Hay una voz que me dice: agáchate, que te están mirando. Esa es una letra que acompañó gran parte de mi infancia. No es precisamente lo infantil lo que un niño recuerda, sino el tararear carnavalesco de un mayor. Como mismo esa letra vaticina, la voz (en este caso la luz), lo descubre todo.
Así mismo, la ciudad se revela con la luz, como un negativo ¿Y qué es lo que muestra esta ciudad? ¿Acaso La Habana se agacha, se esconde, para que no la vean?
La Habana en sus 500 años no ha logrado otra cosa que poner parches azules y blancos de PVC y estructuras de Pladur por todas las zonas transitadas e instituciones de la ciudad. Bajo esos carteles promocionales hay un contrato detrás de miles de dólares, cifras abusivas para una Habana Hambrienta. Los contratos para el maquillaje y embellecimiento de la ciudad poseen una cara de corrupción aún mayor, una corrupción autorizada por la oficialidad, propiciada por la inflación absurda de los fondos empresariales, que son depositados en todas las empresas estatales, sean o no rentables, productivas.
Este fondo indolente debe ser agotado para final de año (la maldita circunstancia de cumplir un plan en todas partes), por lo que mucho del excedente no invertido se destina a la propaganda política o a cosas tan fútiles como chequeos de emulación, eventos políticos (en su mayoría) o culturales, arreglos de las instalaciones (retoques superficiales, para nada capital), decoración de interiores y otras nimiedades.
Mientras, los contratos son excesivos, pagados en MN a un equivalente en CUC cobrado por los cuentapropistas (artesanos/arquitectos/artistas/diseñadores/constructores/restauradores) que cuentan con servicios específicos que el Ministerio-Institución no posee. El sector privado se ha armado de ciertas galeras para suplir las averías de la maquinaria estatal. Ha sabido, sin dudas, aprovechar su talento, según los resquicios de lo permisible.
No obstante, el artista visual, al que me voy a referir con especificidad para representar al servicio de Artes Aplicadas, anda bajo la sombra de un intermediario que lo representa, dígase, por solo citar algunos, las empresas Atrio, Fondo de Bienes Culturales, Génesis, RTV Comercial y otros. De esta manera el contrato de miles de dólares (CUC) se desglosa en 5% para la ONAT (descuento automático hecho por la empresa representante como un seguro), de un 15% a un 30% (según la empresa) para la empresa representante.
Dicho intermediario tiene la función de buscar la contratación para los artistas según el perfil y el servicio que este ofrezca. No obstante, este deber queda suscrito a los ojos legales, pero en la práctica el "artista" o el que realiza la obra es el que en realidad se gestiona su contratación. Señalo artista, pues en el mayor de los casos no es este el que realiza la obra, más bien es el poseedor de un carnet que le permite la contratación a terceros.
Así, el realizador de la obra coordina a más de un artista (a más de un carnet) para la repartición del presupuesto y disminución de los impuestos de la ONAT. Téngase en cuenta que todo artista paga al Fisco un 20% de cada contrato que realizó en el año (súmele este % al desglose que estamos realizando); la Declaración Jurada, como también se le llama, se paga siempre a principio de año, un 20% que aumenta según el monto de los contratos realizados, por eso la partición y repartición de los contratos entre varios artistas antes señalada.
De esta forma, seguimos rebajando, el artista se lleva un 5%, por su servicio de prestador del carnet, en caso de que no esté realmente involucrado en la realización de la obra. Así, el que hace el trabajo, no poseedor del dichoso carnet, es proclamado Representante del artista, bajo un poder que explica que el artista no realizará la obra por x o por y, y este será el encargado.
En el camino, con un 40% para la labor, todos se mojan o más bien se empapan en estas traquimañas; digamos, el contratista, o sea el que facilita el trabajo a una brigada sobre otra, el almacenero encargado de agilizar la entrega de materiales, y solo un pequeño pago para la mano de obra que se encuentra al final de la cadena. Pero son muchos los eslabones que juegan otras funciones y a las que hay que remunerar en esta larga cadena burocrática para que se dé, hablando en buen cubano. Como también hay muchos otros tipos de contrataciones y servicios y sectores y empresas e instituciones. Todas, al margen de una legalidad, cómplices, por defecto.
Siento una voz que me dice…, pero aunque corras a agacharte, no lograrás esconderte.