas.
Una de las grandes virtudes de la era del cemento fue la posibilidad de aprovechar un material de gran plasticidad en la fabricación de múltiples elementos utilitarios y decorativos, así como en la construcción de estructuras sólidas y perdurables. Entre las primeras obras de relevancia que utilizaron extensivamente el cemento estuvieron el Malecón y el acueducto de Albear.
El uso de una gran variedad de elementos prefabricados permitió, a su vez, desplazar a la fábrica muchas operaciones que antes se realizaban a pie de obra y con gran complejidad. Esto posibilitó una mayor productividad, redujo los costos y el tiempo de ejecución.
Las baldosas hidráulicas son un buen ejemplo de la utilidad y posibilidades creativas del cemento, que aprovechan su solidez y maleabilidad. No requieren elementos de acero de refuerzo, e incorporan una capa de color que ofrece un acabado con posibilidades artísticas infinitas. Su fabricación involucra pasos simples: el diseño artístico de la baldosa, la creación del molde, la aplicación de los colores pertinentes y de la mezcla cementosa, su prensado y secado sin calor. Es decir, un proceso no muy costoso donde resulta fundamental la pericia del diseñador y de los operarios. También pueden ser pulidas, le que ofrece un acabado lustroso que nada envidia los suelos de mármol. Estas piezas también pueden colocarse sin pulir, y alcanzar un aspecto brillante con la limpieza diaria. Pueden volver a pulirse a lo largo de su vida útil con lo que recuperan el aspecto original. Son de fácil colocación y permiten el reemplazo de piezas, por lo que constituyen una opción muy rentable.
Los mosaicos de cemento, incorporaron una alternativa intermedia entre las baldosas de cerámica y las de mármol, posibilitando la presencia de hermosos pavimentos en inmuebles de muy variadas funciones y nivel económico. Están presentes en bancos, iglesias, hospitales, edificios de oficinas, e incluso en el antiguo Palacio Presidencial.
Muchos han sido los motivos empleados en casi todos los tipos arquitectónicos, en especial en la vivienda, donde la baldosa hidráulica ha constituido parte significativa del diseño interior de la casa cubana del siglo XX. A veces varían de una habitación a otra, marcando el cambio entre estancias. Pueden involucrar bellísimas cenefas, y estar a juego con los rodapiés o zócalos de patios y portales, e incluso con el estilo decorativo del inmueble. El libro de Mario Arturo Hernández, Havana. Tile Designs, constituye un excelente catálogo con alrededor de 200 diseños que ilustran la variedad, belleza, creatividad y calidad artística de muchos suelos construidos en la capital cubana.
Además de las fábricas mencionadas, en esta ciudad existieron otras de gran prestigio como La Cubana (1903), en Luyanó, considerada la mayor del mundo y con una producción de altísima calidad; Gancedo Toca y Cía. (1907), con aserradero y fábrica de mosaicos, también comercializaba otros materiales de construcción; La Imperial (1922), en el barrio de Santo Suárez; y Crespo S.A., ubicada en 10 de octubre y Agua Dulce, entre otras.
En la segunda mitad del siglo XX, la producción de baldosas disminuyó, y en 1987 se intentó recuperar con la apertura de nuevas fábricas. Actualmente, existen al menos tres importantes talleres privados en Guanabacoa y Marianao, que producen baldosas de altísima calidad y variado diseño. Pueden incluso elaborar motivos decorativos personalizados a petición del cliente, lo que ha permitido restituir piezas maltrechas para conservar los suelos originales de viviendas privadas y edificios públicos. También han permitido la creación de modernas y exclusivas composiciones. Estas pequeñas factorías han suministrado los tochos (baldosas antirresbalantes) que hoy visten los exteriores de algunos portales o arterias tan transitadas como la calle Obispo.
Durante más de un siglo las baldosas hidráulicas han identificado los suelos de muchos inmuebles de Cuba, y aunque algunos diseños se han perdido, bien valdría la pena conservar estos elementos que sin duda confieren gran singularidad al diseño interior de nuestras estancias. También constituyen una de las opciones más perdurables para los nuevos inmuebles y en estrecho vínculo con la tradición constructiva del último siglo.
Muy informativo este artículo. Gracias. Los mosaicos en los pisos de las casas cubanas eran una opción excelente para el clima tropical. Además de ser bonitos, eran frescos. Se escogían por supuesto según el diseño, pero también por la calidad, si eran menos porosos y brillantes. Recuerdo toda una técnica para trapearlos, con un chorrito de luz brillante en el agua.