Armando Capó ha estrenado su ópera prima, al fin, en la cuadragésimo primera edición del Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. La película Agosto (2019), trae a discusión la crisis económica en Cuba en 1994, el éxodo masivo que desencadenó en La Habana y sus repercusiones nefastas para la familia cubana.
Hasta donde se conoce y fue divulgado, se esperaba una recreación de los sucesos en la misma capital, pero el filme, con guion de Abel Arcos, se nutre de las experiencias del director en un pueblo de pescadores, probablemente Cojímar, a juzgar por las locaciones, para desarrollar la trama. La perspectiva de la mirada, contada desde la neutralidad de la cámara, es la óptica de Carlos, un adolescente quinceañero que termina el curso escolar, la secundaria, para entregarse a otras vacaciones aburridas en su pueblo natal, en compañía de sus amigos, entre ellos, una linda muchacha que despierta la atención de él y de su mejor amigo.
Pero entre baños ocasionales en la playa, espiar a la vecina loca que se acuesta desnuda en la cama, y la cotidianeidad de la precaria vida familiar donde no escasean los apagones y la falta de comida, misteriosamente el pueblo se ve invadido, discretamente, por merodeadores ocasionales que esperan escondidos cerca de la costa. Al mismo tiempo, por la radio, los sucesos del Maleconazo y la agudización de la crisis le llegan a Carlos como ráfagas en las cuales prácticamente ni repara.
Cuando el éxodo ya no es un misterio para nadie, Carlos espía en sigilo la partida de su padre (Rafael Lahera) en una balsa, aun cuando su madre (Lola Amores) decide mantenerlo en sigilo. Sin que esta lo sepa, el joven toma la decisión de partir, uniéndose en vano a un grupo de balseros que escapan a EEUU desde las costas cercanas al pueblito.
La película tiene la particularidad de contar, en medio de las agitaciones políticas del contexto histórico más reciente de Cuba, una historia de iniciación dentro de los códigos del coming-of-age, mientras nos habla del tránsito del personaje a la madurez no solo desde su experiencia sexual con una balsera, sino también espiritual. Pero lo hace mal, con un guion desastroso —increíblemente, escrito por Abel Arcos—, con momentos narrativos que tienen muy pocas variaciones en su intensidad dramática.
No hay modo que el diseño de los personajes despierte un mínimo de simpatía entre el público, ni siquiera el hecho de contar en su elenco con el lujazo de una actriz como Verónica Lynn en su rol de abuela del niño. La relación entre ambos se sustenta sobre la banalidad y algunas frases chabacanas, que rayan en lo grosero, en boca de la Lynn, que intentan hablar de la dudosa modernidad de una viejita bonachona, en materia de sexualidad.
Por si fuera poco, se desperdicia la posibilidad de trabajar, desde el punto de vista psicológico, cómo afectaron las complejidades sociopolíticas de esos años a la familia cubana, en particular a esta de la película, en su miserabilismo cotidiano.
Nada en ella favorece el proceso empático, aun cuando la fotografía encuentra algunos buenos momentos en exteriores.
Tampoco se aprovechan las posibilidades de expresar, más que con lugares comunes, las relaciones de amistad y de amor que protagonizaron los tres jóvenes actores de la película, quienes no van más allá de un recital de sus emociones y frases hechas.
Se intenta también recrear, bastante mal, el clima de represión policial en las playas, así como simular, de manera pésima también, el desasosiego de la comunidad ante la falta de alimentos, sobre la base de escenas donde toma vuelo la chancleta y la chusmería que pone en duda la calidad de la escritura.
Aunque el filme da la posibilidad, con su final abierto, de que los protagonistas escapen al exilio por la vía del éxodo ilegal en un momento futuro de sus vidas, la verdad que no hay modo en que esta película sobreviva más allá de los minutos en que se proyecta en pantalla.
Agosto marca el debut de Capó como realizador de largos de ficciones, pero me temo que ha sido un mal comienzo para su carrera. De seguro, otra oportunidad tendrá, y entonces veremos.
Así y todo la invitarán a cuanto festival exista en el planeta. Hay una desigualdad increíble de distribución entre el cine y la literatura cubanas, ya que esta ultima es más importante y mucho menos aceptada por las editoriales y los foros. El articulista debe cuidar su escritura: "Carlos espía en sigilo la partida de su padre (Rafael Lahera) en una balsa, aun cuando su madre (Lola Amores) decide mantenerlo en sigilo". Dos sigilos en menos de lo que se dice Agosto.