Se enamoró de un médico en plena guerra. Esto le sucedió a la periodista y realizadora Waad al-Kateab. Estamos en Siria en 2016, bajo el régimen de Bashar al-Asad, quien, apoyado por la fuerza aérea rusa, atacó sin distinción la ciudad de Alepo. La prensa occidental desde el inicio de la revolución en 2011 declaró que Siria estaba volcada en una guerra civil, pero muchas opiniones coinciden que esto se hizo para encubrir la crueldad del dictador Assad que estaba asesinando a su propia gente, repitiendo en cierta medida lo que había hecho también su padre.
Una masacre que algunos insisten en llamar guerra civil y que, según las palabras de su realizadora, no fue más que una revolución que se pensó que iba a durar muy poco y que se fue de control. Una revolución que terminó siendo secuestrada por grupos insurgentes radicales también opuestos al dictador Bashar al-Asad, entre los que se encontraban el Estado Islámico y otros. Grupos armados financiados por Arabia Saudí, Israel y EEUU que volcaron al país en un sanguinario conflicto que termino con la destrucción masiva de la ciudad de Alepo y con cientos de víctimas y millones de refugiados.
For Sama (Para Sama) es un documental autobiográfico que combina una historia de amor y el nacimiento de una hija —Sama— en tiempos de guerra. El contexto, las fuerzas en pugna y la comprensión del conflicto no es lo que más importa aquí. La realizadora se centra en su realidad y en cómo esa realidad es interpretada por ella desde que era estudiante, en estado en gestación y tras el nacimiento de su hija Sama. Una prueba indiscutible del instinto de preservación de la especie humana y de una mujer capaz de salir embarazada bajo semejante estrés y circunstancias.
Entre ataques aéreos, bombas de toda clase, edificios estallando y gente muriendo indiscriminadamente, se encontraba Waad, registrando el presente inmediato de un hospital que resistía a las bombas del asedio ruso. Un celular, una cámara DSLR o un dron, cualquier dispositivo que pudiera captar el agravio le servía para llamar la atención del mundo.
La dura convivencia con Hamza, un joven médico que tenía la convicción de no abandonar el hospital a pesar de las bombas provocó que se enamoraran. Literalmente consolidaron su amor en medio de una masacre y fue así, con la música a tope para no escuchar el estruendo de las bombas, que celebraron su casamiento y se juraron permanecer en Alepo entregándose cada uno a lo que mejor sabía hacer. Ella registraba la realidad y él salvaba las vidas que tenía a su alcance.
Su hija nació entre los muertos. El horror y la vida, son la contradicción y fuerza mayor que portan las imágenes y sonidos registrados por Waad durante los cinco años en los que fue testigo de la destrucción de la ciudad donde tuvo la dicha de ser madre. Encontrar un atisbo de esperanza en un entorno en donde muy pocos lo encontrarían la llevaron a filmar un milagro.
Ese olfato inherente de la mirada femenina le hizo ser testigo de la práctica de una cesárea de urgencia a una embarazada. El recién nacido llega sin vida a este infierno. Una escena terrible que muestra la destreza humana tanto para matar como para crear vida. Una mezcla de horror y esperanza, núcleo de este testimonio, que se nos vuelve imposible de ver por la fragilidad de ese bebé tan vulnerable que ha nacido sin pulso. Waad al-Kateab no pausa la grabación y cuando el espectáculo parecía demasiado cruel para ser soportado, se produce un milagro filmado propio del género documental.
Extrañamente Waad y Hamza se mantuvieron con vida todo el tiempo que duró el asedio. Corrieron una suerte muy distinta a la de muchos de sus amigos, que quedaron sepultados como consecuencia de los ataques aéreos. Bombas que acortaron la existencia de muchos sirios, en su mayoría niños que ya ni siquiera reaccionaban ante los ruidos de las bombas y los disparos que perpetuaron en el poder al dictador.
For Sama es inmensamente dolorosa y criticarla se convierte en un ejercicio injusto. Sin embargo, con la frialdad de un psicópata me atrevo a decir que su narración se debilita por una bifurcación que se produce entre la necesidad de exponer al mundo la masacre y una narración poética, concebida en primera persona, que se acomoda en hilvanar adecuadamente las imágenes de esta experiencia traumática.
Estoy convencido de que las reflexiones de Waad, realizadas a posteriori, pudieran ahondar mucho más en esas decisiones vitales (el amor, la maternidad, las convicciones), que a los ojos de quien las observa pueden llegar a ser ilógicas e irresponsables y en la piel de quien las experimentan se convierten en el único antídoto para la supervivencia.
Aun así, y a pesar de una dudosa decisión musical en su banda sonora que se encarama encima del horror y pretende maquillarlo, Waad al-Kateab realiza esta inmensa carta de amor que grabó para su hija. En sí, un documental sobre la esperanza que terminará su dramaturgia el día que su hija crezca y lo pueda experimentar.
Mientras llegue ese día, el mundo será testigo de este documento autobiográfico (que ganó el BAFTA y se le negó el Oscar) que nos deja una pregunta para Sama con una fuerte resonancia en el espectador: "¿Me culparás por quedarme aquí o me culparás por irme?"
En el fotograma q acompaña el articulo si eliminamos las personas, pareciera una foto de algun lugar de la Habana...”ciudad maravilla”
BAFTA quiere decir British Academy Film and Television Awards, por si los redactores quieren aclararlo.
Narco, eso lo sabe todo el mundo; oye que no vivimos en Cuba.