Por lo regular, el nombre de Bacardí se asocia, en Cuba, a la famosa marca de un ron que hizo célebre y millonaria a una ilustre familia santiaguera, descendiente de catalanes. Los Bacardí, encabezados por Facundo, el patriarca, y luego por su primogénito Emilio, serían los encargados de fundar, en el lejano siglo XIX santiaguero, una licorera con escaso capital y recursos que, con el tiempo, se convertiría en líder en su ramo en el mercado cubano.
Durante ese fin de siglo y los 50 primeros años del siglo XX, la Compañía de Ron Bacardí S.A. se convirtió en una industria que bien pronto tuvo sus oficinas no solo en la antigua calle Marina Baja en Santiago, sino en La Habana, México, América del Sur y en EEUU.
Al triunfar la revolución de Fidel Castro y la nacionalización de la propiedad privada y los monopolios, la empresa trasladó su sede fuera del país y desde entonces el nombre del famoso ron que lleva como estampa la figura de un murciélago mantendría fuertes tensiones con el Gobierno comunista en la Isla, acrecentadas sobre todo a partir de los litigios por la comercialización de la marca Havana Club.
Bacardí ha sido en la Cuba de las últimas décadas un nombre tabú. Tabú que lamentablemente relegó al olvido a quien fuera no solo el presidente emérito de la firma industrial durante las tres primeras décadas republicanas, sino también al patriota, independentista y primer alcalde de Santiago de Cuba Emilio Bacardí Moreau.
Por eso viene bien que la investigadora e historiadora de esa ciudad, Olga Portuondo Zúñiga, salde la deuda que la historia nacional había contraído con este patriota ilustre, santiaguero de pura cepa, incansable humanista y promotor de la modernidad y el progreso de su ciudad natal, destruida recién finalizada la guerra Hispano-cubano-norteamericana. La doctora Portuondo publica Emilio Bacardí, de apasionado humanismo cubano (Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2018, 2 tomos), libro que intenta de manera loable la reconstrucción biográfica de la vida de quien es también considerado un mecenas de la cultura y la historia nacional.
Apoyada en una rigurosa pesquisa en archivos bibliotecarios del país y el extranjero, Portuondo reúne información valiosa sobre los orígenes de la familia Bacardí hasta su posterior asentamiento en Cuba, y respecto a su biografiado, nos revela aquellos hechos más trascendentales de su niñez, adolescencia y posterior inserción en la vida política y cultural del país desde la segunda mitad del siglo XIX hasta su fallecimiento en 1928. Las conspiraciones contra el ejército colonial español, las participaciones de Bacardí en el espionaje cubano y su apoyo al Partido Revolucionario Cubano de José Martí, sus encarcelamientos y deportaciones a Cádiz y Chafarinas, así como su vida como industrial en las sucesivas etapas de consolidación de la industria ronera, son algunos de los aspectos abordados.
Algo más importante debe destacarse de este importante libro: las facetas del Bacardí novelista e historiador, las repercusiones de su obra en la intelectualidad cubana y su acentuado interés por el rescate de la memoria histórica, recién fundada la República. Olga Portuondo compila, además, toda la papelería inédita del mecenas santiaguero a la cual pudo tener acceso, que incluye cartas a su esposa Elvira Cape, fotos olvidadas de Bacardí junto a su familia, y valiosos materiales que revelan el intercambio que mantuvo con importantes intelectuales políticos cubanos y extranjeros, respecto a temas culturales e históricos.
Como escritor de ficciones, Bacardí es autor de novelas como Viacrucis (1914), Doña Guiomar (1917) y Filigrana (póstuma), así como de las trascendentales Crónicas de Santiago de Cuba, en diez tomos, sin dudas, el más ambicioso de los proyectos que emprendiera y que lamentablemente no pudo ver completado en vida, salvo los tres primeros volúmenes de la saga. Sus novelas nunca han vuelto a editarse desde los años 80, y las Crónicas… todavía cuentan con su edición príncipe, y son verdaderas rarezas bibliográficas.
El libro de la Portuondo resulta verdadero acontecimiento editorial en Cuba en el campo de los estudios historiográficos, sobre todo porque rescata la memoria y el legado cultural de una figura esombrecida por el discurso oficial en la Isla, y, sin dudas, corona la carrera como investigadora e intelectual de su autora.
Resultará excelente que este rescate del olvido implique también la voluntad política de recuperar aquellos espacios que acusen la huella del insigne patriota cubano, por ejemplo, la residencia donde vivió los últimos años de su vida en la ciudad de Santiago de Cuba, actualmente en ruinas. Después de 1959 fue habitada por diversas familias que convirtieron la casa en un solar, y durante los últimos años todavía moraban en ella con el techo y algunas de las estructuras completamente apuntaladas.
Al parecer, debido al riesgo de inminente derrumbe, esas familias ya fueron desalojadas del lugar, pero la casa permanece abandonada. La lápida que recuerda allí el nacimiento en ese lugar del también poeta local Enrique Hernández Miyares, colocada por el propio Bacardí, presidente entonces del Ateneo Cultural de Santiago de Cuba, el 5 de agosto de 1917, prácticamente se ha perdido por el descuido y la indolencia oficial.
Desconozco el destino que se le dará al inmueble ubicado en la actual calle Aguilera, muy cerca del parque Céspedes, pero ojalá que una sabia decisión —y el financiamiento necesario también— permitan recuperar este lugar histórico y hacer de él otro homenaje a un hijo ilustre de Cuba.