Apartado del centro de La Habana, en un ambiente natural, recreativo, se construyó en 1911 un castillo que, a pesar de su pequeña escala, hizo gala de la mejor tradición constructiva musulmana. Nombrado originalmente como Castillo de La Tropical, tenía como función servir de casa de juegos y residencia del administrador de los Jardines de La Tropical (1904), donde fue construido. Su principal referente fue La Alhambra de Granada (1230-1492).
Los Jardines de La Tropical, considerados la primera obra modernista del país, estuvieron dedicados hasta 1960 a la venta de los productos de la Nueva Fábrica de Hielo S.A., propietaria de varias marcas de cerveza y malta; por lo que el Castillo se fomentó como un espacio más para el esparcimiento dentro de esta gran propiedad situada junto al río Almendares.
La selección del estilo respondió a varios factores. En primer lugar, los dueños del parque y de la fábrica cervecera eran españoles, los condes de la Mortera. En segundo, sus diseñadores fueron dos maestros de obras catalanes: Ramón Magriñá y Jaime Cruanyas Feliú, quien trabajó para La Tropical entre 1906 y 1914. En tercer lugar, debe considerarse que estaban de moda los códigos de la arquitectura "neoárabe", revisada desde una visión exótica que la relacionaba con la idea de ocio, por lo que fue muy empleada en el diseño de hoteles, residencias, edificios de apartamentos y en este caso en un jardín paisajista. En algunos, los motivos orientalizantes ocuparon el diseño de las fachadas, pero en la mayoría fueron empleados en los patios interiores —llamados patios sevillanos— o en estancias dedicadas a la comida y al café.
Esta mezcla de tendencias también fue propia del modernismo, estilo de los Jardines de La Tropical, que al recrear sus propios códigos no desatendió el gran catálogo de motivos medievales, orientales y exóticos. De esta forma, aunque el Castillo tiene una pura afiliación al motivo nazarí —alhambresco—, se imbrica con facilidad en el espacio de ensueño que recrea el Jardín. Por otra parte, si se compara con sus contemporáneos "neoárabes" fue el que asumió esta tendencia más integralmente, abordando en su ambientación exterior e interior un diseño consecuente con la tradición musulmana. Asimismo, esta excelente obra manifiesta el buen hacer de los maestros de obras catalanes, tan censurados por sus contemporáneos en Cuba y aún no del todo recolocados en la historia de nuestro patrimonio construido.
Como buen castillo, el de La Tropical se emplazó en la zona más alta del parque. Tiene una planta centralizada y dos niveles de alto puntal, aunque no pierde la escala humana. En su interior presenta un gran salón en cada nivel, rodeado por cuatro habitaciones más pequeñas. Las dos plantas se comunican por una amplia escalera de mármol de dos ramas, con una elegante barandilla que reproduce el fuste de las columnas de galgo que rodean los salones principales.
Siendo La Alhambra su referente indiscutible, la decoración interior es de una gran belleza y variedad ornamental. Deslumbran sus paredes cubiertas por paneles de yeso con las más exquisitas labores de sebkas, lacerías, atauriques, cartuchos epigráficos y mozárabes pintados de varios colores. También reproduce con exactitud los hermosos zócalos de mosaicos granadinos, e incorpora nichos de madera labrada, arcos de herradura o peraltados recubiertos con atauriques. Esto fue posible gracias a la exquisitez técnica alcanzada por los talleres de mosaicos y de decoración en yeso proliferantes en la época. No se sabe cuáles pudieron fabricar las piezas que visten el interior del Castillo de La Tropical, pero gracias a ellos fue construido con mayor rapidez, por la serialidad de las piezas surgidas a partir de moldes y no de la talla en piedra o del meticuloso ensamblaje del alicatado que distinguen el conjunto palaciego español.
Los techos del Castillo habanero, a diferencia de los artesonados granadinos, muestran flores de granito blanco y amarillo que recuerdan los de la Mezquita de Córdoba. Su mobiliario fue eliminado durante medio siglo de avatares. Sin embargo, con el auxilio de fotografías antiguas, se conoce que en la planta baja había un piano de pared, sillones de madera, una mesita y macetas con esbeltos pedestales torneados; y que en la planta alta había una mesa de billar al centro del salón principal, rodeada de sillas y sillones de madera, y dos jarrones de inspiración oriental. La luminaria de ambas plantas incluía distintas piezas de metal labrado acordes al estilo del Castillo.
Después de la nacionalización de los Jardines de La Tropical, en 1960, el Castillo ha tenido distintos usos y para ello ha sido transformado. La intervención más importante fue entre 1989 y 1990 aproximadamente, cuando fue adaptado como restaurante de comida criolla. Entonces comenzó a llamarse Madrid. El proyecto de rehabilitación fue llevado a cabo por los arquitectos Emma Álvarez-Tabío y Abel Rodríguez, especialistas de la Dirección Provincial de Planificación Física y Arquitectura de La Habana.
A pesar de lo agresivo que resultó la instalación de una cocina industrial y de los nuevos espacios de servicio, un elemento positivo se adicionó entonces. Me refiero a una fuente ubicada en la parte trasera del castillo que conjuga elementos distintivos del Patios de los Leones y del Patio de los Arrayanes de La Alhambra de Granada. El nuevo patio incluyó un espejo de agua conectado a través de una acequia con una pequeña glorieta con surtidor. Las estructuras fueron recubiertas por un mosaico de teselas azules, típicas del Movimiento Moderno cubano. El diseño es sencillo pero sintético y refuerza el carácter historicista del edificio del que forma prolongación.
Como restaurante funcionó hasta el 2000. Al año siguiente comenzó a ser administrado por el Gran Parque Metropolitano de La Habana (GPMH) hasta hoy. Luego de seis años de completo abandono volvió a ser refuncionalizado como taller de cerámica. También ha sido escenario de fiestas HAPE de música electrónica. Actualmente, allí radica CISP, una ONG italiana que realiza ingentes esfuerzos por evitar la transformación y pérdida de los elementos arquitectónicos del castillo y por revitalizar su uso con talleres comunitarios. En 2017, consiguió convertir el inmueble en espacio expositivo del reconocido artista Michelangelo Pistoletto.
Dado el acuciante estado de deterioro del Castillo, que en tres décadas no ha recibido el más mínimo mantenimiento, es urgente su rehabilitación integral consciente de los valores artísticos y arquitectónicos que posee, e involucrando un proyecto de reanimación cultural que lo entienda además como parte de un complejo recreativo mayor que son los Jardines de La Tropical.
No lo conocía, una pena. Interesante el artículo, lástima que no haya más fotos aunque sea de las antiguas que mencionan. Y una acotación: el castillo no fue nacionalizado, fue robado a sus legítimos dueños.
Algún día estas obras arquitectónicas e históricas serán renovadas. No por la dictadura, desde luego.
Buen artículo escrito en castellano, no en neolengua. Felicitaciones a la autora. Como a mi no me tocó el tiempo de esplendor de los Jardines de la Tropical sino el comienzo de su decadencia, entre mis recuerdos de juventud figura ese lugar pero asociado con la idea de borracheras y pleitos descomunales. La obra de la Revolución. En fin, cada loco con su tema, cierto?😀
Nunca fui a los Jardines de la Tropical. Ese edificio es fabuloso. Gracias a la autora por traernos estas reseñas.