Ese río de nombre musical —como refirió en un poema Dulce María Loynaz—, ha sido y es muchas cosas para La Habana. De no ser por la importancia cardinal de la bahía, que recolocó a su vera el centro urbano fundacional, el Almendares hubiese sido el corazón de la capital, y a manera de columna vertebral hubiera articulado su crecimiento. No obstante, fue fuente de vida, de progreso industrial, reto a la ingeniería y oasis natural para el capitalino en el mismo centro de la urbe. Su significado, en cambio, queda actualmente solapado por su sucio aspecto, saturado de la ciudad que transformó su entorno natural y sin apenas actividad marinera.
Durante tres de los cinco siglos que marcan la existencia de La Habana, fue el Almendares su principal suministro de agua potable, una vez que se construyó la Zanja Real, primera obra hidráulica realizada por los españoles en América. Diseñada por el ingeniero militar Bautista Antonelli en 1566, permitió extender por gravedad, desde la represa del Husillo en Puentes Grandes, el agua del río hasta la bahía y La Habana Vieja.
En su trayecto se hicieron numerosos ramales que posibilitaron el riego de varias estancias de cultivo, lo que extendió la cuenca hidrográfica del Almendares y su utilidad. Fue importante para ingenios azucareros como el de San Antonio El Chiquito, en las proximidades del Castillo del Príncipe; y para las tenerías, mataderos y rastros de ganado ubicados en la zona del Cerro y Centro Habana.
En su curso se construyeron molinos y sierras que emplearon la energía hidráulica en su funcionamiento. Este fue el caso de los Molinos del Rey situados donde está hoy la Quinta de los Molinos, y que usaba la fuerza de la Zanja para hacer rapé o tabaco molido. También pasaba por la antigua estación de trenes de Villanueva, y en La Habana Vieja movía la sierra de agua del Arsenal y el molino de San Pedro el Molinillo. Durante varios siglos abasteció el matadero, la fundición de artillería y el puerto.
De esta forma, aún cuando el agua de la Zanja y del Almendares ya no era potable, el río seguía siendo útil para las industrias habaneras. Esto motivó que durante los siglos XIX y XX concentrara un gran número de espacios productivos alrededor. En el XIX, por ejemplo, se refiere en sus inmediaciones la presencia de canteras, tejares, fábricas de ladrillo, hornos de cal, una tenería, una fábrica de carbón animal, una de clavos, una de abonos, y una refinería de queroseno. Esta última, fundada en 1882, producía la marca Luz Brillante, nombre que en lo adelante fue empleado en Cuba para referirse a este popular producto utilizado como lubricante, disolvente y combustible para iluminar y cocinar.
En 1897, acogió la fábrica de cerveza La Tropical, primera en implantar el sistema fabril en la industria cervecera cubana, y que empleó la energía hidráulica del Almendares. En 1901, albergó la segunda fábrica de cemento del país, que tuvo una fábrica de mosaicos anexa. Ambas industrias, llamadas como el río, también producían tubos de hormigón para acueducto y alcantarillado.
Entre 1904 y 1905, la Compañía Cubana de Electricidad construyó junto al río una planta eléctrica con cuatro generadores, máquinas de vapor y calderas que hacían uso de sus aguas. En 1930, esta instalación pasó a llamarse El Cocinero, una vez que, como propiedad de la Empresa Aceites Vegetales S.A., comenzó a producir aceite de soja, algodón y maní, y otros subproductos como torta de harina para pienso, jaboncillo y abonos químicos.
A estas le siguieron otras como la Papelera Cubana, el tejar Consuelo, la fábrica de colchones de Mayola e Iglesias y la de zunchos de goma para automóviles de la Cuban Ruber Tire Company, entre muchas que marcaron el entorno del río como una zona de apreciable actividad industrial. Paralelamente se construyó el Bosque de La Habana, en 1937, que ha quedado como la principal zona verde inserta en el tejido urbano de la ciudad. Un pequeño oasis, hoy muy descuidado e incluso desconocido en sus valores naturales, que conecta zonas de recreo como el Parque Almendares, los Jardines de La Tropical, el Jardín Zoológico y el Parque Forestal.
Durante el último siglo, el funcionamiento de las fábricas tuvo una fuerte incidencia en la degradación del río. El Almendares ha recibido los residuos de múltiples fuentes contaminantes industriales y residenciales sin procesamiento alguno, lo que ha ocasionado altos niveles de contaminación que afectan su ecosistema y ponen en peligro la cuenca subterránea. Aún hoy, con las principales industrias desactivadas, metales pesados no biodegradables y muy peligrosos como el plomo, el cobre, el cadmio y el zinc se encuentran en sus aguas a niveles alarmantes.
Por ende, casi un siglo atrás ha quedado la imagen del río como fuente de vida y esparcimiento de los capitalinos, las memorias de regatas y baños. No obstante, es después de la bahía, el segundo accidente natural que articula la ciudad, en cuyo derredor está el único bosque, la línea de agua que debe cruzarse por túneles y puentes para ir y venir del oeste, y que tan presente ha estado en el desarrollo de la capital y tan útil ha sido a su gente.
Todo lo que ha representado para La Habana, le mantiene íntimamente conectado a la identidad local, a pesar de haber sido sacrificado en pos del progreso. Y allí permanece, como escribió la Loynaz, ciñéndole a la ciudad brazo de amante.
“…a pesar de haber sido sacrificado en pos del progreso“. Vaya forma de referirse a la ausencia total de responsabilidad en haber convertido el río en un infecto desagüe! La realidad es que les importa un pepino la sanidad pública y el cuidado del medio ambiente, especialmente si no le pueden sacar dólares. Yo vivo en Florida, y cerca de mi casa hay una pequeña bahía a donde acuden los manatíes por las mañanas a comer las hierbitas del fondo. También hay venados, águilas, coyotes, cocodrilos, mapaches, ardillas… en fin, muchos animales del bosque. Mejor cámbienle el nombre a su río y pónganle “Mojondares”.
Interesante e informativo.