En los primeros siglos coloniales las representaciones teatrales en Cuba se hacían en las iglesias y, ocasionalmente, en casas privadas, calles y plazas. Eran escasas y, por lo general, asociadas a festividades religiosas. A finales del siglo XVIII tuvo La Habana el primer edificio construido como teatro en el país, pero durante el siglo XIX fue que realmente esta función alcanzó protagonismo con la construcción de casi un centenar de salas en toda Cuba. Estos inmuebles fueron testigo del desarrollo cultural de la sociedad cubana, propiciado por las riquezas provenientes del auge azucarero y de otras industrias nacionales, que fueron revertidas en el desarrollo urbano y en la incorporación de una arquitectura monumental.
Estos teatros facilitaron la formación de varias generaciones de artistas y compañías nacionales en distintas manifestaciones como la música, el teatro y la danza; y a su vez fueron escenario para la presentación de prestigiosos artistas extranjeros. Lamentablemente, en las últimas décadas del siglo XX, comenzaron un proceso de deterioro y cambios de uso que condicionaron la pérdida de muchas instalaciones. En la actualidad sobreviven en buen estado de conservación y con sus funciones originales ocho de estos colosos decimonónicos, que constituyen un conjunto de excepcional valor patrimonial.
Ellos son el antiguo teatro Tacón (1838), en La Habana; el Principal, de Sancti Spíritus (1839); el teatro Milanés (1839), en Pinar del Río; el Principal, de Camagüey (1850); el Sauto (1863), en Matanzas; el Martí (1884), en La Habana; el teatro La Caridad (1885), en Santa Clara; y el Tomás Terry (1889), en Cienfuegos. En el primer caso, solo la sala corresponde al siglo XIX, ya que en 1915 su exterior fue transformado como parte de las obras del nuevo Centro Gallego, dentro del cual quedó inmersa. En esa época comenzó a llamarse Gran Teatro Nacional, hasta que en 1959 se renombró Estrada Palma. En 1961 cambió nuevamente el nombre a Gran Teatro de La Habana García Lorca, y en su última restauración, en 2016, se rebautizó como Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.
Lo importante es que la sala se conserva íntegra y constituye uno de los más bellos interiores neoclásicos de La Habana. A seis años de su inauguración decía la Condesa de Merlín que era tan grande como la Ópera de París, comparable con los primeros teatros de las grandes capitales europeas "en la belleza de las decoraciones, en el lujo del alumbrado, y en la elegancia de los espectadores".
En general, los teatros neoclásicos cubanos tienen dimensiones monumentales por lo que constituyen hitos urbanos, ubicados además en zonas privilegiadas, ya sea en plazas principales (Cienfuegos, Santa Clara y Matanzas) o en importantes avenidas (La Habana, Sancti Spíritus y Pinar del Río). Allí ocuparon toda una manzana o amplios lotes de esquina que le dieron una posición favorable y amplia perspectiva. En muchos casos fueron construidos gracias a la creación de sociedades anónimas que donaron el capital necesario para la obra, por lo que contaron con la participación activa de la población.
Varios de estos teatros fueron realizados por ingenieros militares que, entre otras obras para las que se requirió su presencia en el país, asumieron la realización de edificios públicos así como la rectificación y embellecimiento de los espacios urbanos. En los teatros del siglo XIX reprodujeron el modelo en forma de herradura, típico del teatro italiano, que supieron adaptar a las condiciones climáticas del país y que ornamentaron con la más elegante decoración neoclásica. Fue la época de las copas, las liras, las guirnaldas de flores y las cornucopias, de las escaleras de mármol y de la herrería colmada de detalles alusivos a la Antigüedad clásica. Fue también la época de introducción del hierro, que en el teatro supo aprovecharse en las finas columnas de los balcones, que no interfieren a la vista del espectador, así como en el diseño del mobiliario que suele combinar una estructura de hierro con asiento y respaldar de madera.
El siglo XIX fue un periodo de grandes innovaciones tecnológicas que tuvieron continuidad en el siguiente y dejaron su huella en casi todas las tipologías arquitectónicas. Los teatros cubanos fueron protagonistas del uso de la luz eléctrica, de los sistemas contra incendios, de los ventiladores, aires acondicionados y sistemas de audio, además del desarrollo de su complejo sistema escenográfico. La mayoría conserva su torre de tramoya original, así como las sillas plegables. Algunos incorporaron un sistema mecánico que permitía elevar la platea al nivel del escenario, para formar una sala continua para bailes y otros eventos. El teatro Sauto es el único que actualmente conserva activo este sistema. También tuvo una caja de madera de resonancia armónica, que se abría o cerraba según se requiriese para mejorar la acústica de la sala.
Un evento de gran trascendencia mundial que tuvo lugar en el teatro Tacón en el año de su inauguración fueron los experimentos que Antonio Meucci hizo en su desarrollo de la telefonía. En este teatro, el italiano instaló su primer teléfono neumático para comunicar el escenario con los camerinos. También en el Tacón se presentó por primera vez en La Habana el cinematógrafo Lumière. Más adelante muchos de estos teatros neoclásicos fueron utilizados como salas de cine, sin que implicara grandes transformaciones, por lo que con el desarrollo de las salas del siglo XX recuperaron su aspecto original.
Además de su gran actividad cultural, estos teatros tuvieron un papel importante en la vida política del país. Durante las guerras independentistas, los teatros Milanés y Sauto, por ejemplo, dieron asilo a las tropas y fueron ocupados durante la reconcentración de Weyler. El Principal, de Sancti Spíritus fue el más afectado al ser transformado en varias ocasiones, cuando en 1868 se convirtió en cuartel y en la década de 1890 funcionó como hospital de sangre, albergue de reconcentrados y cuartel militar. Por otra parte, algunos de estos teatros se han utilizado en elecciones políticas, asambleas, discursos y otras actividades gubernamentales. El teatro Martí, por ejemplo, ha sido un escenario político recurrente: su platea fue salón de reuniones en reiteradas ocasiones. Entre las más significativas estuvo la celebración de Primera Asamblea Constituyente (1900 a 1901), donde se redactó la Constitución de la República, y se votó para la firma de la Enmienda Platt.
Aunados por su diseño arquitectónico y por las funciones culturales compartidas y sostenidas durante casi dos siglos, merecen una valoración como conjunto, que permita visibilizar su impronta en la cultura y en las ciudades cubanas.
8 ruinas neoclasicas ustedes querrán decir,los comunistas no han dejado estaca en pared
Wow, una sola fotografía del tema. Periodismo a medias.