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Urbanismo

La Habana a chorros: visión de las fuentes de la capital cubana (II)

Durante la Revolución poco ha crecido el exiguo catálogo de fuentes habaneras construidas en espacios públicos.

Madrid
Fuente de las Américas, Miramar, La Habana.
Fuente de las Américas, Miramar, La Habana. Online Tours

Durante el siglo XX La Habana creció extraordinariamente, y aunque incorporó varios espacios públicos y avenidas de significación, fue bastante parca en la instalación de fuentes. Se dice que tal vez las eternas dificultades con el abasto de agua pudieron ser la causa para que no fueran una opción recurrente, y en buena medida justificar que estuvieran la mayor parte del tiempo secas.

Lo cierto es que, conducido el suministro de agua al interior de las casas, las fuentes públicas valían solo como motivo ornamental y por tanto no eran imprescindibles en los repartos modernos, a pesar de lo mucho que cualifican visualmente el entorno urbano. Como ornamento también fueron incluidas en patios y jardines de palacetes, clubes, hoteles y edificios de recreo; no obstante, me interesa comentar aquí aquellas incorporadas al diseño del espacio público.

La primera de la que tengo noticia es la del Parque Gonzalo de Quesada (1915), en Calzada y C, construido por el ministro de Obras Públicas de Gerardo Machado, José Ramón Villalón, por cuyo apellido también se conoce el parque, uno de los más hermosos de El Vedado. Incluyó múltiples elementos en su diseño: jardines, pérgolas y una amplia fuente central de 51x16 metros y un metro de profundidad, con un gran brocal de piedra dura de Artemisa. En uno de los extremos se colocó como surtidor la Fuente de Neptuno, encargada a Génova por el capitán general Miguel Tacón en el siglo XIX.

Es una de las fuentes más amplias de La Habana moderna, donde el espejo de agua guarda especial significación. Muy similares en diseño y proporciones son la del parque de 15 y 14 en El Vedado (hoy cegada), y la desaparecida del Parque Zayas (1925), en La Habana Vieja. Esta última presidía el traspatio del Palacio Presidencial, donde está el Memorial Granma. También realzando el protagonismo del agua está la fuente circular situada frente al monumento a Estrada Palma (1921) en Calzada y G. Su objetivo es complementar el diseño de jardines en torno a la escultura, al igual que las tres fuentes circulares del parque Maceo (1925) incorporadas por el arquitecto Francisco Centurión, luego de que el monumento fuera inaugurado en 1916.

De 1924 es la Fuente de las Américas, al inicio de Quinta Avenida, en Miramar, obra del arquitecto norteamericano John H. Duncan y esculpida por Pietro Manfredi. La estrecha y armoniosa relación entre lo escultórico de inspiración clásica y el uso del agua, conectan esta fuente con los diseños del siglo XIX y la convierten en un ejemplo excepcional del siglo XX habanero. Por sus dimensiones, estratégica ubicación al inicio del reparto y bellísima factura, no solo cualificó el entorno, sino que se convirtió en elemento identificativo y dio nombre oficial a la avenida a partir de 1940.

Con fecha similar debió construirse la Fuente Luminosa del Reparto Almendares, en 13 y 66, de los proyectistas Luetchford y Jiménez. Esta hermosa fuente fue la primera en la ciudad en hacer uso artístico del agua en combinación con la luz y el color, como puede verse en algunas postales de la época. Otras fuentes luminosas habaneras son la de la Cascada de La Rampa y la diseñada en 1945 por el arquitecto José San Martín para la glorieta de Vía Blanca y Boyeros.

Durante la República fue habitual que algunos importantes monumentos escultóricos de La Habana incorporaran fuentes como elemento accesorio. Es el caso de los monumentos al Maine (1925) y a José Miguel Gómez (1936). De hecho, la fuente del Maine, solo se encendía cada 15 de febrero, para conmemorar lo ocurrido en 1898. El único que aprovecha de mejor manera el recurso del agua para enaltecer el conjunto monumental es el dedicado a Máximo Gómez (1935). Su fuente ocupa todo el frente del monumento, desciende escalonadamente y se proyecta hacia delante en un espejo del agua que acentúa el movimiento de avance de las figuras de bronce y mármol colocadas en dos niveles sobre la base de la escultura ecuestre. El resultado no pudiera ser más atractivo.

Cuando se creó el Parque de los Mártires en el terreno que ocupaba la Cárcel de La Habana, junto a La Punta, se incorporaron tres fuentes con esculturas de los artistas cubanos Juan José Sicre (1936), Rita Longa (1941) y Ernesto Navarro (1942). Las tazas fueron diseñadas por el arquitecto Honorato Colete. Con ellas se incorporó el lenguaje de la vanguardia artística cubana a las fuentes de la ciudad.

En esta misma línea se encuentra la Virgen del Camino (1948). Obra del arquitecto José San Martín y de la escultora Rita Longa, constituye una especie de templo moderno que resguarda la figura de la virgen bajo la que brota agua en una pequeña taza. Aquí lo fundamental es el espacio construido y la imagen escultórica. El agua es un complemento sobre el que levita la virgen, haciéndola más sensacional pero no más divina. No obstante, fue un acierto haberla incluido.

Durante la Revolución poco ha crecido el exiguo catálogo de fuentes habaneras construidas en espacios públicos. Habría que mencionar la Fuente de la Juventud (1978), diseñada por los arquitectos Miriam Abreu, Rómulo Fernández, Jesús Sánchez, José Cuendias y el diseñador Antonio Pérez González. Al hacerse en celebración al XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, se inspiró en el logotipo pentagonal del evento y concibió un conjunto de plataformas de distintos niveles que de manera simbólica representan los cinco continentes. Es una fuente que también aprovechaba los recursos de la luz y el color para realzar su efecto artístico desde un lenguaje contemporáneo.

También luminosa es la fuente de la Avenida 25 y 31 (1989), de los ingenieros José R. Lorenzo y Efraín Gutiérrez. Conocida como "El Erizo", alude al desarrollo de la ciencia estando emplazada en la zona del polo científico.

A pesar de lo hermosas que son y de lo mucho que aportarían al entorno urbano, las fuentes habaneras han permanecido más secas que vivas. No solo en las últimas décadas sino a lo largo del siglo, si se tienen en cuenta los criterios publicados por Joaquín Weiss y Rosalía Oliva en artículos de 1932 y 1949, donde comentaban el exiguo funcionamiento de las fuentes públicas, subrayando que algunas, como las de José Miguel Gómez y las del Parque de los Mártires, nunca habían tenido agua.

En las últimas décadas, en el centro histórico se han incorporado varios microparques para crear un mejor balance en la trama compacta que caracteriza  a La Habana Vieja. Algunos, como el Parque Ecológico, el Diana de Gales y el Guayasamín han incorporado fuentes que proporcionan a la vieja ciudad pequeños recodos de evasión y frescura. Sus fuentes alientan a considerar la validez de este elemento en el ajuar urbano de La Habana moderna que aspiramos a tener. 

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