El recrudecimiento de los apagones en Cuba, a consecuencia de la agudización del déficit energético, ha llegado "a punto de caramelo". Echando mano a la ironía y al choteo, habaneros proponen "que el Gobierno deje de cobrar la electricidad y empiece a cobrar los apagones, y de esa manera sí crecerá el producto interno bruto".
Más allá del buen humor de algunos, el panorama para la mayoría de los habaneros es trágico. La interrupción del servicio eléctrico es de cuatro horas mínimo, aunque hay zonas en que llega a las seis u ocho horas, "a veces de manera consecutiva y otras a tramos, pero en el mismo día".
"Otra de las cosas que empeora todo son los calores. Estamos hablando de temperaturas que están superando los 30 y los 32 grados, con sensación térmica de hasta 38 grados. Todo esto en medio de una sequía impresionante. Imagina ese panorama sin ventilador", señala Nicolás Fornaris, vecino del Cerro, con visible enfado.
"Hay detalles que ya hemos olvidado, porque los cubanos somos así de desmemoriados: ¿cuánto cuesta irse a una piscina, o a la playa, para huir de los calores con el añadido de los apagones? ¿Cuánta calidad de vida se tiene que sacrificar?", cuestiona Fornaris.
"Cuando los apagones tocan de noche, brota una envidia respetuosa pero tremenda a las personas ciegas, porque no te puedes dar el lujo siquiera de comprar velas", ataja su esposa, Ondina Saborit.
"Las velas más malas, que apenas te duran tres horas, cuestan 100 pesos. Las de mejor calidad van de 150 pesos a 200 pesos. A ver qué cubano con una chequera de jubilación de 2.000 pesos puede permitirse desfalcarse a sí mismo dándose el lujo de comprar velas, si a duras penas te alcanza el dinero para comer una semana", fustiga Saborit mientras bate con fuerza un pedazo de cartón como abanico.
Un recorrido por localidades habaneras confirma la falta de velas a precios asequibles para los salarios estatales. Tampoco hay en las redes de comercialización estatales equipos para que al cubano de a pie "le sea más llevadera la oscuridad en los apagones nocturnos".
"Todo en este país, absolutamente todo, donde único lo encuentras es en el mercado negro, con las cooperativas o con los particulares", se queja Tamara Arévalo, vecina de Guanabacoa.
"No puedes darte el lujo de comprar siquiera una lámpara recargable para iluminarte en medio de los apagones. De la desesperación pasas a la rabia, y de ahí a preguntarte hasta cuándo lo de un Gobierno que ya te miente sin tapujos y que le importa un pepino cómo nos la arreglamos esos cubanos que le trabajamos al Estado y que con el salario del Estado solo podemos comprar hambre y oscuridad", cuestiona Arévalo, quien percibe un salario mensual de 4.600 pesos.
Las lámparas recargables pequeñas, de carga por USB y según el lumen, cuestan entre 3.600 y 7.500 pesos. Al ritmo de los apagones en La Habana, una familia promedio necesitaría al menos dos de esas lámparas para alternarlas y extender su vida útil.
No son pocos los núcleos familiares habaneros que no cuentan con servicio de gas manufacturado o licuado (de balita). Ambos servicios se han vuelto precarios en los últimos años, a pesar de las cantinflescas estadísticas que ofrece el régimen, una situación que obliga a la alternativa de las hornillas eléctricas.
Pero en medio de la actual situación de generación eléctrica, que obliga a los cubanos a estar pendientes de cuándo le corresponde el apagón a su zona de residencia, comprarse una hornilla eléctrica "es casi un acto suicida".
"De cualquier manera estás metido en la fórmula 'perder-perder', que es el estado natural de Cuba. Yo no tengo ni gas de la calle ni gas de balita, como decenas de miles de familias, y tengo que aprenderme el calendario de apagones como si fuese el examen final de un cosmonauta, para saber a qué hora puedo ponerme a cocinar". comenta Lara Loyola, vecina de Arroyo Naranjo y madre de dos menores de edad.
"Tengo que jugar con el horario del trabajo, el horario del transporte y el horario de los apagones. Luego de resolver ese crucigrama, tengo que decidir las prioridades: ir a trabajar o cocinar. Si falto al trabajo, no cobro; si no cobro, no compro comida y nos morimos de hambre mis hijos y yo. ¿Alguien del Gobierno ha pensado en eso?", pregunta Loyola, a quien, por si ya fuera poco, se le rompió la hornilla eléctrica y ha tenido que endeudarse para comprar otra.
Los precios de las hornillas eléctricas oscilan, en dependencia de si son de uno o dos quemadores, entre 9.000 y 21.000 pesos. Incluso aquellos habaneros con familiares en el extranjero, beneficiados por las remesas y con pequeños negocios, están afectados enormemente por la agudización de los apagones.
"Mi familia no puedo permitirse financiarme una planta eléctrica para sostener el negocio, y al ritmo de los actuales apagones, por muy pequeño que sea tu negocio, necesitas una planta sí o sí", comenta Ariel Barquín, vecino de Playa y dueño de una pequeña cafetería.
"Las plantas eléctricas de 10.000W y 15.000W cuestan 3.000 y 4.000 dólares, respectivamente. No todo el que vive en el extranjero puede desembolsar así como así esas cifras. Cuando quienes recibimos remesas, o quienes tenemos negocios privados, ya la estamos viendo negra con pespuntes grises, cómo será para el que no tiene ayuda. Este Gobierno ya no piensa en nada, ni creo que le importe pensar. Pero se niegan a reconocer que hace rato están sobrepasados, y al cubano no le cabe un sacrificio más", concluye.
Y cuánto cuesta ser un esclavo? Pues todo, con o sin apagones.
Mientras sigan agachando la cabeza y aplaudiendo las pocas horas de electricidad concedidas por los señores feudales verdeolivos seguirán jodidos.Pero como siguen de carneros ,los seguirán pisoteando las botas militares...
Parece que la programación de los apagones en La Habana está en remojo para el verano. Si los apagones se salen de la programación en La Habana, el barrio “a punto de caramelo" puede pasar de la frustración, a la acción nocturna: “aunque hay zonas en que llega a las seis u ocho horas”. Para el verano, deben de establecer puntos de venta de carbón en La Habana, o arriesgan la profundización de la hambruna en barrios con alta densidad poblacional. Los cubanos pueden pasar de la protesta masiva, al vandalismo nocturno, un tremendo dolor de cabeza para el cuerpo- diluido- de la Seguridad del Estado, y un peligro para la integridad física de los ciudadanos cubanos.