¿Los cubanos muertos a la espera de la vacuna nacional contra el Covid-19 son 'daños colaterales'?

Aunque no lo manifiesten, las autoridades sanitarias y el Partido Comunista Cuba (PCC) saben —ya lo han comprobado— que basta un descuido para que una enfermedad como el Covid-19, con gran capacidad de propagación, se establezca, se vuelva endémica y deje a todo un país sin poder hacer nada más que mantenerla a raya, a niveles menos letales, con medidas de prevención y cuarentena.

Porque, al llegar a cierto umbral de propagación, se vuelve prácticamente imposible eliminarla solo por esa vía. Se alcanza apenas a minimizarla hasta que se consiga la inmunización natural o inducida del "rebaño".

Lo podemos notar al examinar los mensajes políticos o de la prensa supeditada al PCC, que ya no son tan críticos con los países que están más afectados, como Estados Unidos y Brasil, ni tan triunfalistas con el éxito del protocolo cubano, que era la propaganda más fuerte del sistema en el finalizado 2020. Se ha asumido ya que no bajará la incidencia de casos positivos ni en lo que queda de marzo ni en abril, y que la única solución que se vislumbra es la vacunación masiva.

Ya existen al menos diez vacunas en el mundo aprobadas para el uso masivo, entre ellas la Sputnik V, la de Astra Zeneca y Pfizer-BioNTech, y la de Moderna. Más de 190 millones de personas en el mundo han recibido al menos una dosis, pero ninguna se ha puesto en Cuba.

El Gobierno cubano ha hecho público que no planea comprar vacunas en el extranjero. La estrategia que maneja es esperar hasta que estén listos los prospectos nacionales, que todavía están en prueba, y de los cuales dos han entrado recientemente en fase III, de ensayos clínicos.

A finales de diciembre, Eduardo Martínez, presidente del Grupo BioCubaFarma adelantó la posibilidad de que "antes de finalizar el primer trimestre de este año" comenzara la vacunación masiva, "la cual sería completa antes de terminar el año en curso". Pero tal meta no se alcanzará. El propio Martínez dijo esta semana que se espera que "a más tardar en el mes de agosto" estén fabricadas las dosis de su vacuna contra el Covid-19 necesarias para inmunizar a los ciudadanos de la Isla.

Otra vez el exceso de confianza y el triunfalismo son la política. Realmente es un gran mérito que un país pobre y con un modelo económico disfuncional, como Cuba, que no es capaz de garantizar la calidad del pan (ni una cantidad suficiente para su población), se dedique a enviar un hombre al espacio exterior (como ya lo hizo en el pasado) o a desarrollar la biotecnología en el presente. Sin dudas es una especie de marketing político costoso y paradójico con nuestra miserable realidad.

Pero los candidatos vacunales cubanos son todavía eso "candidatos". Nada seguro. Mientras se trabaja para que las vacunas nacionales funciones, ¿cuántas muertes más se producirían? Si se mantiene el promedio actual de tres muertes diarias (según las cifras oficiales), 270 cubanos más perderán la vida.

¿Acaso no sería mejor estrategia negociar, por ejemplo, con el Gobierno de Rusia (aliado del régimen cubano), la inmunización con la vacuna Sputnik V y pagar luego con la venta de las vacunas cubanas, que las autoridades dan por seguras?

Se evitarían muchas muertes, cuarentena y vicisitudes por los aeropuertos cerrados; pero la vacunación en Cuba es un asunto político. En medio de la crisis sistémica más profunda, sin otra cosa exitosa a que aferrarse, las autoridades se aferran a la propaganda del incongruente desarrollo de la biotecnología en Cuba y a sus candidatos vacunales.

Ahora que finalmente se está dando un quiebre de los símbolos más fuertemente usados para la manipulación del pueblo y el sostenimiento del modelo autoritario, así como el desplome en el efecto de su discurso político gracias a internet, el centro de la propaganda política oficial está en las misiones médicas en el exterior y los candidatos vacunales contra el Covid-19. El régimen no tiene nada más que exhibir.

Las vidas que se pierdan hasta que la inmunización sea posible con vacunas nacionales, aunque enluten aún más a la familia cubana, serán daños colaterales. Un costo "necesario" para poder enaltecer eso que llaman aún "la obra de la Revolución".