Las carreteras Granma y La Farola, los dos principales viaductos de las cordilleras cubanas, están devastadas y con varios tramos cerrados al tráfico vehicular, más por negligencia y falta de mantenimiento que por los estragos asociados a huracanes, terremotos y otros fenómenos naturales.
El deplorable estado constructivo de ambas carreteras testimonia la falta de previsión con que el Gobierno encaró durante décadas la destrucción de las principales vías de acceso a la Sierra Maestra y al macizo Nipe-Sagua-Baracoa, donde radican unas 200.000 familias de las provincias de Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.
Es, además, una prueba de la insensibilidad estatal para mitigar los riesgos de la transportación en cientos de comunidades costeras y montañosas de la región oriental, con una fragilidad humana y económica muy visible.
El viaducto de La Farola, considerado una de las maravillas de la ingeniería civil cubana, es una especie de puente voladizo, de unos seis kilómetros de largo, que va desde Las Guácimas, en Veguita del Sur, hasta las inmediaciones del Alto de Cotilla, desde donde único se observan las costas sur y norte de Cuba.
La carretera Granma bordea 187 kilómetros del litoral de la Sierra Maestra. La belleza del mar y las montañas proporcionan una vista panorámica única. En su momento fue la obra más cara Oriente. Sin embargo, recuperar la devastación provocada por décadas de abandono y daños climáticos precisa de 200 millones de pesos, el doble de lo invertido en edificarla.
La Farola necesita una reparación capital
Dioscórides, un antiguo obrero de la Empresa de Viales, asegura que hace 20 años los 30 kilómetros que serpentean las montañas de Cajobabo a Yateras dieron señales de deterioro, en especial los tramos de La Farola, levantados sobre el precipicio con pilotes de hormigón.
A su juicio, el problema no fueron los ciclones y los deslizamientos, pues "las losas de 20 centímetros de espesor estaban diseñadas para ese tipo de eventualidad". El problema, dice, es que "jamás se revisaron las vigas, los muros de contención y las planchas que por primera vez utilizaron en Cuba" en una construcción de esa envergadura.
Orlando, uno de sus compañeros, recalca que por años alertaron "sobre los daños a las barandas, las barreras de protección y los baches a través de los que se vía el abismo de una carretera muy peligrosa para conductores y pasajeros".
"Hay curvas donde no existen los seis metros de ancho del diseño original y hay que ser muy buen timón para salir ileso, o de lo contrario tocar el claxon para advertir a los choferes que transitan en sentido contrario. Peor se encuentran los trechos donde las vigas en forma de T (de nueve metros) están cuarteadas, separadas y con los pasadores zafados", argumenta.
Ambos coinciden en que un ingeniero, cuyo nombre no revelaron, sugirió hace 17 años reparar el viaducto y colocarle redes o mallas tejidas en las zonas de deslizamientos, como se hace en Europa. Sin embargo, "terminó expulsado, dedicado a la pesca y lleno de multas y cartas de advertencias".
Según la versión "romántica" del periódico Granma, "La Farola no salió ilesa de la embestida de Oscar y sus casi 60 años de servicios, e interminables azotes de fenómenos naturales, han dejado secuelas".
Más a tono con el desastre, Carlos Martínez Turro, vicegobernador de Guantánamo, reconoció que al viaducto le apremian urgentes y esenciales mejoras. "Su desafiante estructura se resiente, sufre hundimientos en algunos puntos del terreno y hay derrumbes".
El dirigente informó a mediados de noviembre que el diagnóstico para determinar la envergadura de la reconstrucción capital que necesita la carretera demorará un mes. "Mientras, se regulará el acceso, se establecerán límites de cargas y los equipos más pesados circularán por la ruta Guantánamo-Sagua-Moa-Baracoa, que también debe ser rehabilitada".
El problema se agrava porque el tramo Cajobabo-Maisí-Baracoa, que bordea la sierra y las Cuchillas del Toa, está en muy mal estado, y el puente sobre el río Yumurí no ha sido restaurado, por lo que la ciudad primada queda aislada.
La reparación del viaducto de La Farola demanda "40 camiones, buldóceres y otros equipos, paralizados por neumáticos, lubricantes y batería", dijo Martínez Turro.
Construida en 20 meses, entre abril de 1964 y diciembre de 1965, La Farola se convirtió en un ejemplo de soluciones ingeniosas. Pasados 59 años está destruida, a pesar de que por allí transita el 83% de las mercancías y el 96% de las personas que entran y salen de Baracoa.
Como premio de consolación, el diario oficial Juventud Rebelde publicó que "el viaducto será equipado nuevamente con una brigada para su mantenimiento".
Desde 1997 la Unión de Arquitectos e Ingenieros Civiles de Cuba la ubicó entre las siete maravillas de la ingeniería civil de la Isla, junto a la Carretera Central, el Puente de Bacunayagua, el Túnel y el Sifón del alcantarillado bajo la bahía de La Habana, el Acueducto de Albear y el Edificio Focsa.
"En Guamá las mentiras son peores que los sismos"
La Carretera Granma es una muestra del irrespeto con que se asumen los desafíos constructivos en las regiones más intrincadas y peor atendidas de la Isla. También la indolencia ante la seguridad vial y económica de los campesinos de Santiago de Cuba y Granma.
"En Guamá las mentiras son peores que los sismos. Llevamos 15 años esperando que arreglen una vía que dieron por terminada en 1991, la repararon en 2011 hasta Chivirico, prometieron concluirla en 2015 y está intransitable desde Uvero hasta Pilón", dice María al resumir el desastre.
Niño y Estela, radicados en Loma Blanca, aseguran que entran en pánico cuando pasan por la zona donde se han desprendido unos 200.000 metros cúbicos de rocas, "acomodadas por el buldócer a la orilla del barranco, al punto que la carretera la han corrido casi 700 metros en franco territorio del mar".
Peor situación enfrentan quienes no pueden utilizar los túneles de Cotobelo y Palma Mocha porque fueron abandonados hace 30 años, sufren derrumbes interiores y pasan por un camino donde se colocaron vigas de 20 toneladas —como muro de sujeción— y el mar las incrustó contra las montañas rocosas.
El puente de La Magdalena, el más alto de la Sierra Maestra, es una ofensa a la paciencia de los campesinos, que desde 2005 aspiran a que se restablezca la vialidad sobre uno de los ríos más caudalosos del Pico Turquino.
Carlos Ruiz hace tiempo dejó de creer en la "frasecita" de que "nadie quedará desamparado" y se ha resignado a ver perder sus producciones de frutales y café. Lleva 30 años esperando a "que arreglen una carretera donde cada vez se destruyen y se caen más puentes, como el de Peladero", que con 840 metros es el más largo de Cuba y hace 15 años está socavado.
Cristino es de los que no tienen esperanza de que "le den una solución a corto plazo", y con los últimos terremotos de 6 y 6,7 grados en la escala de Richter y sus más 5.700 réplicas, "el viaducto se resintió y está intransitable".
Otros critican que se llevaran la planta de asfalto de Ocujal del Turquino para el entronque de los municipios de Palma Soriano y Mella. Al final, no terminaron la autopista y la carretera Granma perdió casi todo su pavimento.
Desde el inicio este vial estuvo condenado al fracaso. Los caprichos de Fidel Castro y Celia Sánchez influyeron en que no se tuvieran en cuenta los riesgos de 35 ríos y 22 afluentes, cuyo escurrimiento superficial supera los 840 millones de metros cúbicos de agua al año.
El nivel de improvisación fue tal que ahora deben rehabilitarse 441 obras de fábrica, 560 alcantarillas y 13 de sus 26 puentes, entre otros severos estragos que afectan servicios básicos y el nivel de vida en la sierra.