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Urbanismo

El Cerro con sus industrias

Reconocido por las bellísimas viviendas neoclásicas que relacionan el origen del reparto con un espacio de veraneo, fue también un enclave industrial de La Habana.

Madrid
Etiqueta de agua de colonia de Crusellas, con fábrica en El Cerro.
Etiqueta de agua de colonia de Crusellas, con fábrica en El Cerro. Todo Cuba

El antiguo barrio de El Cerro suele ser reconocido por las bellísimas viviendas neoclásicas que relacionan el origen del reparto con un espacio de veraneo, donde varias familias de la alta clase habanera se hicieron construir sus segundas residencias durante el siglo XIX. También se recuerda la expresión popular que reza "El Cerro tiene la llave", en alusión a la presencia de los grandes tanques de depósito del Acueducto de Albear allí construidos en esa misma época, y que lo definen como el punto desde el cual partían las principales conexiones de este acueducto hacia distintos puntos de la capital. Era pues, en sentido figurado, la llave o grifo de este preciado recurso para La Habana.    

No obstante, desde el propio siglo XIX, y muy particularmente en el XX, El Cerro fue un enclave estratégico para la capital cubana pero por otras circunstancias. Debe decirse que, por su localización estratégica en las proximidades de La Habana Vieja y el puerto, con amplios terrenos urbanizables, atravesado por uno de los principales caminos que conducían hacia las zonas de cultivo, y conectado con otros de gran importancia, fue un espacio muy atractivo para la construcción de fábricas y almacenes. El gran número que llegó abarcar, lo convirtió en uno de los municipios más industrializados de la capital, clave en su desarrollo económico.

En sentido general, las industrias tuvieron una notable presencia en La Habana, superior a la de cualquier otra ciudad cubana tanto en cantidad como en variedad. En su mayoría, las fábricas estuvieron asociadas a la industria química (jabones, perfumes, pinturas, etc.), la farmacéutica, la alimenticia (bebidas alcohólicas, refrescos, hielo, aceite, pastas, galletas, etc.), la tabacalera y la de materiales de construcción (cemento, tejas y elementos prefabricados, etc.); lo que no excluye otros rubros asociados a la industria ligera como el papel, el textil, los artículos de ferretería y de talabartería, entre otros.

Gran parte de ellos tuvieron representación en la barriada de El Cerro, que para 1930 concentraba el 22% de las fábricas inscritas en la Asociación Nacional de Industriales de Cuba, lo que lo definía como una zona altamente industrializada. No obstante, este  ha sido un aspecto insuficientemente reconocido, lo que ha incidido en la mala gestión del territorio así como en la preservación de su patrimonio construido.

Teniendo en cuenta la división político-administrativa de 1976 que define a El Cerro como un municipio de La Habana, se ha estudiado que su proceso de industrialización se fue dando de norte a sur, en la misma medida que avanzó su urbanización. Desde el siglo XVIII contaba con la Calzada del Horcón (posteriormente del Cerro), a partir de la cual creció longitudinalmente el barrio. Esta vía se prolongó con la Calzada Real de Marianao (Avenida 51), que en su trayecto creó otros importantes barrios como Puentes Grandes y Quemados (núcleo fundacional de Marianao); y estaba también conectada con el Camino Real del Sur (luego 10 de Octubre), y al norte con la Calzada de la Infanta Eulalia.

Trayecto similar al de la Calzada del Cerro tuvieron las primeras líneas férreas en el siglo siguiente, por lo que este barrio nació enmarcado por el ferrocarril del Oeste y el de Marianao, con tres importantes estaciones: la de Tulipán, Cerro y Ciénaga. Esta última ha constituido hasta hoy uno de los principales talleres de ferrocarriles de La Habana. Desde el siglo XIX, tuvo El Cerro además, su propio ramal del tranvía.

Los caminos, el ferrocarril y el tranvía, dinamizaron la urbanización de los terrenos inmediatos y como vehículo de accesibilidad fueron un imán para la construcción de industrias, bien comunicadas con el puerto y con servicio de acueducto. Existen dos diferencias importantes entre las fábricas y almacenes que se insertaron en el tejido urbano preexistente y las que no. La primera y más elemental está en el tamaño, condicionado por la superficie disponible. Las construidas en terreno urbanizado eran por lo general más pequeñas y se distribuyeron sobre lotes estrechos y profundos, por lo que en ocasiones debieron ocupar más de uno.

Las fábricas integradas a la trama tradicional establecieron una especial armonía con el entorno construido, compartiendo elementos compositivos, decorativos, materiales y sistemas constructivos comunes a la vivienda, por lo que no fue extraño que algunas se habilitaran a partir de la refuncionalización de antiguas residencias, como fue la fábrica de ron Bocoy (1934), en la Calzada del Cerro 1417. En cambio, las fábricas construidas en zonas no urbanizadas, emplearon amplias superficies y un diseño claramente industrial, sin dejar de transitar por los estilos arquitectónicos de moda, con primacía del eclecticismo, ejemplo de lo cual fue la antigua cervecera Tívoli (1905), en Palatino.

Recientemente, el arquitecto Ricardo Machado inventarió en el Cerro 162 inmuebles fabriles (23 de bebidas, dos de hielo, cuatro de envases, 11 de alimentos, 18 de tabaco, uno de gomas, 16 de jabonería y perfumería, nueve laboratorios, 19 de calzado, siete de textiles, tres de muñecas, uno de instrumentos musicales, uno de velas, cuatro de fósforos, uno de clavos, cuatro de diamantes, 11 de papel e imprenta, cinco de materiales de construcción, tres metalúrgicas, tres carpinterías, etc.). De ellos solo 15 han sido reconocidos de valor por la Comisión Provincial de Patrimonio, aunque no poseen declaratoria y se encuentran legalmente desprotegidos (estos son la fábrica de cervezas y maltas Tívoli; la Compañía Cervecera Internacional S.A.; la fábrica de ron Bocoy; la compañía embotelladora Coca-Cola S.A. y la Canada Dry de Cuba S.A.; la Vinatera Occidental; la fábrica de confituras La Estrella; los laboratorios SQUIBB, OM, y Park Davis de Cuba; la fábrica de cigarros H.Upmann; las imprentas Omega y Cultural S.A.; y las perfumerías Crusellas S.A. y Sabatés Industrial S.A.).

Esto permite constatar el desconocimiento que sobre ellos existe, aún en una de las zonas donde su presencia es evidente y ha tenido un impacto urbano, económico y social significativo durante más de un siglo. Lamentablemente, por esta y otras razones de índole económica y administrativa, muy diferentes destinos han tenido las 162 fábricas de El Cerro, de las que solo 59 se encuentran en activo, cuatro están cerradas, 21 han sido demolidas y 78 refuncionalizadas como almacenes, viviendas o aparcamientos. A pesar de esta notable disminución, la producción industrial de El Cerro actualmente representa el 70% de la economía del municipio, y su producción de perfumería el 50% de la que realiza la capital.

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4 comentarios

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Y estemos claros: la Cuba precastrista fue destruida con toda idea, o sea, muy a propósito, aunque lo que la reemplazó fue mierda maligna. Gracias, Fidel (y ayudantes).

Este pasado es como hablar de la cultura mayas, crecí cerca de Sabates donde tenían un buen terreno de baseball al cruzar estaba el pontón estoy hablando del año 60 mi último año allí salí con 6 años , también recuerdo una escuela de maestros donde mi mamá daba clases y una fábrica de refrescos donde se veían las botellas llenando, no creo que eso existe solo destrucción.

Profile picture for user Ana J. Faya

Muchas gracias a la autora por estas crónicas históricas de la arquitectura de La Habana, que nos regala los domingos. Por el tiempo transcurrido, me parece asunto ya de la prehistoria las clases de Historia del Arte que recibí en la UH, donde conocí algo sobre los estilos del Cerro. Gracias por este añadido suyo sobre las industrias y su situación actual.

Esto es como hablar de una antigua civilización de la cual escasamente quedan las ruinas.