La pareja presidencial de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo, se encamina a lo que será su segura reelección. El éxito está garantizado tras haber encarcelado a ocho candidatos opositores, ilegalizar partidos políticos y apresar a dirigentes políticos y líderes sociales. El 7 de noviembre serán los comicios cuyos resultados la comunidad internacional se prepara para desconocer.
Aunque las acciones previas del presidente Ortega y su pareja sentimental y vicepresidenta, Rosario Murillo, han sido ampliamente condenadas por EEUU, Canadá y la Unión Europea (UE), el sandinismo ha hecho oído sordos a la crítica. Las elecciones se celebrarán exactamente en un mes y la campaña electoral ha sido el telón de fondo de una estrategia que ha terminado por cerrar los pocos espacios cívicos e independientes.
En cuestión de semanas, a partir de junio, la Policía Nacional de Nicaragua, dirigida por el consuegro de Ortega, detuvo uno detrás de otro a los aspirantes opositores a la Presidencia, comenzando con la periodista independiente Cristiana Chamorro, quien según las encuestas tenía el mayor chance de imponerse en las urnas a la pareja que gobierna a este país centroamericano desde 2007 y que busca prolongar su permanencia en el poder.
Luego fueron detenidos paulatinamente, Arturo Cruz, Félix Maradiaga, Juan Sebastián Chamorro, Miguel Mora y Medardo Mairena. La detención, que se esperaba sería la última, fue la de Noel Vidaurre, a fines de julio.
Sin embargo, a inicios de agosto, en una señal de que no aceptaría ni siquiera una oposición light, la policía detuvo a Berenice Quezada, una exreina de belleza quien era candidata a vicepresidenta por el partido conservador Ciudadanos por la Libertad (CxL).
CxL había sido duramente cuestionado desde la oposición por no criticar frontalmente la ola de detenciones ocurridas en Nicaragua. Aunque habían sido detenidos unas dos decenas de activistas políticos y sociales además de los precandidatos, todo apuntaba a que el sandinismo aceptaría competir con la dupla presidencial del excomandante de la contra antisandinista Oscar Sobalvarro y Quezada.
El régimen de Ortega y Murillo, que tiene control sobre las autoridades electorales y legislativas, inhabilitó el 6 de agosto a CxL y anuló su personería jurídica. La señal fue clara. La elección definitivamente será una carrera en solitario para la actual pareja presidencial.
Siguiendo el ejemplo de Cuba y Venezuela, Nicaragua se apresta a ser gobernada por un presidente cuya elección de plano no será reconocida como legítima por la comunidad internacional. El rechazo interno también es creciente, solo que es acallado por el aparato represivo.
Aunque hubo muchas denuncias y dudas sobre la elección de 2014, finalmente se aceptó la legitimidad electoral de Ortega y Murillo en los primeros años, hasta que una ola de protestas en abril de 2018 dejó al desnudo el malestar social y la necesidad de una salida política a la crisis.
Con serias dudas sobre si debían participar o no, finalmente la mayor parte de la oposición democrática de Nicaragua decidió encausarse por una ruta electoral de cara a la reinstitucionalización democrática del país en este 2021. La respuesta oficial fue acabar con esa ruta.
Entre junio y agosto, con la ola represiva, que tuvo como objetivo a los aspirantes presidenciales y partidos políticos, así como ONG y medios independientes, se desbarató la posibilidad de una salida electoral. Ortega y Murillo no van a entregar el poder y lo que ocurrirá en un mes ya está decidido de antemano.
Nicaragua, como también ha ocurrido antes con Cuba y Venezuela, pone a prueba la capacidad de presión e incidencia de la comunidad internacional democrática. Se está ante un régimen que ejerce el poder, encarcela a los opositores, controla las instituciones públicas y construye unas elecciones a su medida para perpetuarse en el poder.
El sandinismo, como el castrismo o el chavismo, no parece ceder un ápice en su estrategia pese a que se han establecido sanciones; tampoco parece preocuparle que EEUU y la UE anunciaron con anticipación que no reconocerán como legitimo al Gobierno que resulte del proceso del 7 de noviembre.
Sin legitimidad, pero ejerciendo el poder. Será esa la foto que arrojará Nicaragua el 7 de noviembre de la pareja Ortega-Murillo.
El borracho Ortega violó a su hijastra con el beneplácito de su mujer Rosario, madre de la chica violada.
¡Que asco de matrimonio forman los dueños de Nicaragua!
Señor Encino, mucho respeto para el pueblo nicaraguense. Ha demostrado con su sangre lo valiente que es, de lo cual fuimos testigos por las protestas que ocurrieron recientemente. Daniel Ortega respetó la democracia y las instituciones cuando llegó al poder y permitió elecciones libres, la segunda de ellas la perdió a manos de Violeta Barrios. Luego vinieron presidentes corruptos. Por eso es que el pueblo confió en él y lo volvió a reelegir en el 2007.
Por otro lado, no debemos llamarle sandinismo a ese régimen. No creo que Augusto César Sandino estuviera de acuerdo con lo que está pasando actualmente en Nicaragua. Nada más leer la Historia de ese país y sobre la lucha de ese caudillo. Es como si le llamarámos Martiana, por José Martí, a la "robolución" cubana. Claro que esos HDLGP se apropian de esos nombres justos pero los demás no debemos seguirles la corriente. En este caso sería más bien el "orteguismo".
El matrimonio Ortega-Murillo son los dueños de Nicaragua. Este país es su finca privada y ahí ellos hacen lo que les salen de las narices.
Por supuesto que Ortega se aprovechó del corrupto Alemán, pero fue algo demente volver a confiar en tal sujeto con lo que ya se sabía de él, porque no era una escobita nueva como era Fidel Castro al principio, antes de que se quitara la careta. Desgraciadamente, mucha gente no escarmienta ni por cabeza ajena ni por cabeza propia, y sigue tropezando con la misma piedra.
Sobra decir que lo de Nicaragua es un escarnio, y no solamente ahora, hace rato, por lo menos desde que volvieron a poner a Ortega en el poder sabiendo perfectamente de la pata que cojeaba. Todo, por supuesto, sumamente letrinamericano.
Si hay nicaragüenses que no sienten profundo bochorno por tener al asqueroso Ortega y su absolutamente horripilante mujerzuela al frente de su país, se merecen tales gobernantes, pero no merecen respeto alguno.