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Patrimonio

Arquitectura y urbanismo en Cuba: ciudades en cuarto menguante

La 'enfermedad' urbanística y arquitectónica de La Habana se nota más porque la ciudad tuvo una salud de hierro. Desde mediados de los 60, sin embargo, lo que ha conocido es sobre todo destrucción. Arquitectos y urbanistas hablan en este reportaje sobre el pasado y el futuro de la capital cubana.

Miami
Ilustración: arquitectura cubana.
Ilustración: arquitectura cubana. Diario de Cuba

La Habana sumó un año a sus siglos el pasado noviembre. Su ejemplo capital revela en el urbanismo y la arquitectura de todo el país una realidad que debería ser otra.

"La ciudad sonríe mientras cree ver la luna / reflejada sobre un plato vacío. / Duele esta ciudad cuarto menguante, / pero más este siglo que no sabe besar sin close up", dice un poema de Yenys Laura Prieto a La Habana. Bien podría ser a Trinidad, Baracoa y cualquier ciudad cubana a la vez.  

Cuando las ciudades duelen los especialistas buscan un diagnóstico. "Es la resaca, término relativo a la ebriedad" de los últimos 60 años, dice el arquitecto Juan José Díaz Martínez, CEO y Fundador de OASYC, un despacho de Arquitectura y Construcción.

Es algo peor. La resaca es solo el anuncio, la advertencia de la enfermedad que tarde o temprano llegará si lo malos hábitos persisten. Este es el caso. Los órganos Arquitectura y Urbanismo del cuerpo Ciudad ya están afectados.

Empezamos por simplificar los conceptos: "la arquitectura es el arte y la técnica de concebir, diseñar y construir edificaciones que funcionen como hábitat para el ser humano, ya sean viviendas, lugares de trabajo, de recreación o memoriales". El urbanismo, una disciplina muy cercana, "se encarga de la comprensión, conceptualización y mejoramiento de las ciudades".

La enfermedad urbanística y arquitectónica de las ciudades cubanas se nota más porque tuvieron una salud de hierro. En un ensayo titulado Arquitectura y urbanismo en Cuba (1902-2008): 56 años de construcción y 50 años de destrucción, el arquitecto cubano Nicolás Quintana asegura que las cuatro primeras décadas del siglo XX convirtieron a La Habana en un "producto de la libertad plena dada a la creatividad individual: es su resultado utilitario-estético".

El trazado de La Habana es herencia de la Península Ibérica. "Igual que sucedió con el urbanismo, la arquitectura de España se convirtió en el filtro a través del cual llegaron a Cuba las tradiciones mediterráneas: greco-romanas e islámicas", resume Quintana

Para finales de los 40 y en los 50, ya la ciudad estaba buscando "una arquitectura que el cubano pudiera identificar como propia... transparente en su mensaje y en su contenido", escribió Quintana, quien cumplió sus últimos años como docente en una universidad de la Florida.

Después de aceptar y absorber los distintos estilos, los arquitectos cubanos se proponían buscar algo más parecido al calor y a la gente. No tuvieron tiempo.

Una inmensa mayoría de estos profesionales, reconocidos internacionalmente, graduados de la Universidad de Columbia en New York o de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana, cuyo currículo se basaba en el sistema de la École des Beaux-Arts de París, se vio forzada al exilio. La Revolución se vanaglorió de expulsar a los profesionales y técnicos "burgueses" en casi cualquier especialidad. Con ellos se iban también sus conocimientos.

Los malos hábitos de urbanismo y arquitectura residencial

"La arquitectura residencial es un álbum de tendencias que describe a la comunidad con nuevos paradigmas en constante renovación, según el estilo de vida de las personas que la habitan, para una existencia más llena de significados", dice el arquitecto Juan José Díaz Martínez en entrevista con DIARIO DE CUBA.

A partir de 1959 se pueden identificar tres formas fundamentales de urbanización residencial: los proyectos sociales, ejecutados por el aparato gubernamental, los experimentos de construcción en colectivo y el desarrollo por esfuerzo propio.

El único ejercicio saludable de la arquitectura revolucionaria se le reconoce al Instituto Nacional de Ahorro y Vivienda (INAV). Presidido por Pastorita Núñez entre 1959 y 1962, el INAV construyó con cierta identidad y bienestar repartos de viviendas aisladas o conjuntos pequeños y medianos de edificios de apartamentos: las "casas de Pastorita".

"Este quehacer no ha sido superado en calidad de ejecución y diseño por ningún otro plan de construcción de viviendas sociales desarrolladas en Cuba con posterioridad", asegura un trabajo de 2015 que forma parte del proyecto de investigación número PR-0470 "Más de cien años de la vivienda social en Cuba", cuyos resultados también tributan al proyecto "Diccionario de arquitectos cubanos", ambos patrocinados por la Facultad de Arquitectura del Instituto Superior Politécnico José A. Echeverría.

A partir de entonces "se dispuso que la arquitectura fuera solo construcción, despojándola de toda expresión estética", escribió Quintana. La Habana pasó a destacarse por "la creación de ruinas como expresión de la nueva cultura". Virgilio Piñera lo intuyó y tuvo miedo, mucho miedo.

Un ejemplo de mala praxis está en las obras de las microbrigadas impulsadas en 1970 por Fidel Castro. A un colectivo de trabajadores se les pedía que abandonaran su profesión por uno o dos años, para dedicarse a construir el edificio donde vivirían.

Ahí está Alamar, una copia de carbón a mano alzada con diseños importados del bloque socialista. Castro elogiaba sus bondades de "comunidad cien por ciento proletaria". Era muy conveniente que estos obreros encontraran allí su significado. En la práctica, las cuatro funciones urbanas (vivienda, trabajo, recreación y transporte) chocan todavía en una caótica y desgastante relación. Por lo menos tienen una funeraria.

Con los 90 llegaron las "casitas de bajo costo". Cuando la preocupación está solo en "las estadísticas de la masividad en la construcción y se abandonan los valores artísticos de la Arquitectura, esta deja de existir", dice Juan José Díaz Martínez. Masividad rima con populismo y culto a la personalidad.

¿Qué pasa a nivel familiar? Se hace casi imposible priorizar criterios estéticos cuando otras necesidades básicas no están cubiertas. Solo la funcionalidad de un hogar puede tomarle décadas a una familia cualquiera y quizás nunca lo termine.

Osmel Matos, ingeniero mecánico, trabaja incansablemente porque, además, le gusta su profesión. Lleva 19 años construyendo su casa mientras vive prestado en la casita de sus padres. Cuando no le falta cemento, le faltan áridos, acero o madera. La mayoría de las veces le falta el dinero, porque sus dos hijos y su esposa tienen que vestirse y comer todos los días.

Lo que se nota en la infraestructura comercial

Si miramos el mejoramiento de los espacios para infraestructura comercial y social, según Díaz Martínez, la indiferencia es una variable a tener en cuenta. De otra manera, no se explica la cantidad de obras inconclusas.

Entre esas obras están "el Instituto Superior de Arte, el Palacio de Convenciones, la Ciudad Universitaria José Antonio Echeverría, que se quedó en Instituto. Y más cerca a nuestros días, la zona franca de Habana In Bond, que de zona franca solo tuvo los almacenes, la gerencia y la aduana. También el puerto del Mariel, iniciado con la constructora Odebrecht, de Brasil, envuelta en corrupción y sobornos para conseguir contratos; dejaron de dragar la bahía e iniciaron directamente la construcción del puerto, por lo que ahora no pueden acceder los mega barcos porta contenedores."

Díaz Martínez, quien trabajó en la Dirección de Proyectos de la Oficina del Historiador de La Habana, reconoce que hay "buenos ejemplos donde la iniciativa privada ha rescatado bellos edificios, renovando poco a poco la vida de la ciudad, como es la zona de la Loma del Ángel en La Habana Vieja".

Sin embargo, otros espacios como "el restaurante Moscú, la termoeléctrica de Tallapiedra y tantos edificios joyas de nuestra arquitectura están abandonados y/o en estado ruinoso; hasta parcelas como la del antiguo Edificio Alaska, en 23 y N, o la manzana del Hospital Infantil Pedro Borrás, al pasar de los años continúan siendo un espacio en blanco con un recuerdo gris en nuestra ciudad", dice.  

El arquitecto y urbanista Julio César Pérez Hernández cree que "La Habana puede salvarse". Lo dijo a la cadena alemana Deutsche Welle en referencia a su Plan Maestro para La Habana del Siglo XXI.

Se trata de un proyecto de rescate de la capital, surgido en 2001-2002, durante su año Loeb Fellow en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Harvard. Pérez Hernández es el único cubano con ese título.

El plan tendría que enfrentar: "En lo arquitectónico, el creciente deterioro físico del patrimonio edilicio; en lo urbanístico, la obsolescencia de la infraestructura y riesgo de transformación o pérdida de la traza urbana y un comportamiento social inadecuado; en lo ambiental, la contaminación derivada del mal manejo de futuras inversiones y, en lo social y cultural, un desequilibrio irreversible."

Pero el plan de Pérez Hernández no es algo nuevo, cuenta Rafael Muñoz, uno de los arquitectos cubanos que proyectó el Hotel Meliá Habana. "Desde mis años de estudiante, en los 80, he visto propuestas más o menos similares. Propuestas hechas por la Universidad, por la gente de la maqueta de la ciudad, por la empresa del metro. Teoría y teóricos no han faltado en Cuba. Probablemente todos los arquitectos cubanos sepan cuál es la solución y a dónde debemos llegar, pero el problema sin solución hasta el momento es el cómo hacer realidad esos planes o esos deseos de salvar la ciudad."

Una galería de imágenes en el sitio alemán recoge de forma desglosada los diez problemas de la Ciudad Maravilla, título que le otorgó en 2016 la organización New 7 Wonders. El problema número uno sigue siendo la grave situación del fondo habitacional.

Iniciativas privadas, solución para los Bienes Raíces

A inicios de 2021, el déficit habitacional de Cuba estaba cerca de las 900.000 viviendas. A este mal se suman los inmuebles en regular y mal estado y el hacinamiento en el que viven familias de tres y hasta más núcleos bajo un mismo techo.

El dicho "el que se casa, casa quiere" es una quimera. Un matrimonio joven por lo general no puede aspirar a tener su propia vivienda. Vive con sus padres, abuelos y hasta se suman sus hijos. Pared con pared por todas partes. Divisiones intermedias. Unas tejas de zinc por donde debía entrar la luz y el aire. Una escalera que desciende de un tercer piso hasta cortar la acera.


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Según el cálculo de Nicolás Quintana en 2008, solo para enfrentar la situación de la vivienda en Cuba harían falta más de 50.000 millones de dólares. "Un cuadro realmente pavoroso que tomará años salvar, luego del retorno a la democracia, al respeto a los derechos humanos y a la libre empresa", apuntó.

Para Rafael Muñoz, ni siquiera se trata de convencer a los políticos de que La Habana debe ser salvada, porque "nadie, absolutamente nadie se negaría a tener una ciudad renovada con todos sus servicios, humanamente agradable y sustentable. Es el altísimo costo monetario que ese esfuerzo implica lo que impide que esos sueños se vuelvan realidad".

Como en otras esferas, las prohibiciones y limitaciones a las iniciativas privadas, pilares del progreso de Cuba antes de 1959, se notan en el deterioro de "la arquitectura posrevolucionaria, por ser de las siete artes la única que no se puede censurar". Dijo el arquitecto Julio Herrera en una de las entregas de su serie fotográfica Desidia en Cuba.

Para Juan José Díaz Martínez, es la iniciativa privada la que puede desarrollar una ciudad. "El Estado solo debe regular y legislar con transparencia y flexibilidad; limitarse a la evaluación de propuestas de nuevos proyectos urbanos, ya sean desarrollados por empresas de proyectos de arquitectura o estudios privados de Arquitectura, ambos en igualdad de condiciones."

Pedro Machado, un emigrado cubano que trabajó en la construcción, señala que "ya en Cuba se han probado las microbrigadas, los contingentes, el esfuerzo propio, el bajo costo, y el resultado casi siempre ha sido un desastre".

"Un cubano que se para por primera vez en medio del Bayside en Miami, mira para arriba los edificios, mira para abajo los botes en la marina, los restaurantes, siente la música y se dice ¡Caramba! ¿todo esto es privado? Cuesta trabajo procesar que todo eso sea fruto de la industria del Real Estate, de la iniciativa privada, que nada es del Gobierno y que todo funciona. Libertad es lo que hace falta en Cuba y no tanta muela y controladera."

De licitaciones, desarrolladores, contratistas, constructores, prestamistas y vendedores está lleno el negocio de los Bienes Raíces o Real Estate en los países desarrollados. Pueden incluir propiedades, terrenos, edificios, derechos aéreos sobre el terreno y derechos subterráneos debajo del terreno.

Como término comercial, bienes raíces también se refiere a producir, comprar y vender propiedades. Es un motor fundamental del crecimiento económico, así que es capaz de afectar la economía en Estados Unidos o China. Sería también un motor de crecimiento para la economía cubana.

En Estados Unidos existen regulaciones federales, estatales y locales. El Gobierno de las ciudades designa áreas para el desarrollo urbano sobre las que pesan normas diversas, sobre todo de salubridad y medioambientales. Por ejemplo, si en cierto terreno habita un murciélago en peligro de extinción, no otorgarán permiso para su desarrollo.

Las ciudades del siglo XXI están forzadas a asumir un compromiso con el medio ambiente, advierte Muñoz. "Hoy no se concibe una ciudad sin edificios que regulen activamente el intercambio de energía, que aumenten el confort de sus habitantes con cosas tan simples como el uso legislado de aislamiento térmico en sus fachadas. Esas leyes ni siquiera existen en Cuba."

Una vez cubiertas todas las regulaciones, comienza no solo la construcción, digamos, de uno o varios condominios de viviendas, sino toda la infraestructura a su alrededor. Eso quiere decir que habrá viales, redes hidráulicas, parqueos, áreas verdes, mercados, centros comerciales, oficinas de servicios de salud, gimnasios, recreación.

Cualquier obrero puede disfrutar entonces de un inmueble, ya sea en calidad de inquilino o de propietario. Esos inmuebles tendrán aire acondicionado/calefacción, agua potable fría o caliente, alarmas contra incendios, teléfono, internet.

Hablamos de un país desarrollado porque Cuba también podría garantizar estos servicios básicos en un contexto urbano si estuviera administrada de una forma diferente, por gobiernos diferentes, con valores diferentes.

Sin ánimos de exaltadas comparaciones nacionalistas podemos mencionar que las casas Villa Jabón Candado, construidas en diferentes pueblos a lo largo de la Carretera Central de Cuba y obsequiadas como estrategia comercial por la compañía Crusellas, fueron las primeras que en América utilizaron la energía solar como método para calentar agua, y estamos hablando de los años 30 del siglo pasado.

El obrero mencionado, que trabaja como chofer en Estados Unidos, a diferencia del ingeniero, el médico o el maestro cubano, no tendrá que preocuparse porque a sus hijos les falten el vasito de leche, los vegetales, las frutas y la carne. Trabajará para que siga siendo de ese modo.

Lógicamente, ese chofer no podrá, por lo general, comprar al contado una vivienda. Tendrá que llevar una vida organizada, demostrar estabilidad en sus ingresos, pagar deudas menores para ser digno de créditos mayores, ser confiable para que los bancos le presten el monto de una hipoteca, cuyo pago mensual no debe exceder el 30 por ciento de lo que gana en el mes.

Un sinnúmero de situaciones adversas y hasta injustas pueden acontecerle al chofer. Algunos nunca tendrán una vivienda propia o pudieran perderla. Pero con trabajo y orden en sus finanzas, ese chofer, mientras liquida mensualmente una deuda persistente de hasta 30 años, vivirá dignamente con su familia.

Un salto atrás a una república con el vicio de edificar

Hace justo cien años, cuando terminó el segundo período del Gobierno de Mario García Menocal —una época con una encomiable labor constructiva, según los historiadores—, la gestión gubernamental, complementada con la iniciativa privada, había resultado en innumerables viviendas, comercios, oficinas, hospitales, escuelas, parques y monumentos.

Entonces se remodelaron, por citar unos pocos ejemplos, el Hotel Inglaterra, el Teatro Tacón, los hospitales de Pinar del Río, Santa Clara y el Calixto García, nombrado para la ocasión en honor al general mambí.

Se amplió la Manzana de Gómez y el Malecón llegó a la Calle G. Se construyeron las Quintas de Salud del Cerro, el Hospital Freyre de Andrade en Carlos III, el edificio de la Aduana, el Muelle de San Francisco. Cines, parques y clubes sociales en distintos puntos de la ciudad fueron estrenados entonces.

La familia del presidente se mudó al recién inaugurado Palacio Presidencial. Le erigieron monumentos al general Antonio Maceo y al hundimiento del Maine. La estatua de bronce del Alma Mater comenzó a presidir la Universidad de La Habana y Dulce María Loynaz recién había publicado sus dos primeros poemas.  

Las obras de pavimentación, alcantarillado y acueductos, junto a las demás edificaciones, tenían la intención de proyectar una ciudad capital que estuviera a la altura de su tiempo. El país había pasado de tener 1.572,797 habitantes en 1899, a 2.889,004 en 1919.

Pocas obras de desarrollo y muchas bases de destrucción posterior se le atribuyen al Gobierno corrupto de Alfredo Zayas. De todas formas, pavimentó las principales vías de Manzanillo, creó el Jardín Botánico de Santa Clara, construyó el Acueducto de Bejucal y el Estadio de la Universidad de La Habana.

El otro gran salto en el desarrollo urbanístico se dio en la época de Gerardo Machado: escuelas técnico-industriales, de comercio, de enseñanza superior y elemental, hospitales de provincias, fábricas de productos que no eran los tradicionales azúcar y tabaco, preocupación por el medio ambiente.

Con el Gobierno de Machado se terminó de construir el Capitolio Nacional y se inauguró el servicio aéreo entre La Habana, Miami y Cayo Hueso. La construcción de la Carretera Central, 1.179 km con una base de concreto y una capa de asfalto a un costo de 110 millones de dólares, facilitó también la urbanización de pequeños pueblos a su paso.

El machadato construyó el Presidio Modelo de la Isla de Pinos, numerosas obras en Matanzas y el Palacio de Justicia de Santa Clara, así como obras de acueducto, alcantarillado y pavimentación en esta ciudad.

Fue durante la administración de Machado que se contrató al arquitecto paisajista francés Jean-Claude Nicolas Forestier para el plan de urbanización de la capital. Se llamó "Proyecto del Plano Regulador de La Habana y sus alrededores" y lo ejecutaron profesionales cubanos y franceses.

Bajo este plan se hizo la alineación y ampliación de la entrada del Puerto de La Habana y la modificación del Paseo del Prado. Se construyeron nuevos repartos y avenidas como la del Puerto, la de las Misiones y la Quinta Avenida. Se levantaron pabellones para ferias y quedaron a disposición de los habaneros parques como el Maceo, el Central y el Campo de Marte o Parque de la Fraternidad.

También por esos días, el joven Lezama Lima, estudiante de Derecho, sería de los primeros en subir y bajar con sus pasos neobarrocos la monumental escalinata de la Universidad de La Habana.

Mientras, la empresa privada construía los edificios Barcardí y Compañía Cubana de Electricidad; el Centro Asturiano, el Habana Biltmore Yacht and Country Club y el Auditorio de Pro-Arte Musical; los hoteles Nacional y Presidente.

Aunque incomparable con las de Menocal y Machado, la presidencia de Ramón Grau San Martín dejó obras como el edificio Radiocentro-CMQ —comenzando así el desarrollo de La Rampa— y la Vía Blanca que uniría la ciudad de La Habana con Varadero. También construyó parques, colegios, hospitales y viviendas de interés social.

La bonanza económica de la década del 50 permitió la realización de numerosos proyectos, sobre los cuales la empresa privada tuvo mayor protagonismo. Se terminó el último tramo del Malecón y se construyeron la Ciudad Deportiva y todos los túneles de La Habana, trayendo un mayor acceso y desarrollo de las áreas suburbanas, y crecimiento hacia el este.

En esta década se construyó, por mencionar unas pocas obras, la Plaza Cívica de la República con su Monumento a José Martí, la Terminal de Ómnibus de La Habana, La Biblioteca Nacional, el Ministerio de Comunicaciones y el Teatro Nacional.

Con capital privado quedaron edificados los hoteles Habana Hilton y Riviera y el edificio Partagás. También se construyó uno los clubes nocturnos más famosos de su época, el Cabaret Tropicana, escenario de los grandes de Cuba, hasta donde llegó Pedro Vargas y el "Unforgettable" de Nat King Cole.

"Durante las décadas de los 40 y los 50 se realizaron innumerables proyectos por la empresa privada, complementando la labor del Estado, para así poder darle viviendas a una población que aumentaba en rápido crecimiento", resume el arquitecto Nicolás Quintana.

"Revolución es construir": grandes edificios para algunos, ideas para otros

Cien años después del Gobierno de Menocal, los Anuarios Estadísticos son laberintos de números entre categorías y subcategorías. Del último, por ejemplo, si se suma la cantidad de viviendas terminadas entre 2015-2020 da como resultado 174.813. La Oficina Nacional de Estadística e Información de Cuba no dice cuántas de ellas están ocupando los damnificados de ciclones, los que han permanecido por décadas en "albergues" o los que habitan en un "llega y pon" sin derecho a agua y electricidad.

De lo que se sabe es de calamidad: el hospital infantil del Vedado Pedro Borrás, representativo de la arquitectura cubana, fue demolido en 2015 porque desde su clausura en 1988 no se encontró incentivo para repararlo; un tornado terminó de derrumbar cientos de viviendas que ya venían derrumbándose; una casa cayó sobre una abuela y su nieta en Playa; un edificio cobró la vida de un transeúnte en el Cerro; un balcón mató a tres niñas en Jesús María. Y así las cosas con la estática milagrosa.

También se sabe de la construcción de hoteles o la remodelación de inmuebles para el turismo. A finales de 2017, el entonces ministro del sector, Manuel Marrero, había dicho que planeaban tener listas más de 100.000 habitaciones en toda Cuba para 2030.

En La Habana, por lo menos siete nuevos hoteles de lujo y otros 12 estarían siendo reformados. Fuera de la capital salió ya a relucir el hotel Meliá Trinidad Playa, categoría Cuatro Estrellas Plus, y el hotel de lujo Mystique Casa Perla by Royalton, en Varadero.  

"Estos hoteles en Varadero y los que construye el GAE (se refiere el arquitecto Juan José Díaz Martínez al Grupo de Administración Empresarial del Ministerio de las Fuerzas Armadas, o sea, el monopolio militar GAESA) en La Habana, en medio de la pandemia, son de capital privado. ¿De quién?, no sé, pero del Estado cubano no es". Cuba sí desarrolla infraestructuras y sí utiliza capital privado. Para el beneficio del turismo y de unos pocos privilegiados.

En cuanto a las viviendas de calidad, construidas antes de 1959 y usurpadas a los patrimonios familiares, están en su mayoría en manos del Estado. Se entregan a militares de alto rango o funcionarios del Gobierno que pueden disfrutarlas mientras no caigan en desgracia. Las familias de la casta mayor pueden lucrar en Airbnb con ellas; como el sonado caso de la nieta de Raúl Castro y su mansión en Miramar.

El consorcio militar-gubernamental construye también tiendas recaudadoras de divisas y bulevares para comercio minorista. No le interesan los viales; sigue inconclusa la Autopista Nacional. Las instalaciones sanitarias y deportivas que quedan en pie dan deseos de llorar. Los parques infantiles son amasijos de hierros y desilusiones.

Entre las Siete Maravillas de la Ingeniería Civil y Arquitectura en Cuba, solo dos tocan la década del 60, las demás son anteriores. Una de estas obras es el Puente de Bacunayagua, que se comenzó a construir en 1956 y se inauguró el 26 de septiembre de 1960.

La otra obra es el Viaducto La Farola, construido entre 1964-1965. Los comentarios de calle en Baracoa y Guantánamo aseguran que al ingeniero de esta singular carretera no lo dejaron irse del país hasta que la terminó.

Entre planes y reordenamientos, una ciudad de papel

En enero de 2020, ONU-Hábitat, el Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, reconoció la aprobación por parte del Consejo de Ministros de Cuba del Plan de Estado de Acción Nacional para la implementación de la Nueva Agenda Urbana (NAU) hasta 2036.

Supuestamente en concordancia con la NAU, "la política urbana cubana promueve desarrollar estructuras compactas que garanticen el máximo aprovechamiento del potencial de crecimiento interno de las ciudades y demás asentamientos; incrementar las densidades; optimizar las redes técnicas y servicios existentes; y fomentar la recuperación y crecimiento del fondo habitacional".

¿Qué quiere decir esto en términos prácticos y de bienestar humano? "Nada, no quiere decir nada", asegura Juan José Díaz Martínez:

"El ejemplo lo tenemos en la ciudad a la vista pública: hoteles buscando el cielo, viviendas cayéndose, redes de saneamiento colapsadas (…). Solo hay que caminar por la ciudad para ver los sumideros pluviales, las rejillas de drenaje, se ven totalmente obstruidos; uno de ellos es el de la esquina del hotel Riviera en Vedado. Las redes deben someterse a una restauración capital y sustitución de tramos que presentan grietas en los conductos".

"Otorgar subsidios a particulares para arreglos o para la construcción de una casita no es la solución porque no conseguirán una vivienda confortable y digna, pues dejan su suerte de la mano de albañiles sin acceso a una buena solución de arquitectura que maximice los recursos locales a su alcance", considera Díaz Martínez.

"Tampoco es solución aventar a las personas dentro de instalaciones portuarias abandonadas, bellas estructuras, para que con esfuerzo propio las intervengan y subdividan a gusto, sin tener en cuenta, por desconocimiento, las condiciones imprescindibles que hacen a una vivienda al menos saludable; ya a partir de aquí podemos hablar de Arquitectura", añade.

¿Cómo se pueden llevar las palabras a hechos concretos? Para Díaz Martínez, "hay que abrir espacios de participación y actuación ciudadana con los promotores estatales de las políticas y los arquitectos e ingenieros junto a las personas de a pie a las que nos debemos".

"El Gobierno, a través de Proyectos de Desarrollo Local y otras fuentes de financiamiento, debe ejercer como promotor de desarrollos inmobiliarios para el sector social, que aquí incluye desde el obrero hasta el médico. Es mediante licitación pública y transparente, abierta al escrutinio público, que deben elegir tanto a los arquitectos como a la constructora que desarrollará las viviendas y demás servicios de corte social".

Cuando esta política urbana cubana habla de "estructuras compactas" quisiéramos pensar en la mini casa prefabricada de Elon Musk, pero la imagen que llega a la cabeza es la de un cuatro por cuatro con barbacoa: el otrora baño de un edificio de 1904 convertido en casa dentro de un solar de la calle Amargura, en La Habana Vieja.

Cuando se habla de "incrementar las densidades" asusta la idea de una Habana hongkonizada. Dice Martín Caparrós que en Hong Kong el contacto entre el hombre y el suelo es muy escaso, nada que ver con La Habana. Dice también que Hong Kong vende obstinación. ¿Quién va a querer más de eso para La Habana?

En septiembre de 2021, el programa Mesa Redonda de la televisión estatal anunciaba la apertura de un nuevo organismo de la Administración Central del Estado, el Instituto Nacional de Ordenamiento Territorial y Urbanismo, que sustituiría al Instituto de Planificación Física (IPF).

Samuel C. Rodríguez Planas, presidente del IPF, que asumiría también la dirección del nuevo organismo, dijo que la decisión respondía al perfeccionamiento del modelo económico y social. Otras dos funcionarias del IPF dijeron que se pretendía elevar la gestión y credibilidad y que los municipios serían las instancias más fortalecidas con el supuesto cambio.

"Es el mismo organismo y hasta con el mismo nombre, solo que con más palabras", dice Díaz Martínez. "Lo siguen dirigiendo las mismas personas guiadas por el mismo proceso de pensamiento, o de la ausencia de este quizás."

Nadie sabe qué pensaría hoy Eliseo Diego en la Calzada de Jesús del Monte, que es la de 10 de Octubre, la misma calzada con otro nombre. Seguro notaría que están aún más frágiles las tablas del sueño.

Si las ciudades pertenecieran a su gente

La esperanza de jóvenes profesionales de la Arquitectura se truncó en febrero de 2021, cuando esta importante especialidad quedó dentro del listado de prohibiciones para el sector privado.

Para Díaz Martínez, el desarrollo urbanístico y arquitectónico depende de la apertura a la iniciativa privada, de "un espacio oficial dentro de las actividades por cuenta propia. Digo espacio oficial, porque el espacio natural ya lo tenemos. Existimos y ejercemos y pagamos impuestos, pero no por concepto de Estudio de Arquitectura con firma reconocida como en las empresas de Arquitectura del Estado."

Permitir al cubano invertir en Cuba, sin limitar sus utilidades, fue otro de los requisitos que mencionó Díaz Martínez para que las ciudades comiencen por fin a recibir las inyecciones que necesitan.

Pero no hay que engañarse, hace falta dinero, mucho dinero, y el sentido práctico de la resignación y la adaptación. "La arquitectura es un arte utilitario y es el arte más caro", recuerda Rafael Muñoz, quien lleva dos décadas viviendo en Alemania:

"He tenido la oportunidad de ver el renacer de ciudades que fueron barridas durante la guerra. Dresde, por ejemplo, ha estado reconstruyendo por más de 30 años y aún no termina. Berlín ha reconstruido poco. Ni siquiera una economía como la alemana puede darse el lujo de rehacer la ciudad. Ellos han tenido que asumir con pragmatismo la reconstrucción y decidir qué debe ser demolido, qué debe ser recuperado y cómo se inserta la ciudad nueva dentro de la vieja".

José González Villoria, presidente del Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba en el exilio, cree que la Isla "tiene un potencial enorme. Después de sanear las infraestructuras creo que en cinco años la ponemos como nueva", dice en conversación con DIARIO DE CUBA.

González Villoria, graduado de Arquitectura en la Universidad de La Habana, trabajó en el Ministerio de Industrias cuando era presidido por Ernesto Guevara. Entró como diseñador en la industria química y alimenticia, y luego pasó a dirigir el Departamento de Arquitectura de la industria pesada.

"Llegué a tener 47 arquitectos e ingenieros a mi cargo", dice González Villoria, a quien no le gustó el rumbo que tomaba el país y lo abandonó junto a su familia en 1967.

"Unos 600 arquitectos e ingenieros se fueron en esos años". González Villoria piensa que, si todo cambia de repente en la Isla, muchos más podrían regresar, ellos o sus descendientes y alumnos, con el conocimiento acumulado en todas partes del mundo para ponerlo en función de desarrollar el país.

A sus 89 años, González Villoria es un activo arquitecto registrado, contratista general y consultor de hotelería en varios estados de los Estados Unidos. A pesar del tiempo fuera de Cuba, desea tener la posibilidad de aportar, con proyectos realistas, lo mejor para su país natal.

Es una buena señal el hecho de que a los habaneros que están fuera y dentro de Cuba les siga importando La Habana. Incluso en redes sociales han pedido cuentas por las acciones que la laceran. Fue el caso de la pavimentación del área verde en los últimos cien metros del paseo de la Calle G, frente al Malecón. Sucedió también con el muro de la Playita de 70, en Miramar, que las autoridades tuvieron que derrumbar varios días después de construirlo.

"Los habaneros hemos perdido gran parte de la ciudad. Es un hecho. No es posible recuperar la ciudad tal como fue. Tenemos que aceptar que, cuando al fin llegue el día en que podamos permitirnos recuperar la ciudad, el estruendo de los buldóceres que acometan las demoliciones va a ser la música de fondo por mucho tiempo", augura Muñoz.

En medio del efímero jolgorio por la reanudación de relaciones con Estados Unidos, Julio César Pérez Hernández, quien estuvo viajando a Cuba por esos años con el propósito de comenzar a implementar su plan de rescate, dijo que "La Habana debe ser soñada, diseñada y concebida para el futuro".

Las voces de julio y noviembre de 2021 vinieron a confirmar que solo quedó en el entusiasmo ese ansiado cambio de mentalidad política en quienes dictan los designios del país.

Hablar de urbanismo y arquitectura es hablar de belleza, firmeza y utilidad en el progreso y el arte; conceptos que alcanzan mayor plenitud en libertad. La Habana, Cuba entera, necesitan con premura un presente donde los poetas de este siglo no tengan más remedio que deslumbrarse ante ciudades de luna llena.

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1 comentario

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Es agradable leer este texto un lunes en la mañana. Uno aprende, no tanto por la destrucción progresiva que ha sufrido La Habana desde hace 60 años, sino por la ilusión implícita en el texto, de que nuestra ciudad volverá a renacer a partir de sus propias ruinas.
Le agradezco también a la Sra. Rodriguez Fernandez que me haya presentado a Yenys Laura Prieto, una poetisa fabulosa. Cuba tan cerca y uno no conoce a los poetas jóvenes.
Lo último, una observación. No creo que el miedo de Virgilio Piñera haya sido provocado por la destrucción de La Habana, sino por la represión del sistema totalitario.
Felicidades y enhorabuena.