Madrid también quiere su tajada de MIPYMES cubanas

¡Qué bien les está saliendo la jugada! En el Palacio de la Revolución deben estar preguntándose por qué no lanzaron antes la carnada de las MIPYMES si tantas ganas tenían los peces grandes de morderla.
 
El número de presos políticos está en ascenso incluyendo varios de connotación internacional; el atisbo de sociedad civil —activistas y periodistas independientes— que cuajó hace par de años está mayormente exiliada o amedrentada; imágenes de represión a quienes exigen derechos inalienables recorren el mundo; denuncias de violaciones sistemáticas de derechos se apilan en archivos de la ONU y algunas cancillerías. ¿Y mientras todo eso sucede que recibe el castrismo? Negocios en Miami y ahora en Madrid.
 
Cierto es que de momento les han dado cositas pequeñas, como un par de permisos para que agentes castristas amasen unos milloncitos en Miami y las declaraciones de la embajada española anunciando que apoyará al "sector privado" cubano. Nada que parezca rescatará al régimen de su actual putrefacción, pero el mensaje es claro: Washington y Madrid están deseosos de premiar al castrismo en cuanto se porte bien, o mejor, en cuanto aparente portarse bien.
 
No parecería necesario demostrar que el castrismo maniobra siempre a su favor y permite —ahora MIPYMES— solo aquello que favorece su permanencia en el poder. Eso está claro. La cuestión es por qué gobiernos democráticos secundan a esta dictadura.
 
Aun aceptando que efectivamente surgirán miles de empresitas genuinamente autónomas (esas, en su mayoría, quedarán sepultadas por una legislación diseñada para podarlas o, irán abandonando el mercado bajo presión de las MIPYMES con respaldo estatal), cualquier facilidad u apoyo que desde el exterior se pretenda hacer llegar a empresarios independientes será articulado por el Gobierno cubano para que sus apadrinados saquen la mejor tajada. Aunque, por supuesto, para cubrir el expediente permitirán que algunas migajas de los manjares que desde EEUU y Europa lancen beneficien a unos pocos emprendimientos genuinamente privados.
 
De cara a la galería, la intención de aquellos gobiernos democráticos es colarse por las rendijas del entramado totalitario castrista para empoderar al pueblo cubano, pero ¿de veras hay que advertirles que eso es esfuerzo vano?
 
Las verdaderas intenciones del Gobierno Biden parecen ser exclusivamente de política interna, cálculos electoralistas del Partido Demócrata. En Madrid, sin embargo, pasa algo diferente, dentro del Ejecutivo Sánchez sí hay sectores ideológicamente muy cercanos al castrismo que quieren, sinceramente, colaborar en su salvación.
 
Además, España lleva décadas apostándole a Cuba, de hecho, los grupos Farmavenda Ibérica S. L. y Camacho International S.L., ambos españoles, están entre las primeras firmas foráneas que incursionarán como proveedores de MIPYMES, tiendas que, supuestamente, deberían haber abierto en abril y mayo según informó el ministro Alejandro Gil en marzo pasado.
 
En realidad, este promocionado respaldo español a las MIPYMES cubanas es una manera de decirle a los suyos que adelante, que España tiene abierto un canal de comunicación Gobierno a Gobierno por si se complican las cosas en Cuba, algo que claro, sirve para emporios como Meliá, pero poco ha ayudado a las muchas MIPYMES ibéricas que han perdido su dinero a manos del castrismo.
 
En resumidas, ninguno de los dos gobiernos aquellos está pensando realmente en el bienestar del pueblo cubano… ¿y por qué habrían de hacerlo?
 
El castrismo es un parásito, sí, pero es nuestro parásito, y si damos tanta importancia a lo que haga Madrid y Washington es porque, lamentablemente, de momento el único antiparasitario medianamente efectivo ha sido la "posición de fuerza" internacional —el débil embargo norteamericano y la olvidada Posición Común europea— para obligar al castrismo a ceder derechos a los cubanos.  
 
Y aunque el problema sea nuestro, es miope que las democracias occidentales, ocasionalmente, le hagan el juego a una empobrecedora dictadura caribeña que no resistiría un boicot internacional como el que presionó al apartheid, y entonces sí, con una Cuba democrática e infinitamente más próspera que la actual, podrían fardar los políticos europeos y americanos de haber derrotado la última dictadura occidental y, además, hacer negocios verdaderamente jugosos.
 
Deberían entender en Moncloa y en la Casa Blanca que no pueden ganarle al castrismo en su propio juego, pretendiendo empoderar a una sociedad civil que está siendo cada vez más reprimida y sojuzgada. Incluso las MIPYMES están diseñadas para mantener controlados a dueños y empleados, pues que el tingladito se mantenga abierto dependerá de cuán políticamente obedientes se comporten sus integrantes.
 
En unos días Biden pedirá al G7 imponer un veto casi total a las exportaciones hacia Rusia. ¿Hay alguna diferencia moral entre cercar a un Gobierno que agrede a un pueblo extranjero, y cercar a un Gobierno que lleva 64 años agrediendo a su propio pueblo?
 
La nación cubana está demasiado débil por lo mucho que se ha extendido la infección parasitaria. Los paños tibios y las componendas con el parásito pueden bajar la fiebre, pero permiten que la enfermedad siga extendiéndose, contaminando cada célula. A estas alturas, para Cuba no hay cura sin dolor, y para que el dolor no sea sangre, tendrá que ser hambre, al antiparasitario (presión internacional) hay que subirle la dosis, no bajarla.