En el arco del barrio Belén todos conocen a Caridad. No porque haya nacido y vivido allí toda su vida, que no es el caso. Sino porque domina cada cosa que se mueve. Sin excepción.
Hay un sitio por esa zona donde se venden materiales de construcción. Queda justo al lado de un solar, cuya fachada no indica que allí viva alguien. Pero al entrar sucede otra cosa, algo surrealista. Como ese callejón de Harry Potter.
Se trata de un boulevard clandestino. Un sitio sin reglas definidas donde todo sucede artificiosamente. Son unos cincuenta metros de pasillo que acaban como comienzan: en una puerta. De una calle a otra se asienta una alternativa a la crisis, el contrabando ilimitado de insumos, cuerpos y sustancias.
Caridad manda allí. Ese es su cartel.
En el almacén siempre hay una fila y nunca hay materiales. La fila, supongo, es otra fachada de Caridad. No tiene sentido hacer una fila allí, si en realidad todo está decidido desde antes. Ella ya decidió todo.
Tiene 20 tickets cada día. Y esos tickets se venden a primera hora, por el precio de cinco pesos convertibles. Las personas ni se esfuerzan en acatar lo establecido. Se acercan a Caridad y preguntan: ¿Queda algo? Ella luce servicial y preocupada. Les vende a todos, además, una historia personal que se reinventa constantemente. Caridad, si tiene algún problema, de seguro no tiene que ver con materiales. Pero tiene la maña del que sabe contar historias, y contra eso no se puede.
Su gestión allí acaba sobre las diez de la mañana. Los que llegan después reciben otro trato, "la oferta especial", pero eso ya sucede al interior del pasillo.
En esa colonia gobernada por Cari, ya lo dije, todo es posible. Una vez que termina de negociar con los clientes que aparecen tardíamente en busca de materiales, verifica cómo marcha la recogida de la bolita. Entran y salen compradores, gente que viene a poner números, otros que vienen a probar suerte. A pelear sobre lo peleado.
Salen los números de la tarde y comienza la recogida nocturna. A partir de aquí es el momento del cliente común: el que busca pollo, picadillo, perro caliente, hamburguesa, croquetas, jabón, detergente, aceite, papel higiénico, una consulta astrológica.
Se hace la noche. Los tenderetes se esfuman. Se anuncian, por última vez, los números. También se coordina, si hiciera falta, el pago. La gente que llega ahora viene en calidad de paciente.
El sexo tiene un paquete definido: mujer + habitación = 25 cuc. En desglose: 20 por la chica y cinco por el sitio.
Una hora. Tienes una hora para probarte ante una máquina sexual.
La madrugada va de esta práctica. Puro hombre entrando y saliendo en busca de "afecto". No hay proxenetas, "maricas" o transexuales. Caridad no le da entrada a esa fauna. Ella, según sus propias palabras, "trafica con sexo decente".
Amanece.
Caridad monta su mesita, el termo de café y las tasas. Aparecen los primeros trabajadores. Los que madrugan por un salario ridículo y una búsqueda improbable. Aquellos que despiertan con su café, que sabrá Dios o la mismísima Caridad del Cobre de donde sale.
Se ofrecen, nuevamente, los turnos para comprar materiales.