El Segundo Festival de Cine del Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt (INSTAR), celebrado entre el 4 y el 11 de diciembre pasados desde Cuba, en simultáneo con la edición 43 del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, demostró que un gran evento oficial puede coexistir con otro que se mantenga a buen recaudo de la censura que rige en la Isla.
Celebrar un encuentro virtual, que dejaba de lado la presentación en vivo de las películas y el intercambio con sus realizadores en la sede de la institución que dirige la artista Tania Bruguera, fue la primera decisión de los organizadores que puso en duda el éxito de la convocatoria. Pero, al cabo, terminó convirtiéndose en una de las claves de su acogida.
Asimismo, el Festival de Cine INSTAR puso en evidencia hasta qué punto lo más inquietante del audiovisual cubano independiente no pasa ya por el mayor festival de cine que se hace en Cuba. Y no lo hace por razones extra artísticas; en especial, el estigma que pesa sobre artistas y obras concretas de las que los funcionarios del Ministerio de Cultura cubano no quieren oír ni hablar.
De ahí que lo más visto del Festival INSTAR haya sido precisamente dos de los largometrajes de ficción cubanos recientes anatematizados por las autoridades: Quiero hacer una película (Yimit Ramírez, 2020) y Corazón azul (Miguel Coyula, 2021). El primero, centro de una agria discusión durante la Muestra Joven ICAIC de 2018; el segundo, la obra más reciente de un artista condenado a "muerte civil" en la Isla por oponerse a hacer concesiones.
A ambos títulos, exhibidos en presentaciones especiales durante los días del encuentro, le siguieron en preferencia de los espectadores A media voz (Heidi Hassan y Patricia Pérez, 2019), Premio Coral al Mejor Documental del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de ese mismo año, aunque sin estreno en la Isla.
Pero, ¿cómo se ideó e hizo posible el Festival de Cine INSTAR? La periodista y activista Marta María Ramírez y el realizador José Luis Aparicio accedieron a revelarlo a DIARIO DE CUBA.
Ramírez, productora del festival, advierte que la idea de hacerlo presencial estuvo presente siempre, pero las limitaciones de movilidad a causa de la pandemia del Covid-19, así como la situación de hostigamiento de la sede de INSTAR en La Habana Vieja a manos de la Seguridad del Estado llevó a optar por una edición online.
"Descubrí Festhome, plataforma para festivales online, y aunque se revisaron varias similares, al final nos decantamos por esa", cuenta.
Pero una vez decidido esto, quedaba el reto de cómo hacer que la gente en Cuba viera cine online, teniendo en cuenta la limitada conectividad y que Festhome exige al espectador un pago por al acceso al contenido.
"Se me ocurrió retomar la viejísima idea de los cineclubes para que pudieran verse las películas apoyando a una persona por casa, por punto de conexión. Y también financiar las invitaciones virtuales para que pudieran acceder desde Cuba sin tener que pagar. Igualmente se les brindó acceso a personas que sufren la privación de libertad dentro de sus casas y a cineastas y gente del medio", explica.
"El propósito no era solo burlar la censura de contenidos, sino resolver cómo reunir más espectadores en un lugar seguro, cuidando las disposiciones sanitarias del país. Porque todas esas medidas se levantaron después que convocamos el festival online", apunta.
Como resultado del experimento, en los cineclubes creados para exhibir los títulos del festival, así como en otros ya existentes que se sumaron, las películas fueron vistas y además debatidas.
"Eso termina recompensando, porque si no llegamos a la cantidad de gente posible solo el hecho de que esa idea haya prendido y replicado es un mérito del festival", dice Marta María.
Reinventar un festival
Al cineasta José Luis Aparicio y la poeta Katherine Bisquet tocó retomar la idea del Primer Festival de Cine INSTAR, organizado por la actriz Lynn Cruz en 2019, y que en 2020 fuera suspendido debido a la crisis sanitaria global.
Aparicio participó en esa ocasión con su corto El secadero, y para 2020 había avanzado con Bisquet en la iniciativa Cine Cubano en Cuarentena, el mayor repositorio online de cine cubano hoy existente.
"Debido al hostigamiento contra Bisquet por la Seguridad del Estado, ella no pudo asumir la responsabilidad, así que me tocó terminar asumiendo la curaduría", cuenta.
"Desde el inicio nos propusimos hacer un festival sin las divisiones taxonómicas tradicionales de los festivales de cine, entre documental y ficción, cine clásico y nuevas formas, etcétera. Tratamos de que las películas se vieran como lo que son, un poco bajo el concepto deleuziano de la imagen-tiempo. Por eso incluimos películas más próximas a las artes visuales, el performance, la videodocumentación, a experimentos entre el cine y el teatro. Invité a varios realizadores cercanos con obras realizadas de 2019 hasta hoy, años marcados por grandes eventos de censura, por la ausencia de la Muestra Joven ya durante dos años, la pandemia, más una crisis migratoria que ha acabado con los realizadores yéndose del país".
Según el cineasta, el objetivo central fue enfrentar uno de los más graves problemas de la producción audiovisual cubana: su casi nula distribución y exhibición. "No hay espacios, cada vez hay menos para este tipo de película", asegura.
El Festival acabó programando 42 películas, de ellas 33 estrenos para Cuba, y un puñado de secciones que cubrieron, según Aparicio, "asuntos sociales; la revisión crítica de la historia de Cuba; el cine queer en la Isla; la experimentación con los archivos; el cine hecho por mujeres con temática femenina; el audiovisual realizado en los márgenes sobre sujetos en los márgenes..."
Aparte de ello, dirigió el foco sobre el cine de Latinoamérica, presentando películas de los países más cercanos; una retrospectiva del realizador cubano Manuel Marzel; varias charlas; y un programa teórico con invitados internacionales como el realizador mexicano Alonso Ruizpalacios, Jorge Molina, Alejandro Fadel y Adrián García Bogliano, entre otros. Y además un taller de videomapping y otro sobre la deconstrucción del archivo visual de una comunidad para romper las narrativas tradicionales de países totalitarios.
Milos Rau, artista suizo Premio Nacional de Teatro en Austria, además de cineasta y periodista, fue asimismo entrevistado por Tania Bruguera durante otro de los espacios virtuales del encuentro.
El Festival de Cine INSTAR concluyó con la entrega de los premios para el fomento de la producción independiente, otra de las iniciativas de la institución para viabilizar la finalización y distribución de las películas que se producen fuera de los circuitos establecidos y/o que asumen enfoques estilísticos no convencionales.
"Hay que pasar a un plano donde los eventos alternativos no se definan por oposición a los oficiales, donde no haya como esta especie de pulsión de sustituir un evento con una hegemonía por otro, sino de oxigenar el panorama de exhibición dentro y fuera de Cuba", concluye Aparicio.
"La idea es que este festival tenga sus propios propósitos, objetivos, líneas curatoriales, estrategias, y que no se sienta como una especie de prótesis. Es hora de crear una verdadera cultura alternativa fuerte, válida y legítima en sus propios derechos y aspiraciones. Hay que seguir generando espacios alternativos, no solamente en el cine, sino en todas las artes", pide.
Según los organizadores, durante los días del festival la mayor parte de los espectadores estaban en Estados Unidos, Cuba, Reino Unido, Japón, España, Canadá, Italia, Suecia, México, Irlanda, Perú, Alemania, Argentina, Brasil, Puerto Rico, Austria, Países Bajos, Guadalupe, Colombia, Francia y Rusia. Todos reunidos para ver cine cubano.
Tania está escapa’