El realizador y también narrador Eduardo del Llano anunció anteayer, previo a la presentación de su cortometraje Dos veteranos (2019) en el cine La Rampa, que esta nueva obra pone fin a la saga de Nicanor O'Donnell, el personaje literario que ha venido llevando a la pantalla grande.
Sin que revelara los motivos y sin adelantar también qué otros proyectos anda cocinando, lo cierto es que decide hacerlo por todo lo alto, con una historia deliciosa, tremenda, atractiva, acompañada por un elenco de lujo.
Aunque la saga de Nicanor, al menos en los textos narrativos se ha visto un poco afectada, sobre todo a propósito de su última novela El enemigo (Letras Cubanas, La Habana, 2018), no puede negarse que en las películas de Del Llano la cosa es bien distinta y en Dos veteranos Luis Alberto García lo ha hecho bien, aportándole la magia y toda la experiencia histriónica que como actor ya acumula en la historia del cine cubano de los últimos tiempos.
El cortometraje nos lleva a una Cuba futura en la que no queda la más leve huella del comunismo. Sus personajes son unos viejos simpáticos que convergen en un parque de la capital para debatir respecto a los efectos del cambio en la estructura económica y política del país, y de qué forma ha marcado sus vidas. De esta manera, la película deja abierta las puertas para el debate en torno a las deficiencias del sistema, sobre todo con la posibilidad de apuntalar la polémica en el típico tono humorístico que caracteriza a la narrativa de Del Llano.
Todavía más: estos viejos simpáticos emprenden una escalada de reflexión filosófica que tiene el encanto de la osadía en tiempos donde hablar sobre estos temas todavía sigue siendo un asunto tabú en la Cuba actual. Y el público lo recibió con desenfado, con la complicidad del sketch al que no le cuesta robarle las carcajadas mientras se aventura a dar lecciones de democracia participativa. Otros guiños, también, al debate sobre la libertad de expresión, a la corrupción en las altas esferas del Gobierno, la represión política y las demandas de elecciones libres.
De cierta manera, esta película nos introduce en los efectos de una ostalgie en la sociedad cubana del futuro, cuando la revolución nada más sea palabras muertas y apenas sobreviva en el recuerdo de las próximas generaciones. Y para eso Del Llano emplea un guion inteligente, que no solo ha provocado el chuchuchú fuera de las salas de cine y la simpatía del público, sino que deja clara cuál es su postura, como quien no quiere las cosas, no sea que sufra, tal vez, las consecuencias del veto.
Como filme, sus mejores ganancias pueden encontrarse en la fotografía, que aporta la sensación de gelidez con sus tonos grises, medio invernales, para hablarnos de una Cuba entregada al frenesí del capitalismo, con habitantes que pasan a la carrera ocupados en sus propias vidas, algunos muy vulgares, y el vértigo de la velocidad dominando todo el espacio alrededor del parque.
Esa idea de dinamismo, muy lograda con el empleo de la elipsis visual, la elección muy acertada de la locación en exteriores y el trabajo con el detalle del fondo de los planos, consigue el efecto de una narrativa distópica a la que el espectador se asoma como ante una bola de cristal para revelarnos la ilusión de una Cuba entregada, sin pausa, a un desarrollo vertiginoso, como si pretendiera recuperar tanto tiempo perdido. El parque es apenas una suerte de oasis para el detenimiento a la reflexión, a la cubana, de unos viejitos tremendos.
Otra ganancia del filme radica en el acertado criterio de selección de actores. Además de Luis Alberto García, Néstor Jiménez, Mario Guerra, Osvaldo Doimeadiós y en especial Carlos Gonzalvo, mantienen todo el tiempo una sintonía perfecta. Consiguen con agudeza matizar los latigazos de ocasión con la naturalidad del humor que no tiene desperdicio ni impostura. Y, en medio de esta constelación, un tímido y risueño cameo del propio director que aparece entre los figurantes que circundan atentos el debate.
Del Llano desanda otra vez, como casi siempre, el discurso de la crítica sociopolítica, aunque en esta ocasión de un modo más abierto y arrojado. Resta por ver si, entre tantos cortometrajes en competencia, también con calidades no menos significativas, logra hacerse de algún Coral.
Cuba pasó del capitalismo al esclavismo y va camino de la comunidad primitiva.
¡Gracias Fidel!
Buen colofón para Nicanor. Como siempre buenas actuaciones y un humor inteligente.