"Vivimos como nuestras abuelas, con los calderos tiznados y las casas llenas de humo", dice Rebeca, una de las madres que han vuelto a los fogones de leña para enfrentar el déficit de electricidad y combustible doméstico en la ciudad de Santiago de Cuba.
Cocinar con ramas y palos secos en el interior de la vivienda "es la única opción que nos dejan los apagones, la escasez y los precios abusivos a las familias que tenemos los bolsillos vacíos", añade esta residente en Los Pinos
Dora tenía 25 años cuando el Período Especial llegó a su vida y dice que la estresa "volver al subdesarrollo", en alusión a retornar a la misma situación que vivió cuando crio a sus hijos "con leña y quemando trapos, cartones y hasta las tablillas de las ventanas".
Sin uñas y con un pañuelo en la cabeza para "fajarse" con su fogón de aserrín y gajos, anda Liudmila, a quien el marido le inventó un anafre en el patio del apartamento "hasta que repare la cocina de petróleo que le dejó su tío antes de emigrar".
"Le tengo horror a la leña, pero no hay remedio. Todos mis equipos son eléctricos y en el Micro 9 ponen la corriente cuando el diablo da cuatro gritos. Además, no tengo gas y tampoco alcancé carbón en la primera vuelta", argumenta Liudmila, quien trabaja de recepcionista y le da pena que en la escuela le sientan "peste a humo".
Patricia es de las que cocina a la hora que restablecen el servicio eléctrico, "no importa que sea de madrugada; el asunto es que los muchachos tengan un plato de comida sobre la mesa cuando regresan de la escuela".
Casi todos los consultados por DIARIO DE CUBA se han saltado alguna comida al día por el precio de los alimentos y la falta de combustible para elaborarlos. La mayoría se pregunta qué hará cuando no pueda resolver ni leña.
Para vecinos como Darío, la gente comienza a sacar de los cuartos de desahogo, y a quemar, los trastos viejos que guardan de sus abuelos. "Da vergüenza ver a los santiagueros cocinando en la calle, los portales, los apartamentos y hasta en la entrada de los edificios, llenos humo".
"La revolución energética fue un desastre. Los talleres no tienen piezas. El queroseno se perdió del mapa. Las ollas reinas y arroceras están rotas. No acabo de entender en qué parte de la tarea de la que habla el Gobierno está el ordenamiento", dice.
"Las cocinas de inducción no pueden ser las sustitutas del gas licuado en medio de los apagones. Además, los núcleos beneficiados con la gasificación los excluyeron de la compra de equipos eléctricos", apuntó Roxana.
La reventa de gas licuado se ha convertido en uno de los negocios más lucrativos de Santiago de Cuba, donde el acaparamiento y los cambalaches desafían la política de precios fijada por el Estado.
El pánico y el desasosiego cunden no solo por las largas colas en los puntos y la escasez de combustible, sino porque una balita de 10 kilogramos de gas licuado se cotiza en el mercado negro a 5.000 pesos y a casi ninguno de los 176.000 clientes de la provincia le alcanza la cuota aprobada por el Ministerio de Energía y Minas.
La venta de carbón anunciada por el intendente Manuel Falcón tampoco resuelve el problema, porque el Gobierno no tienen como garantizar los seis kilogramos, a 25 pesos cada uno, prometidos a los núcleos, y el Ministerio de la Agricultura está negado a renunciar a uno de sus rubros exportables, el carbón.
Un directivo de la Empresa ELF Gas confirmó a DIARIO DE CUBA que a mediados de abril se procesaron 300 toneladas, las cuales se distribuyeron a razón de tres rastras —con mil cilindros— a cada provincia de la región oriental, aunque la mayor parte se quedó en Santiago de Cuba.
Según el funcionario, llevan meses sin cumplir con los 14.000 cilindros que la planta puede producir diariamente, debido a la falta de materia prima y la insolvencia del Estado para pagar por los buques que anclan en la bahía y muchas veces se marchan por falta de dinero.
A principios de 2015 se vendieron en Cuba las primeras 80.000 cocinas de inducción y sus menajes a las familias atendidas por la asistencia social. En octubre de ese año se comercializaron otros 284.000 módulos fabricados por las tres plantas cubanas, dos en Ciudad de la Habana y una en Pinar del Río.
Entonces la prensa oficial aseguró que su eficiencia energética superaba en un 30% a las hornillas de resistencia eléctrica, pero su vida útil era de cinco años, justamente la fecha en que el Gobierno emprendió la reforma salarial y modificó su política de precios.
En medio de ese contexto —y con altos índices de roturas— unas 200.000 familias de Las Tunas, Holguín, Granma, Guantánamo y Santiago de Cuba encararon la Tarea Ordenamiento, sinónimo de desabastecimiento, carestía y oportunidad para lucrar con la escasez de recursos y alimentos.
Otros 400.000 núcleos del oriente cubano reciben el surtido de Empresa Mixta ELF Gas S.A., ubicada en el territorio santiaguero, con una marcada inestabilidad en su producción y sometida a un proceso inversionista con tecnología China para incorporar los cilindros de 45 kilogramos.
Según el anuario estadístico, Santiago de Cuba produce 38,3 millones de metros cúbicos de leña y 1,7 millones de toneladas de carbón, cifras insuficientes para utilizar ambos renglones como alternativa ante la debacle energética. Su uso masivo atentaría contra la reserva forestal del territorio.
En agosto de 2019 el Estado reguló la venta del gas licuado. Ahora le resulta casi imposible garantizarlo de forma estable, a tal punto que las familias dejan su consumo solo para lo básico, cuando esa forma de energía era la de más rápido crecimiento en los hogares de Cuba y representa cerca del 60% de la variante que se emplea en el guisado de los alimentos.
Ejemplo de resistencia creativa de los santiagueros ante el cruel y genocida bloqueo imperialista que nos quita la luz y el agua.
Por el camino que van regresaran a la caza y recolección. Ojala la proxima vez seamos descubiertos por los ingleses en vez de los malditos españoles.