El estreno de Buscando a Casal (2019) de Jorge Luis Sánchez no para de despertar los más encontrados criterios. Una parte del público la estima, tal vez por la originalidad de su idea de traer a pantalla los códigos de la dramatización teatral, con tintes surrealistas y como alternativa a un cine cuya pretensión histórica hubiera desandado el terreno de la veracidad.
En la veracidad se escudan los criterios de quienes, decepcionados —sobre todo la crítica—, esperaban una interesante incursión en el biopic y un regreso al cine histórico ambientado en la Cuba colonial de finales del siglo XIX.
Se aguardaba con sumo interés de qué forma Jorge Luis Sánchez se adentraría en los vaivenes de la vida de uno de los precursores del modernismo en la poesía cubana.
Casal busca la inspiración para una crónica social durante una retreta en la que confluyen los personajes más granados de la sociedad habanera, incluso las más altas esferas del poder político colonial en la Isla. La figura del capitán general es la mejor opción, y por supuesto, las repercusiones negativas que le traen la publicación de su manuscrito en La Habana Elegante, de Enrique Hernández Miyares, serán los móviles para una historia ampulosa en su registro dramático, cacofónica y con el empalago de unas malas actuaciones.
Yasmany Guerrero, un actor joven de moda, incorpora una imagen de Casal balanceada entre la pose del amaneramiento, poco feliz, y unos arranques, también desiguales, de pericia sexual en sus relaciones amorosas con el personaje interpretado por Blanca Rosa Blanco, una licencia poética que se toma el director que mucho sorprendió a literatos y críticos, pero que solo cumplía el objetivo de añadir un poquito de pimienta a la escena. Y Blanca Rosa Blanco no proporciona ni la más mínima empatía a su personaje.
Ni hablar de las pretensiones, un tanto ridículas y mal asimiladas de los actores que emulan el español castizo de los peninsulares, y el colmo es ese personaje de Antonio Maceo, encarnado por un joven actor con rostro muy parecido al caudillo, cierto, pero con cara de niño bonachón. Todo ello con unos parlamentos e intervenciones en escena que acaban por sepultar la dudosa creatividad del guion de esta película que mal empieza y peor termina.
Creo, de verdad, que la dirección de arte y algunos destellos en los efectos visuales, consiguen aportarle ingenio a la idea inicial de su puesta, sin dudas una experiencia artística que hubiera sido viable si los excesos de artificialidad no se malograran en el mismo laberinto de su lenguaje barroco, en la excentricidad gratuita con que se nos presenta a Casal y en el subrayado, por demás evidente, de ciertos pasajes simbólicos que nos remiten a la obra del poeta. ¿Qué quiso decir Jorge Luis Sánchez con esa cámara de cine que aparece en escena, acosando todo el tiempo a Casal como una sombra al otro lado del espejo, mientras lo hace parecer un loco a los ojos de los demás?
La figura de Julián del Casal sigue teniendo una impronta enigmática. Para la historiografía literaria cubana es un autor venerado, todavía más cuando en este año ha visto la luz buena parte de su epistolario rescatado, junto a un grupo importante de cartas sobre su figura que esclarecen su fatídica y prematura muerte el 21 de octubre de 1893.
No puede negarse que Jorge Luis Sánchez ha realizado una búsqueda minuciosa de todo cuanto pudo aportarle para su película el legado del poeta modernista, pero no dejo de pensar cuánto padece de empacho investigativo, aun cuando su imaginación tuvo el propósito, muy legítimo, de alcanzar altos vuelos creativos.
Este director demoró nada más y nada menos que 30 años para concretar su guion, según ha declarado. Si esto no es un récord para el tiempo que demoran los proyectos cubanos en cocinarse, al menos es un buen average. Qué lástima que tanta demora para consolidar el proceso creativo arroje resultados tan desastrosos como este.
Jorge Luis Sánchez termina por perderse él mismo sin encontrar absolutamente a nadie. Imagino que, a su paso de caracol, necesite otros 30 años más para aprender a hacer, medianamente, una buena película.