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'Coleros': el oficio en boga entre los cubanos que reporta entre 750 y 1.000 pesos semanales

Criticados, necesitados, perseguidos, los 'coleros' son el resultado de la necesidad y la escasez en Cuba.

La Habana
Cola en Cuba.
Cola en Cuba. afp/Getty Images

Actualmente, ir de compras en Cuba no es divertido en medio de una escasez generalizada. "La situación ha mejorado un poco, pero puede pasar que 200 o 300 personas hagan cola ante una tienda", dice Ricardo Barragán, padre de familia de 59 años, citado por Deutsche Welle.

Como todas las demás personas entrevistadas por el medio, Barragán pidió que se le cambiara el nombre. Antes de que comenzara la pandemia, se ganaba la vida como artesano; desde entonces se mantiene a flote con trabajos ocasionales. A menudo, está todo el día en la calle buscando arroz o carne.

Tiendas de divisas y tiendas con pocos productos

Con la pandemia de coronavirus, la crisis económica y de pagos en la Isla agudizó el desabastecimiento que golpea a la Isla. Los ingresos procedentes del turismo desaparecieron casi por completo, y las sanciones de Estados Unidos han dificultado, no impedido, que los cubanos del extranjero transfieran dinero.

El Gobierno puso en marcha a principios de año una reforma monetaria, de precios y salarios en Cuba. Después de 25 años, el peso cubano (CUP) es la única moneda en circulación. Sin embargo, hay otra moneda muy fuerte en la Isla: el dólar estadounidense, a la que no todos tienen acceso.

Para hacerse con las divisas, el Gobierno abrió en octubre de 2019 tiendas estatales para la venta exclusiva en dólares, en las que se pueden comprar electrodomésticos y repuestos para automóviles y, desde junio de 2020, alimentos y productos higiénicos con tarjeta en moneda extranjera.

En los otros establecimientos, sin embargo, la oferta es muy reducida, y donde hay productos a la venta, se forman colas enormes.

"Un día para la carne, mañana para el aceite de cocinar. Por eso, las colas no cesan", se queja Barragán.

Hacer cola para otra gente

Mucha gente, sobre todo personas mayores, no pueden o no quieren hacer cola. Además, la población se preocupa por el riesgo de contagiarse con el coronavirus. Esto ha originado el surgimiento de un nuevo oficio: el "colero", una persona que hace cola y cede su lugar por una suma o revende la mercancía en mercados clandestinos.

Marco Jiménez, de unos 40 años de edad, es "colero". Antes de la conversión de la moneda, ganaba unos 12 dólares mensuales como óptico. Solía aumentar sus ingresos vendiendo gafas de manera extraoficial.

"A fines de 2019, sin embargo, no había más materiales, no había más vidrio, y nos enviaron a casa. Recibimos el salario durante dos meses, y luego nada", dice.

Un amigo le dio la idea de ganar dinero haciendo colas.

Las medidas higiénicas y la reducción de horarios de apertura de las tiendas por la pandemia potencian aún más la longitud de las colas.

"Se puede salir desde las 5:00AM. A partir de ahí, la gente marca su lugar en la cola", dice Jiménez.

"En vez de retroceder, las colas en Cuba crecen hacia adelante. Cuando las tiendas abren a las 9:00AM, aparecen las personas que ya marcaron. Entonces puede pasar que luego ya no sean diez, sino de repente 70 personas (las que estén) antes que uno", afirma.

Algunos marcan y venden su lugar por casi dos dólares. Él suele pedir el doble y cree que el 80% de la gente en la cola suele vender sus puestos.

El Gobierno ha racionado la venta de numerosos productos. Por ejemplo, un paquete de pollo por persona. Jiménez suele llevar consigo a dos o tres personas para poder comprar cantidades mayores.

"De lo contrario, no valdría la pena", afirma.

A veces también se acerca a los desconocidos ante la tienda y les ofrece algo de dinero, 75 CUP (unos 3,5 dólares), para que lo acompañen y él pueda comprar más.

Suele ganar como "colero" entre unos 750 y 1.000 CUP semanales, unos 40 dólares, dice. Solo trabaja entre dos o tres días a la semana para "no llamar la atención", porque las multas son caras.

El trabajo de "colero" en Cuba es criticado por algunos, necesitado por muchos y perseguido por el Gobierno.

Las autoridades han descargado en las personas que realizan este nuevo oficio gran parte de la responsabilidad del desabastecimiento. Los acusan de potenciar el acaparamiento. Además de aplicar rigurosas medidas contra ellos, el Gobierno ha realizado campañas en la prensa oficial y hasta una canción producida por el Ministerio de Cultura y la EGREM que los ridiculiza y criminaliza.

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