El crítico literario Manuel Allasino asegura que la novela Triste, solitario y final, del escritor argentino Osvaldo Soriano (1943-1997), es sobre todo una novela sobre la decadencia. Tal cosa parece definir la etapa final, el ocaso, del Gobierno del presidente de Argentina, Alberto Fernández.
Formalmente presidente por lo que resta de este año, hasta que se realicen elecciones presidenciales y ocurra el traspaso de mando el 10 de diciembre, pero sin margen de maniobra en lo económico ni control de las decisiones políticas. Simboliza también la contradicción: repudiado por el sector peronista que le apoyó hace cuatro años, con un discurso de izquierdas pero en la práctica aplicando un programa económico pactado con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
El pasado 21 de abril Fernández anunció su decisión de no buscar la relección. Era una decisión cantada, solo que él mismo había postergado. El kirchnerismo venía pidiéndole públicamente que se hiciese a un lado y, al contrario de hace cuatro años, cuando Cristina Fernández de Kirchner ideó una fórmula para reunificar al peronismo y le dio el chance de ser el candidato presidencial con ella como vicepresidenta, en la actualidad tiene en aquellos aliados sus más férreos críticos.
De acuerdo con analistas, apenas dos ministros de su Gabinete son personas de confianza de Fernández. En tanto, el superministro de Economía, Sergio Massa, un político sin formación económica, tiene un peso propio y simbólicamente y suele mostrarse autónomo. El propio Massa se juega su futuro político tratando de evitar que la olla de presión, una crisis económica estructural y de varias cabezas, termine estallando antes de las elecciones de este año.
Aunque Cristina Fernández de Kirchner expresó a fines del año pasado que no se presentaría nuevamente a un cargo de elección, en las calles de Buenos Aires y del gran conurbano bonaerense hay pintadas que rezan "Cristina presidenta", invitándole a que se vuelva a presentar como candidata. En cambio, nadie ha solicitado ni en público ni en privado que Alberto Fernández busque la reelección, a la cual legalmente podría aspirar.
El panorama económico es desolador: la inflación interanual está en el 104%, el registro más alto en tres décadas; el Banco Central cuenta solamente con 2.000 millones de dólares en reservas líquidas para un país que tiene una deuda de más de 276.000 millones de dólares; más del 40% de la población argentina está en situación de pobreza, otro dato que retrotrae a los argentinos a los años duros de la crisis económica de hace tres décadas.
Entre las prioridades de Alberto Fernández, cuando asumió en 2019, estaba ponerle fin a las medidas neoliberales del Gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) y disminuir la pobreza. Pero ha terminado aplicando un programa de ajustes y cuando entregue la Presidencia el país tendrá los niveles más altos de pobreza en varias décadas.
Por si fuese poco, este país agroexportador tendrá su peor sequía en largos años y ello representará una caída de 20.000 millones de dólares en ingresos este año.
Sin que haya ocurrido una devaluación formal, tras el anuncio de Fernández de que no buscará la relección se disparó el mercado cambiario informal. Los argentinos temen que un presidente ya repudiado por el kirchnerismo, sin control efectivo sobre su Gobierno y en medio de una crisis tan grande, termine devaluando la moneda para que el Estado pueda entregar nominalmente más pesos a la población en un año electoral, a través de planes sociales.
En apenas una semana, la que siguió al anuncio de Fernández, el llamado dólar blue tuvo una subida superior al 15%. En este mercado las cotizaciones están cerca de los 500 pesos argentinos por cada dólar, mientras que el dólar oficial está en 227 pesos.
El presidente Fernández, en el vídeo con el cual renunció a postularse de nuevo, dejaba abierta la puerta para tener un rol en la decisión sobre quién será candidato por el peronismo. Este histórico referente político argentino parece estar en una crisis agónica, también de liderazgos.
Lo que sí ha ido quedando claro en diversas manifestaciones de calle, es que Cristina Fernández de Kirchner tendrá una posición decisoria tal como ocurrió cuando ungió a Alberto Fernández hace cuatro años. Las elecciones presidenciales se celebrarán en octubre, precedidas de unas primarias de carácter obligatorio en agosto. En cuestión de pocas semanas el peronismo deberá definir si presenta ya una candidatura de consenso o si abre juego para que las bases decidan en las primarias.
Hasta no hace mucho parecía que Sergio Massa sería el elegido. Pero en la medida en que la economía es en verdad una gran crisis irresoluta, se hace inviable la candidatura de quien está a cargo de lo económico. Sin embargo, Massa sigue teniendo el respaldo de Cristina Fernández de Kirchner y por eso también permanece en su cargo ministerial.
Ante el agravamiento último de la situación económica, y el impacto que tendrá la caída de las exportaciones agrícolas, Massa anunció nuevas conversaciones con el FMI para redefinir las políticas y metas acordadas con el multilateral, un ámbito en el cual el presidente Fernández tampoco tendrá injerencia, según pronostican analistas.
De acuerdo con un estudio de la firma Poliarquía, Fernández tiene un rechazo del 71%, el más alto registrado contra un presidente en las dos décadas de estudios de opinión pública de esta firma. Según el sondeo, difundido por Infobae la semana pasada, entre los argentinos predomina el pesimismo extremo sobre el futuro de Argentina a corto y mediano plazo, y no pocos responsabilizan al actual mandatario por haber empeorado una crisis que había heredado de Macri.
A Fernández le resta más de medio año como inquilino de la Casa Rosada, pero todo apunta a que en estos últimos meses se profundizará su aislamiento. Un final triste y solitario, si parafraseamos al escritor Osvaldo Soriano.
Y lo jodido de todo esto es que muchos en argentina prefieren a la Cristina aunque sea una ladrona. Lo dicen y todo en las entrevistas. Oye, que disfruten el comunismo gaucho.
Los argentinos me asombran. No quisiera hablar en términos de grupo, pero no puedo dejar de pensar en que a principios del siglo XX, Argentina estaba en el primer mundo. Ahora, sin embargo, está en el tercero, con opción al cuarto. Y eso se debe al peronismo, está bien, pero... quién apoyó a Perón? Los argentinos, claro. Cómo un grupo tan grande de gente puede comportarse tan tontamente, y no sólo una vez, sino muchas veces a lo largo de un siglo? Es que no se dan cuenta de quién los hunde? Me recuerda el caso de esos animalitos salvajes a los cuales uno salva de alguna trampa o peligro, y que en cuanto los libera, se vuelven a meter en el mismo lugar que los puso en peligro. Me da pena, pero hay que decir que cada pueblo tiene lo que se merece. Y ojo, que nosotros, los cubanos, no andamos muy atrás...😀
Ojalá fuera solo Argentina, ahí tienes a Colombia, Perú, Brasil que andan reciclando bandidos y nosotros delante en la comparsa.
ASI ES!!