Para el emigrante, Tapachula es la última parada antes de continuar el camino y jugárselo todo en la frontera final. Una vez en Sonora, Baja California, Chihuahua, Nuevo León o Tamaulipas, tierras norteñas donde los secuestradores y narcos son una realidad ineludible, solo la suerte decidirá si logra o no cruzar a Estados Unidos.
Si bien la frontera norte supone el reto de salir vivo de varias de las zonas más violentas de México y del mundo, la ruta hacia Tapachula (Chiapas, en la frontera con Guatemala) no es un desafío menor. Quienes aquí esperan por un estatus migratorio que les permita continuar, ya vivieron los peligros que asaltan en las tupidas selvas centroamericanas, los arriesgados cruces de ríos, los caprichos de atracadores de camino y el resto de las tragedias que habitan esta tierra arrasada por la violencia y la miseria.
Los emigrantes que llegan a Tapachula son todos, de una u otra forma, sobrevivientes.
Puntos de partida
Javier y su esposa apenas tenían 30 años cuando decidieron dejar Villa Clara y probar suerte en el consulado español de Managua. Pensaban que era la forma más fácil de conseguir una visa para viajar a Europa y establecerse allí. Las cosas, al final, no salieron como las habían planificado y, luego de ocho meses residiendo en Nicaragua, consideraron que lo mejor era irse a Estados Unidos.
"A diferencia de otros, nosotros tuvimos suerte. Es decir, no tuvimos problemas. Pagando 1.000 dólares cada uno entramos en una red de coyotes inmensa y segura que nos trajo a Tapachula en cuatro días. El viaje fue de Nicaragua a Honduras, de ahí a Guatemala y después a Tapachula. Excepto por dos cruces de ríos, todo fue por carretera", cuenta Javier, quien ya consiguió sus papeles de "Visitante por razones humanitarias" en México y ahora valora la idea de cambiar de planes.
"Quizás lo mejor sea quedarse aquí. Hay muchos cubanos en Cancún que dan trabajo. Y la verdad es que Estados Unidos ya no me atrae mucho porque soy de los pocos que no tiene a nadie cercano allá", dice.
En comparación con los emigrantes guatemaltecos, salvadoreños, hondureños, nicaragüenses, haitianos y africanos, la suerte de Javier y su esposa fue extraordinaria. Entre los cubanos, sin embargo, no resulta un caso aislado.
Hay redes de coyotes (traficantes de personas) por toda Latinoamérica. La que trasladó a Javier y a su esposa, por ejemplo, comienza en Chile, desde donde pueden llevar a un emigrante hasta Estados Unidos por un precio de 7.000 dólares. En este caso, el viaje sería en avión y con varias escalas, y también a través de una complicada entrega de pasaportes falsificados por manos expertas.
Entregarse a una red de coyotes amplia, cuenta Javier, garantiza seguridad y rapidez en el viaje. Primeramente se paga el monto total. Luego, a lo largo del viaje, cada coyote moverá a sus clientes por una porción de ruta que conoce como la palma de su mano.
"Para eso hay que tener dinero y contactos. A veces uno se va con el coyote que ya movió a otro familiar que ahora vive en Estados Unidos. En mi caso fue mi hermano", dice Rodrigo, quien también comenzó su ruta en Nicaragua, luego cruzó Costa Rica, y actualmente espera en la frontera norte de México por un permiso para ingresar a Estados Unidos. Junto a él viajaron su esposa y su hijo de dos años.
Según varios cubanos entrevistados por DIARIO DE CUBA en Tapachula, los primeros emigrantes que cruzaron Centroamérica lo hicieron desde Guyana, uno de los pocos países que no impone complicados trámites de visados a quienes viajan desde la Isla. Después, cuando el Gobierno de Panamá permitió a los cubanos cuentapropistas viajar al país con una tarjeta de visitante por 30 días ("tarjeta de turismo"), este se convirtió en el nuevo inicio del camino hacia Estados Unidos.
"Empezar por Guyana es peligroso porque el camino se hace más largo. Uno tiene que atravesar más países, pasar por Colombia, que es mala zona. Y qué decir de la selva del Darién", explica Sergio, quien inició su ruta migratoria en Guyana y lleva ya cuatro meses en Tapachula.
Desde mediados de 2019, Panamá dejó de ser el destino inicial de los cubanos debido a que el Gobierno del presidente Laurentino Cortizo puso fin a las "tarjetas de turismo", que beneficiaban a emigrantes y compradores de la Zona Libre de Colón por igual. Dado que Nicaragua permitió la entrada de cubanos sin necesidad de visas, gracias a los vínculos políticos del régimen de Daniel Ortega con el de La Habana, el nuevo punto de partida se trasladó a Managua.
"Mucha gente salta rápido de Nicaragua a Costa Rica. Pero, de todas formas, últimamente no vale la pena hacer mucha escala ahí para hacer dinero y continuar hasta Estados Unidos. La pandemia ha hecho que todo cierre y la pobreza y la violencia aumenten en esos países, por eso cada vez son más los cubanos que llegan a Tapachula. Los que llevan tiempo en Nicaragua y Costa Rica ya no aguantan más y están subiendo en masa", dice Javier.
El camino
Según varios de los entrevistados por DIARIO DE CUBA, lo ideal para cruzar Centroamérica es no llevar el dinero encima. Esta facilidad, por lo general, solo la suelen tener quienes reciben apoyo de familiares que ya viven en Estados Unidos y les van mandado periódicamente cantidades precisas de dólares en distintos punto de la ruta, sobre todo a través de Western Union.
"Hay coyotes buenos y malos, o sea, eficientes y pésimos. Los buenos, te llevan en carro o en camionetas y ya conocen a la Policía. De hecho, parte del dinero que uno entrega es para los sobornos. Eso de pagarle a la Policía de las fronteras se hace especialmente de madrugada, cuando nadie los vigila", cuenta Rodrigo.
Al principio, Rodrigo tuvo suerte. Pero esta se le acabó cuando el coyote les dijo que el dinero solo cubría el viaje hasta Guatemala.
"Aquí no puedes ponerte a inventar ni a exigir. Primero, porque no es tu país. Segundo, porque sin problema te bajan un disparo entre ceja y ceja. Si te estafan tienes que quedarte calladito y buscar otra manera de seguir. Al final, entre una cosa y la otra, me fue fatal. El viaje con mi familia terminó costando unos 16.000 dólares", continúa.
El resto del trayecto fue complicado, e incluyó cruzar zonas fronterizas en la parte trasera de una rastra junto a otro grupo de cubanos. Al pasar por México, apenas hizo estancia en la frontera sur. Ni siquiera pasó por Tapachula, pues el coyote prefirió Tabasco como ruta alternativa. Luego lo llevó directo a Ciudad México y de ahí, con solo una escala de pocas horas, a Chihuahua. Como inconveniente de este camino está el hecho de que quienes lo hacen están en constante peligro de ser descubiertos por las autoridades migratorias y terminar deportados a Cuba.
Según Rodrigo, los coyotes funcionan como muchos taxis en Cuba: hasta tanto no consiguen una cantidad de clientes determinada no inician el viaje. Esto trae como consecuencia que el viaje demore pues, en dependencia de la experiencia y las influencias del coyote, el camino no comienza hasta tanto no logra un mínimo de 15 clientes. Algunos, dice Rodrigo, pueden esperar a tener hasta 60. Por esta razón los cubanos muchas veces suelen ir en busca de otros y recomendar coyotes.
"Mientras más gente, más seguridad. No es lo mismo que cuatro asaltantes de caminos se enfrenten con una pistola a tres migrantes que a 60. Yo lo hice solo, al pecho. Demoré casi un año entre que salí de Nicaragua y llegué a Tapachula. Por el camino me estafaron y me lo quitaron todo mientras me apuntaban con un arma. A las mujeres que van en grupos pequeños hasta las violan. Es muy duro", cuenta Carlos.
Carlos trabajó un tiempo en Costa Rica de lo que apareciese. No le fue nada mal, dice. Luego trabajó en seguridad y de limpia pisos en un hotel durante varios meses. El dueño del hotel nunca le pagó, pues ambos llegaron al acuerdo de que el pago sería llevarlo hasta Tapachula. Sin embargo, una vez cruzó a Honduras, el hombre lo abandonó.
"Después fui trabajando en cualquier cosa. Cruzando de tramito en tramito, junto a grupos de hondureños y salvadoreños. Una vez estuve en un camión pequeño con veinte y pico de personas, cubiertos con una lona, sin poder ni hablar, ni comer, ni tomar agua, ni moverme durante 24 horas", relata Carlos, quien espera por los papeles del Instituto Nacional de Migración (INM) de México para continuar hacia la frontera norte.
En general, las historias de los emigrantes cubanos varían en cuanto al tiempo de duración de la ruta y sus condiciones. Estas diferencias son dadas por la cantidad de dinero con la que contaron en un inicio, la calidad de los contactos que pudieron obtener y, sobre todo, la suerte.
A pesar de lo difícil que haya sido el camino, en Tapachula todos hablan de él como si se tratase de un pasado muy remoto, al que con orgullo dicen haber sobrevivido.
Nota: Las fuentes consultadas para este trabajo pidieron no ser identificadas por razones de seguridad. Sus nombres fueron cambiados.
POR LA FRONTERA... N A D A . Las solicitudes de ingreso al país tendrán que hacerla desde consulados y embajadasa de EE.UU. Es la Ley.
Así debería ser y acreditar que no son delincuentes y que son personas de bien, mexico ni ningun otro pais tiene responsabilidades con esa carga , los cubanos exigiendo derechos fuera y en cuba son unas palomitas asustadas y no exigen nada!