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41 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano

Los cortometrajes están mejor que los largometrajes de Cuba

Varios de estos jóvenes realizadores auguran un futuro promisorio para el cine cubano.

La Habana
Fotograma de 'Fin', de Yimit Ramírez.
Fotograma de 'Fin', de Yimit Ramírez. Vistar

Por increíble que parezca, los cortometrajes cubanos que se proyectan en esta edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana, de la autoría de jóvenes realizadores fundamentalmente, resaltan por su calidad conceptual y el abordaje mucho más que los largometrajes de directores experimentados.

Flying Pigeon (2019), de Daniel Santoyo Hernández, y Alberto (2019), de Raúl Prado Rodríguez, tienen en común el abordaje de las problemáticas en torno a las relaciones intergeneracionales, en el seno familiar, pero entrevistos desde la marginalidad, en el contexto urbano el primero, mientras que el segundo desde los efectos que genera la separación por motivaciones políticas.

Flying Pigeon tiene como móvil el desarrollo de un atraco. El robo de una bicicleta china cuya marca da título a la película, será una oportunidad para que el padrastro (Mario Guerra) intente aleccionar a su pupilo (Milton García) en el "arte" del atraco.

El guion de Santoyo incorpora con argucia elementos del thriller, y en la fotografía están los mayores aciertos de este cortometraje. Las actuaciones de Mario Guerra y sobre todo, la del joven Milton García, constituyen las principales virtudes de este filme que, probablemente, nos depare no pocas sorpresas en esta edición de la cita habanera.

Alberto, por su parte, se adentra en el contexto rural de una familia cubana que se ha visto afectada por la pérdida y la separación familiar. El joven Alberto, un músico, recién llega de su exilio en EEUU para descubrir que su padre ha muerto. Su encuentro con la nueva familia fundada por su hermano mayor le permite revivir un pasado marcado por la incomprensión paterna y la repulsa de este a la decisión de Alberto de abandonar Cuba. Alberto descubre que ha sido esa decisión lo que provocó el suicidio de su padre, y que las cartas enviadas desde entonces por su hermano intentaron ocultarle esta noticia.

En la tonalidad crepuscular de la concepción del cuadro, casi siempre en plano cerrado para explorar las reacciones psicológicas de los personajes, Raúl Prado se anota unos puntos a favor con este filme que tiene, sin embargo, un registro muy desigual de actuaciones. En los momentos en que la intensidad dramática adquiere su punto clímax, Yasmany Guerrero no conigue un registro creíble. Mucho mejor como actor de reparto, Eduardo Martínez (Santa y Andrés) viene reclamando una mayor presencia en las películas cubanas.

Otros dos cortos dialogan respecto a temáticas universales desde la experimentación discursiva, como Fin (2019), de Yimit Ramírez, premiado en la pasada Muestra Joven del ICAIC, y El secadero (2019), de José Luis Aparicio, este último exhibido fuera de competencia.

En Fin, Yimit Ramírez crea una historia surrealista, performática, en su propósito de reflexionar sobre problemáticas filosóficas respecto a la vida más allá de la muerte. El corto tiene como mérito el de la puesta en escena, la impecabilidad de la edición que aporta el dinamismo narrativo y, por supuesto, la brillantez de las actuaciones de Milton García como protagonista de este relato, y de Lola Amores.

En cambio, El secadero de Aparicio, emplea recursos del suspense para ambientar su historia en la Cuba de 1993, donde un asesino en serie decapita a policías. Matizado por el humor negro y situaciones dramáticas un tanto rocambolescas, el corto se nutre de las influencias de la narrativa de Leonardo Padura y del cine negro norteamericano con vitalidad e ingenio. Tal vez la posibilidad de haber amarrado con mayor organicidad su historia le hubiera permitido a Aparicio integrar el corpus de filmes en competencia, pues en realidad lo merecía.

Tanto Ramírez como Aparicio me parecen directores con propuestas atractivas en su concepción visual. Ambos convergen en el interés de ingresar al panorama cinematográfico nacional con textos inteligentes que procuran, en la diversidad conceptual y estilística, el diálogo cercano con el espectador.

En su propósito de renovar constantemente una obra que apenas se inicia, estos jóvenes realizadores auguran un futuro promisorio para el cine cubano contemporáneo.

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