A mediados de junio de este año René Rodríguez no lo pensó dos veces y decidió tomar un local estatal abandonado a pocas cuadras de su casa. El edificio donde vivía en la calle Cuba entre Sol y Muralla en La Habana Vieja sufrió un derrumbe parcial. A este habanero se le presentó una disyuntiva definitiva: era salvar su vida y la de su familia o la altísima probabilidad de lesionarse o morir por el desplome de un techo o una pared, de continuar en su casa.
"Aquí me metí con toda mi familia porque toda la parte delantera del edificio se derrumbó y yo tengo dos niños pequeños, no estamos dispuestos a morir, y además estábamos hacinados", relata a DIARIO DE CUBA.
"Los primeros días la Policía y funcionarios de la Vivienda intentaron sacarnos, pero cuando vieron que no nos íbamos a mover de aquí no me han molestado más", añade.
El "modus operandi" de este hombre se ha vuelto muy común en los últimos tiempos entre muchos cubanos afectados por la grave escasez de vivienda y la imposibilidad de construir con sus propios recursos por falta de dinero y materiales. Donde las personas encuentran un local vacío lo ocupan ante la falta de opciones.
Después que René decidiera romper cerraduras y entrar a una antigua marmolera abandonada situada en la esquina de las calles Cuba y Muralla, otras personas se sumaron y en la actualidad viven allí cuatro familias, entre ellas seis menores de edad. Todos han improvisado cuartos, cocinas y baños, han eliminado el polvo y arreglado el techo del lugar. "No estamos como quisiéramos, pero al menos nos sentimos más seguros", afirma.
Tan solo unos meses atrás (septiembre de 2019) y muy cerca de allí tres mujeres con sus hijos pequeños utilizaron el mismo procedimiento en un gimnasio abandonado de la calle Inquisidor.
"Yo vivía en una casa en muy malas condiciones en esta misma calle Inquisidor, el techo del cuarto que mi mamá había hecho para mí se me desplomó casi encima estando embarazada. Por un milagro salvé la vida de mi hija y debido a eso me dieron albergue, pero las condiciones allí son pésimas, sobre todo una humedad insoportable. Mis hijas vivían en el hospital y dije que no podía seguir así", relata Ariadne Ceballos Domínguez, madre de dos niñas pequeñas.
"Para evitar que me sacaran de este lugar decidí romper la cerradura del local junto a dos mujeres más, también necesitadas y con hijos. Aún así los tres primeros meses que aquí estuvimos fueron de un hostigamiento constante por parte de la Policía, los funcionarios de Vivienda y de la Oficina del Historiador", relata.
"Todos intentaron sacarnos y hasta estuve detenida, pero por mis hijas estoy dispuesta a todo, y dije que solo me movía de aquí con una vivienda en la mano. Hace rato no vienen a molestarme", añade esta mujer.
A las tres mujeres iniciales con sus hijos se le han unido otras familias y ya suman ocho núcleos los que allí viven. En todos los casos las personas vivían hacinadas, sus casas estaban en peligro de derrumbe o vivían en un albergue en pésimas condiciones.
A los pocos días de haber tomado ese local esas mujeres enviaron una carta al Consejo de Estado donde expusieron con detalles su terrible situación y denunciaron que el gobierno municipal de La Habana Vieja, en especial su presidente actual, Freddy Esteban Francés Gallo, no les ofrece una solución. Todo lo contrario, las ha maltratado verbalmente. Hasta hoy ellas esperan una respuesta de las máximas autoridades.
"Aunque la actual directora de la Oficina del Historiador, Perla Rosales del Toro, nos dijo de manera verbal que podíamos permanecer aquí hasta que no veamos un papel o nuestra situación se legalice, no nos confiamos", advierte Ariadne Ceballos.
La situación de la vivienda en Cuba es grave, especialmente en la capital cubana donde miles de personas viven en albergues o edificaciones en mal estado producto del deterioro y la falta de mantenimiento de la mayoría de los locales que no son interés del Gobierno.
Los derrumbes y desplomes de paredes, techos y balcones son cada vez más frecuentes en las zonas más antiguas de la capital, acrecentado aceleradamente las paupérrimas condiciones de vida de los cubanos. Aquellos que invaden locales estatales debido a su desesperante situación son un ejemplo más de ello.