Si las autoridades le impiden continuar la filmación de un documental, Alejandro Alonso se las ingenia para realizar su obra. Una anécdota así originó El Proyecto —su película más visible hasta la fecha— y es la evidencia fehaciente de la solidez de su sistema inmunológico, de esa capacidad que muchos cineastas (independientes) cubanos han desarrollado para sobrevivir en una realidad que aún no dejan que sea filmada abiertamente.
El día que la dirección del ICAIC comprenda esto, el cine cubano eclosionará y no tendremos que remitirnos únicamente a los años 60 para hablar de la fuerza de nuestro cine. Sin el amparo real de una institución que defienda las películas y los intereses de sus cineastas sin distinción ideológica, nuestra eclosión no llegará.
Alejandro Alonso es un cineasta graduado de la EICTV y nacido en 1987, en Pinar del Río, Cuba. A juzgar por su cine a veces pienso que Alonso tiene algo mitad humano, mitad máquina, como de ciborg. Lo digo porque tiene la capacidad para utilizar uno de sus ojos para observar el interior de la realidad y otro para distorsionarla y reconstruirla sin echar abajo sus pilares.
Para Alonso esos pilares culturales, sociales, políticos, son paredes de carga que no se deben mover. Sentir ese anclaje hacia Cuba le permite alejarse, hacer el ejercicio de salir para volver a entrar. Precisamente sobre ese ejercicio se sostiene su poética, la cual está ligada a la necesidad de observar hacia lo eternamente aburrido de nuestra realidad sin el cansancio de haberla visto por años.
Alonso nos inquieta con su última producción, Home, en la que sufrió también un imprevisto del poder: le negaron el visado para viajar a EEUU donde tenía previsto rodar. Sin embargo, sin poner un pie allí se las arregló para realizar una película experimental que nos aproxima según su sinopsis a esa condena que pesa sobre los cubanos y que nos impide imaginarnos fuera de los límites de una idea.
Resulta que en EEUU existen ocho pueblos que llevan el nombre de Cuba. Alonso se sirvió de siete de ellos para dividir en siete momentos su ensoñación e introducir siete intertextos —siete acertijos— correspondientes a las coordenadas de ubicación de esas otras Cubas que forman parte de la geografía estadounidense. Excluyendo a las comunidades cubanas en el exilio, las cuales reproducen la cultura cubana per se, estas siete Cubas paralelas a la Isla son genuinamente angloparlantes. Y solo por el hecho de existir nos proponen siete maneras distintas de ser; nuevas formas de asumirnos y representarnos fuera de la matriz cultural por la que hemos sido moldeados.
Alonso me contó que contactó a algunos de esos cubanos de Missouri, Alabama, Illinois, Kansas, Nuevo México, Nueva York, Wisconsin y Minnesota y les pidió que le enviaran imágenes de sus respectivas Cubas. Siguiendo esa estrategia logró acumular material de archivo para explorar esa extraña casualidad que conecta de una manera insólita a nuestros países y que son la génesis de esta joyita de vanguardia que nos sugiere infinitas interpretaciones en sus 12 minutos de metraje.
Home sigue el espíritu disruptivo de El perro andaluz (1929) de Luis Buñuel y de todo el cine de vanguardia que se resiste a someterse a los límites del lenguaje del cine narrativo tradicionalmente estructurado alrededor de un relato argumental. La rebeldía de Home excede a su lenguaje radical, en su esencia está la idea del hogar como un ciclo de vida, contraria a todo lo que se piense inexorable. Me viene a la mente un plano en el que la mano de un sujeto agarra una piedra de carbón ardiente. De esa materia podría forjarse nuestra identidad, pero eso no significa que de la misma piedra ardiente no se puedan concebir múltiples identidades culturales sobre una misma idea de nación.
Home está concebido en formato 4/3 en un radical y muy contrastado blanco/negro. Polvo, pelos, moho, arañazos, texturas, hacen parte del barniz con el que se amalgama el archivo ajeno, del que se valió Alonso para articular su ensoñación documental. La visualidad de Home apela a los recuerdos, a esa zona del saber a la cual solo tiene acceso de forma fragmentada.
Presenciar Home es como visitar a un moribundo que nos quiere contar mucho más de lo que le permiten sus fuerzas. Hay un saber que solo puede emanar de esos cuerpos que se despiden para siempre, ideas como esas se esconden en este sueño vulnerable del día y la noche en el que visiblemente el tiempo ha dejado su huella.
El primer intertexto de Home muestra las siguientes coordenadas: 0´00´00 N 00´00´00 acompañadas de un texto que reza "The First Image" ("La primera imagen"). Si buscamos dichas coordenadas en el mapa estas nos conducen a Null Island, una isla ficticia del Golfo de Guinea donde el ecuador terrestre es atravesado por el meridiano cero. Null Island fue desarrollada como una idea en el año 2011 y retomada en 2019 por Alejandro Alonso para incentivarnos a realizar un ejercicio de regresión para empezar de nuevo. Home te propone estar fuera del molde, reinventarte.
Ese documental experimental fue dirigido, fotografiado y montado por el propio Alejandro Alonso, quien además comparte créditos de guión junto a Lisandra López Fabé y de producción con Yenisel Osuna Morales.
Paradójicamente, esta obra de Alonso surge una vez más de la imposibilidad de realizarse y de una estúpida pelea entre la cultura y el poder. Pareciera que Alejandro Alonso tiene un fatum sobre él, solo me queda desearle que el proceso de su próxima ensoñación sea menos accidentada y que sepa mantener la caligrafía de su cine.
Yo vivo en Missouri, a cuatro horas de Cuba, ya la visite una vez. Pienso visitarla nuevamente. La curiosidad y la nostalgia me llevaron a esa Cuba que nada tiene que ver con la nuestra