De confirmarse el triunfo de Xiomara Castro como presidenta de Honduras estaríamos ante un punto de inflexión de gran calado en este país centroamericano. Castro sería la primera mujer al frente de la nación, estaría rompiendo con el histórico bipartidismo y, de facto, su victoria devolvería a la arena política como protagonista a su esposo y padrino político, Manuel Zelaya.
Varios expertos en temas electorales, como Daniel Zovatto, director para América Latina del Instituto Idea Internacional, han llamado la atención sobre cómo la lentitud del escrutinio puede avivar la crispación en un país marcado por una crisis institucional extendida en el tiempo.
Hasta las 18.00 locales del 29 de noviembre, es decir 24 horas después de que cerraran las votaciones, apenas se habían contabilizado la mitad de los votos. Durante el transcurso del día prácticamente no se actualizaron cifras, lo cual contribuyó a generar un clima de incertidumbre y crispación en el país.
Castro, nominada por el partido Libertad y Refundación (Libre), mantenía una sólida ventaja de unos 20 puntos sobre el oficialista Nasry Asfura, del Partido Nacional (PN). Libre fue un partido creado por Zelaya una vez que rompió con el Partido Liberal, del cual fue dirigente. La ruptura se produjo tras el golpe de Estado que desalojó a Zelaya del poder, en 2009, hecho utilizado abiertamente por los regímenes de Venezuela y Cuba, encabezados entonces por Hugo Chávez y Raúl Castro.
Zelaya fue acusado en su momento de desviaciones procomunistas por dirigentes de los partidos Nacional y Liberal, que han venido controlando las instituciones y las votaciones desde que Honduras retomó la senda democrática en 1982. Con una política populista, Zelaya alineó a Honduras con instancias fomentadas por el chavismo, como cuando, en una jugada geopolítica inédita, dos años después de asumir la presidencia, se sumó en 2008 al bloque de izquierdas de la Alianza Bolivariana de América Latina (ALBA).
Aunque Xiomara Castro ha enviado públicamente un mensaje conciliador y llamado al diálogo, una vez que ocupe el poder, expertos en política centroamericana esperan un clima de crispación si Zelaya, con su estilo populista, regresa de forma protagónica a la arena política, tal como se espera, y si alienta una política revanchista usando el gobierno de su esposa.
Sin experiencia política previa ni trayectoria cargos públicos, tras fungir como primera dama en el gobierno truncado de Manuel Zelaya, Castro pasó a protagonizar protestas y movilizaciones dentro del país, mientras que su esposo estaba exiliado.
Alta participación y posibles fricciones
En estas elecciones del domingo 28 de noviembre, en tanto, Honduras ha tenido la segunda participación electoral más alta desde que recobró la democracia, un aspecto que ha contribuido al empuje de la candidatura de Castro.
En Honduras "aumentó la participación electoral al 68%, la más alta desde 1997, cuando votó el 72,7%. En 2001 [la participación] fue del 65%, en 2005 del 42%, en 2009 del 49,88%, en 2013 del 61% y en 2017, del 57%", sintetiza el experto electoral Zovatto.
La cifra visibilizada por Zovatto, según Tiziano Breda, "es uno de los datos más impactantes, inesperados y positivos. Posiblemente también el que explica el margen de ventaja de Xiomara Castro".
Breda, analista del Crisis Group, explica a DIARIO DE CUBA que el voto joven y el de los indecisos pudo terminar por inclinarse a favor de la esposa de Zelaya, lo cual es una buena noticia, ya que reconecta a una mayoría de hondureños con la necesidad de encontrar salidas por la vía democrática y pacífica a la crisis en la que está sumido este país.
"Las crisis humanitarias y la inestabilidad han azotado a Honduras desde el golpe de Estado de 2009. Unas elecciones polémicas podrían provocar disturbios postelectorales y acelerar la salida de migrantes y solicitantes de asilo hacia México y Estados Unidos", advierte un informe del think tank Crisis Group, en el que se analiza el contexto hondureño.
Crisis Group recuerda que además del golpe de Estado contra Zelaya en 2009, en 2017 se efectuaron unas elecciones caracterizadas por irregularidades, que permitieron que Juan Orlando Hernández accediera a un segundo período consecutivo, aspecto prohibido por la Constitución.
En abril de 2015, la Corte Suprema de Justicia falló a favor de un recurso de inaplicabilidad al artículo 239 de la Constitución, lo cual permitió la reelección presidencial de Hernández en 2017, en medio de una ola de protestas y de distanciamiento de la comunidad internacional. Por no llegar a considerársele presidente ilegitimo, Hernández ha estado bastante aislado en los últimos años.
Como lo reseñó DIARIO DE CUBA, Hernández hizo frente incluso a un intento de destitución en el Congreso, pero logró sortearlo y permanecer en el poder.
En enero de este año, fiscales federales de EEUU presentaron ante el Distrito Sur de Nueva York unas mociones en las que acusan a Hernández de haber aceptado sobornos de narcotraficantes. No le nombran explícitamente, pero se hace referencia a su cargo como presidente y al vínculo con su hermano y exdiputado, Juan Antonio "Tony" Hernández, hallado culpable de narcotráfico por un jurado de Nueva York en octubre de 2019.
Asimismo, al presidente Hernández se le vincula con Geovanny Fuentes, quien fue detenido en marzo de 2020 en Miami, acusado de narcotráfico.
Todo esto hace creer que Hernández estaría negociando ceder el poder, como ha dicho públicamente, en enero próximo, pero teniendo algún tipo de garantía para no ser entregado a la justicia de Estados Unidos. Lo que ocurra o no con Hernández podría ser un punto de fricción del nuevo Gobierno con el resto de poderes públicos, que en algunos casos han sido cooptados abiertamente por el actual poder ejecutivo.
La gran corrupción, el narcotráfico y el distanciamiento social de los dos partidos políticos históricos hondureños provocaron la pérdida de su credibilidad en la población.
Así que ambos son los responsables de que la izquierda representada por esta señora haya resultado la ganadora de los comicios.
Ahora los hondureños van a tener que comerse de nuevo a Mel Zelaya y quien sabe por cuanto tiempo, dado que a los izquierdistas les encanta llegar al poder a través de las urnas, pero después no quieren soltarlo.
Que lindo...solo faltan Brasil, Colombia y Chile para lograr el sueno de convertirse en Venezuela y Cuba. Esos pueblos tienen lo que han buscado, asi que deben disfrutarlo ahora sin emigrar...
Los latinos son TARUPIDOS ... chocan con la misma piedra ... sepetecientas veces ....
Si los que debieran velar por la democracia se embarran con los narcotraficantes, entonces ocurre esto.
Y otra vez, como tantas otras, los letrinamericanos vuelven a tropezar con la misma piedra. No tienen remedio, pues ni aprenden ni escarmientan, ni siquiera por cabeza propia. Es imposible respetarlos.
Así seas Biden, Trump o cualquier presidente Norte Americano cuando estos elegidos socialistas por el PUEBLO empiecen a destruir el país al estilo Venezuela, Nicaragua y Cuba a ese pueblo no lo dejaría entrar acá, ellos eligieron a sus gobernantes, en el caso de Cuba se prestaron para aplaudir y quedarse callado.