"El guajiro habla poco; su vocabulario es cada vez más reducido y cauto. Teme hablar mal del que lo explota y del que depende: ese que le da los aperos, las semillas, las posturas, el crédito, y que luego le compra, al precio que quiere, el fruto de su esfuerzo. El guajiro teme protestar contra ese, no resulte peor quedarse solo, o caer en manos de otro. Él solo nada puede, pues cuando se ha caído en la pobreza extrema, es muy difícil levantarse".
La cita anterior es del artículo "El guajiro cubano", de Lino Novás Calvo, autor de la novela Pedro Blanco, el negrero, entre otras excelencias de la literatura cubana. Fue publicado en la revista Bohemia en julio de 1943. La pobreza, que coexistía en nuestros campos con las grandes propiedades que eran el cuerpo de nuestra pujanza económica, fue el objeto de análisis del escritor cubano. Al artículo lo acompaña un magnífico reportaje fotográfico.
El texto y sus fotos han venido a mi memoria luego de ver las fotografías con las que hace acompañar su escrito en Facebook "Crónicas del Noroeste III", el sacerdote camagüeyano Alberto Reyes. Son fotos tomadas durante sus visitas pastorales a pueblos de su provincia natal, y pueden ilustrar la indigencia campesina narrada por Lino Novás Calvo casi 80 años atrás. Hombres, mujeres, ancianas y niños macilentos y descalzos, cuando no con chancletas, que han venido a ser el calzado de los cubanos luego de décadas sin zapatos. Hogares de tablas frágiles que apenas se sostienen, suelos de tierra, y techos que a lo sumo pueden proveer de sombra, pero difícilmente impiden el paso de la lluvia y mucho menos resistirán un huracán.
Al estímulo que recibe mi memoria frente a las fotos del sacerdote, le sigue la comprobación de que los padecimientos del campesino descritos por Novás Calvo se emparentan con los del cubano que relata Alberto Reyes. Dice el autor de "El guajiro cubano" en el párrafo que inicia este artículo: "El guajiro habla poco; su vocabulario es cada vez más reducido y cauto. Teme hablar mal del que lo explota y del que depende". Alberto Reyes describe del siguiente modo al cubano de hoy: "Cuba es una cárcel grande donde, si te portas mal, te meten en otra más pequeña. Y como cárcel al fin, nos sentimos controlados. Tenemos miedo a decir lo que pensamos, a decir lo que queremos. Tenemos miedo a que de un modo u otro nos bloqueen el estudio o el trabajo, que nos hagan la vida más difícil de lo que ya es." Novás Calvo hablaba en tercera persona del singular, "el guajiro". Se trataba de un actor de la sociedad cubana, no la sociedad toda. Alberto Reyes lo hace en primera del plural, "nosotros".
No es difícil comprender las razones de esa indigencia rural que tan bien fotografió el sacerdote camagüeyano, ni del miedo que lo puebla todo, al que se refirió en su escrito. En 1943 los campos cubanos, a excepción del pinareño históricamente tabacalero, se dividían en ganaderos y azucareros. El azúcar era el principal producto de exportación de Cuba y la ganadería vacuna era, de la producción pecuaria, la de mayor importancia.
Bajo el castrismo y su enmarañado sistema de bloquear el trabajo, ambos rubros han tomado proporciones marginales sin ser sustituidos por otros. Según Oscar Zanetti Lecuona en su artículo "El comercio azucarero cubano y la segunda guerra mundial", en 1943 Cuba produjo 2.930.000 toneladas de azúcar que significaban el 12,6 por ciento de la producción mundial. En 2019 la producción de azúcar en Cuba fue de 1,3 millones de toneladas, que cotejado con los datos de la producción mundial ese año (179 millones), apenas alcanza el 0,73 por ciento.
Sobre el aporte de la ganadería vacuna a la dieta nacional en la época que escribía Lino Novás Calvo, afirma el conocido historiador Reinaldo Funes Monzote en su artículo "Cultura ganadera en la historia de Cuba. Una aproximación": "Entre 1945 y 1955 se estima un consumo per cápita anual de 60 a 65 libras de carne de res y hacia 1958 se eleva a 70,4 libras como media, todo de producción nacional. En cuanto a la leche, se consumían en el último año unos 130 litros al año, de estos 75-80 como leche fresca." (Catauro. Revista cubana de antropología, Año 13, No. 25, 2012, p. 21). A excepción de los niños de uno a siete años y los enfermos, que reciben dieta, el consumo de carne de res y leche de la población cubana hoy se aproxima a cero.
No hay que argumentar que la pobreza de los datos actuales no ha sido sustituida por otros cultivos suficientes ni fuentes de riqueza, lo hacen los cuerpos enjutos de las fotografías del sacerdote; y el miedo que describe su escrito, porque ninguna nación próspera se aviene a tanta miseria sino la doblega el horror. En palabras del sacerdote camagüeyano, en Cuba "nadie confía en nadie y todos nos cuidamos de todos, porque nadie sabe 'con quién estás hablando'".
De la relación entre el guajiro que retrató Novás Calvo y el cubano que describe Alberto Reyes, podría deducirse que este artículo pretende establecer alguna continuidad entre nuestra condición pasada y la actual. Nada está más lejano de mi intención. En cualquier realidad coexisten elementos virtuosos y perversos, pero para instrumentar el sometimiento que describe el sacerdote camagüeyano es necesario extraer la perversión del ámbito del individuo y conseguir que toda una nación se estructure desde ella.
Para conseguir el imperio de la envidia, el rencor y la saña, se requiere la ruptura con cualquier antecedente, por muy desfavorables que sean sus derivas. Es un hecho del que Lino Novás Calvo no podía tener noción.